María Paz Monreal y su gran apuesta por la inclusión escolar

0 Comments

Habla con determinación y sentencia: “Todos aprendemos por modelación”.

 

Sus estudios y años de experiencia le llevan a afirmar que el mejor sistema escolar es aquel que apuesta por la inclusión de los niños y jóvenes que pueden tener algún grado de discapacidad física y/o intelectual.

Al escucharla exponer sobre este tema, es indudable que estamos frente a una profesional que está absolutamente convencida de que todas las personas pueden progresar y que somos nosotros mismos los que insistimos en colocar techos al aprendizaje y subestimar a quienes tienen capacidades diferentes. Por lo mismo, le declara la guerra al pobreteo.

Sus planteamientos se basan en sus estudios y perfeccionamientos constantes y también en décadas de trabajar en el aula y en dirigir sistemas educativos de inclusión.

Es María Paz Monreal Brauning, encargada del plan de inclusión escolar de la Corporación Municipal de Puerto Natales y, desde el año pasado, directora de la Escuela Nicolás Mladinic.

Con orgullo, declara que, desde que comenzó a trabajar con la Cormunat en 1999, los establecimientos municipalizados han abierto sus aulas a niños con algún grado de discapacidad. “Tenemos cerca de quinientos estudiantes incluidos y un grupo grande de profesionales de todas las áreas que asisten y hacen posible este trabajo”, remarca.

María Paz nació en Puerto Montt y está hace 25 años en Magallanes, región a la cual llegó por un traslado de su marido como capitán de Ejército al regimiento Pudeto (Punta Arenas) en 1993. Tiene dos hijos: Gabriel (31 años) y Nicolás (28).

Estando en Magallanes, conocieron Puerto Natales, “cuando se viajaba por el camino que era sólo de tierra”, recuerda con añoranza. “Me enamoré. Encontré que era un lugar maravilloso, donde, incluso hasta ahora, se vive como en una provincia chica, donde la gente se saluda amablemente, donde todos nos ubicamos. ¡Me encanta eso!”, señala.

De piloto a educadora diferencial

María Paz recuerda que cuando estaba en el colegio soñaba con ser militar. “No me preguntes por qué –todavía no conocía a mi marido- y quería ser piloto y volar. Todavía si pudiera haría un curso de piloto”, señala. Pero, en 1982, egresó y la Escuela Militar no admitía a mujeres. Entonces, su madre le dijo: “¡Anda pensando qué vas a ser, porque yo, de adorno, no te voy a tener aquí en la casa!”.

Fue así que, siendo joven y teniendo una inclinación por trabajar con el tema de la discapacidad y el lenguaje de señas, decidió que iba a ser educadora diferencial. “En la medida que fui estudiando, me iba apasionando más y me especialicé en discapacidad intelectual. Nunca me he arrepentido y ahora tengo tres especializaciones más y un magíster”, refiere.

En Puerto Montt, trabajó en un colegio especial y, en Punta Arenas, en la Escuela Paul Harris.

“Cuando nos vinimos a Puerto Natales, comencé a buscar pega y presenté un proyecto de inclusión a la municipalidad, con el fin de incluir estudiantes en los colegios de enseñanza regular. Esto era 1999”, apunta.

Por eso, con total conocimiento, sostiene que el mejor sistema es el inclusivo, pues allí se le proporciona a las personas con capacidades diferentes las mejores herramientas para poder aprender imitando conductas y adaptándose a su entorno y desarrollando sus habilidades. Con sus compañeros y la guía de los adultos, pueden modelar su comportamiento y, diversificando el curriculum, todos los estudiantes tienen acceso y progresan a su ritmo. “Ahí vas viendo los logros, cómo los alumnos y los profesores se van automotivando y en qué forma, a través de estímulos y refuerzos positivos, se produce una magia”, indica.

Esta mujer, con innegable vocación de maestra, plantea que existe un tremendo desafío social, que incluye a los padres y familiares de las personas con discapacidad: desechar “este infantilismo que se prolonga en el tiempo”.

María Paz valora que, desde que se inició el programa en Puerto Natales, se ha avanzado a pasos agigantados, pues no existe ningún director que rechace la inclusión y la comunidad educativa ha podido apreciar cómo egresan jóvenes que aprenden y logran ser autovalentes.

“Hemos tenido estudiantes que no han logrado la lecto-escritura, pero sí egresan sabiendo cómo enfrentarse a un jefe, entendiendo los términos de un contrato laboral y que tienen que cumplir rutinas y horarios. Todo esto les permite ser autónomos e independientes económicamente”, refuerza.