Proyecto Plaza Comestible: El rescate de la herencia agroalimentaria de la Patagonia

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Sentadas en una banca, dos vecinas cosechan y limpian las grosellas que serán el ingrediente principal de la receta que comparten, mientras los niños suben y bajan por un manzano, tratando de alcanzar sus frutos frescos; todo situado en la plaza “1° de Mayo” de Puerto Natales.
Escenas como éstas no están muy lejos de ser realidad como parte de la ejecución de Plaza Comestible, un proyecto del Fondo de Innovación Social de Corfo, impulsado por los natalinos Grissel González Lasa (37), técnico en turismo y su pareja el ingeniero agrónomo Sebastián García Iglesias (31). Ambos, nacidos y criados en esta ciudad, tienen impresas en sus memorias el recuerdo infantil de comer distintos tipos de frutas en la temporada estival, cultivadas en los patios de sus abuelos, familiares y amigos, descendientes de los pioneros que con tanto esfuerzo surgieron en estas tierras. Fue esta nostalgia lo que los impulsó a presentar esta iniciativa, que busca rescatar los frutales traídos desde Europa, que no siendo especies nativas lograron adaptarse muy bien a las nuevas condiciones ambientales, y hoy son clasificadas como naturalizadas.
“En el 2013 Sebastián tomó un curso de agricultura biointensiva en El Bolsón, Argentina, y como consultora dictamos cursos para enseñar este método. Nos dimos cuenta que en Natales, cada día se construyen más cabañas o casas en los patios antiguos de 50 metros de fondo que otrora fueron ocupados como quintas, y muchas plantas que tienen años en esta zona se estaban perdiendo. Vimos necesario rescatar estos frutales y resguardar una genética adaptada a la Patagonia hace más de 80 años”, contó.
Considerando que la plaza es un espacio público convocante de la comunidad, Grissel y Sebastián eligieron la “1° de mayo”, ubicada entre Miraflores y Baquedano, enfrente a su casa, para convertirla en un banco de semillas. A través de la radio invitaron a los vecinos a participar donando patillas o las plantas de sus patios y entre junio y agosto realizaron las plantaciones de grosellas, zarzaparrillas (o parra), ciruelos, manzanos, perales, guindos y cerezos. “Todas son especies que al menos una estaba presente en las quintas. Pero también buscamos las raíces del autoabastecimiento agroalimentario de la zona, el que se inició con la llegada de los pioneros en 1892 encabezados por Hermann Eberhard, que trajeron no sólo su cultura sino que también su agricultura en tiempos en que se vivía en un territorio aislado sin caminos, con escasa conectividad por la vía marítima. De este modo, la gente adquirió la costumbre de sembrar y plantar sus quintas con frutales y verduras como papas, lechugas, zanahorias, que fue el aporte de la gente de Chiloé que trabajaba en los frigoríficos, y que desde las estancias de los alrededores trajeron a la ciudad”.

Costumbre perdida
Los progresos logrados en el tiempo, el aumento de las comodidades y la incorporación de la mujer al mundo laboral, entre otros factores hicieron que esta costumbre se perdiera. “Estimo que cerca del 90% de la población ya no sabe cultivar y tampoco aprovecha estas plantas, muchas de la cuales estaban botadas sin mayor cuidado, es decir, sin poda, sin mantención y sin cosecha inclusive, pero vivas y produciendo”.
Agregó que “cuando la gente dona, hacemos la historia de cada frutal. La mayoría son arrendatarios, pero hay casos como el de Jessica que donó la patilla de un árbol de manzano que salió de una pepita que plantó su bisabuela que llegó de Chiloé. Ella aprendió a valorar el árbol original y lo va a integrar a su proyecto de construcción en vez de cortarlo”.
La buena aceptación de la iniciativa en la comunidad se refleja en los más de 40 familias donantes de planta, en la gran cantidad de seguidores de sus redes sociales y en la activa participación de la comunidad en los talleres y las plantaciones, concretando el plano trabajado por los participantes del curso dictado por el especialista en diseño del bosque comestible, Ricardol Dosel del proyecto Huelemu.
Como extensión a esta innovación social, lograron hacer un recambio de especies en la ejecución de la primera etapa de la costanera de SERVIU, plantando grosellas y zarzaparrillas combinadas con margaritas, caléndula, milenrama y coirón, en vez de especies foráneas. También se han dado a conocer en las otras comunas de la región y en Cerro Castillo, por ejemplo, ya se sueña con una Villa Comestible.
“Proponemos un cambio de mirada de los municipios respecto a la administración de sus áreas verdes. Dentro del modelo de su uso comunitario, elegimos el prototipo de plaza comestible y su temática es la agricultura regenerativa o agricultura sostenible. Pero nuestro anhelo es que a futuro otras organizaciones se hagan cargo de las áreas verdes, con algún tema en especial y capaciten a la gente. Hoy la educación ambiental está muy centrada en los colegios y está bien, pero creo es importante que los vecinos no sólo puedan visitar los espacios públicos, sino que también le sirvan para fomentar el conocimiento entre ellos y blindar una comunidad al estrechar las relaciones con personas que compartan intereses, haciendo de la plaza un aula al aire libre para todos”, concluyó.