Consuelo Prieto Sánchez, una mujer excepcional

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Elia Simeone R. esimeone@laprensaaustral.cl

Resulta, sencillamente, encantadora. Esta mujer, hermosa y distinguida, nos recibe con hospitalidad y, tras cruzar la puerta, se vislumbra que estamos en un hogar familiar, marcado por su preocupación femenina. En cada rincón hay detalles, adornos y más de alguna alfombra, gobelino o mantel bordado por ella. Todo exuda buen gusto.

Mientras nos ofrece una taza de té, se disculpa porque no ha tenido tiempo de hacer algún queque que podamos degustar, aunque nos coloca una porción de finas galletas. Durante toda la conversación, permanece atenta a nuestros requerimientos.

Es Consuelo Prieto Sánchez, quien nos relata parte de su vida, llena de esfuerzos, alegrías y también dolores.

 

 

Próxima a cumplir 84 años, su vida ha estado marcada por el esfuerzo, el amor a sus hijos y nietos y el recuerdo de su amado marido.

 

 

Se casó a los 16 años. Era muy jovencita –recuerda- y acota graciosamente: “Crecí con mis hijos. Menos mal que, como tenía seis hermanos menores, sabía cuidarlos. Además, siempre me han trastornado las guaguas”. Por eso, hoy, se siente feliz al estar rodeada de nueve nietos y trece bisnietos.

Sus tres hijos Luis, Eduardo y Mary Carmen siguen siendo los ojos de Consuelo, respecto de los cuales remarca: “Son encantadores y tienen familias exquisitas. Soy una enamorada de mis hijos y, de mis nietos, ¡ni te cuento! De los más chicos, que son mis bisnietos, ¡ya es una locura!”, confiesa y se ríe.

Entonces, muestra la gran mesa del comedor familiar y destaca que todos los domingos almuerzan en su casa, igual para las grandes fiestas, como Navidad. “Tener esta familia es una gran tranquilidad y un orgullo”, sentencia.

Hija de Carmen Sánchez y Oliverio Prieto, recuerda su propia infancia, aquella que pasaba en el Hotel de Cabeza del Mar.

Comenta que le parece que todo era más sereno. “Yo participaba en la Sociedad Española y también en el Club Yugoslavo, en la iglesia, lo mismo que mi suegra y mi mamá”, rememora.

Ligada con Natales

Su vida ha transcurrido entre Punta Arenas y Puerto Natales, sobre todo desde que contrajo matrimonio con Nicolás Mladinic Dobronic. En la Provincia de Ultima Esperanza su esposo dio vida al predio ganadero y aserradero Monte Alto, estancia donde pasaban casi todos los fines de semana.

Tal ligazón se mantiene hasta estos días, pues la generosidad y el sentido social de su marido y el de Consuelo permitieron, en su momento, permutar un terreno que entorpecía el crecimiento de Puerto Natales para que allí se construyeran casas para la comunidad de pescadores.

También Mladinic efectuó la donación de un paño de tierra donde se levantó, con el aporte de los natalinos, la Iglesia de San Pedro, patrono de los pescadores.

Escuela y calle Nicolás Mladinic

Los ojos y el rostro se iluminan cuando Consuelo habla de su marido. Al momento de la entrevista, habían pasado pocos días desde que, junto con toda su familia, habían ido a Puerto Natales por invitación del alcalde y del Concejo Municipal, ya que a una de las calles de esa ciudad se le puso el nombre de Nicolás Mladinic Dobronic.

Además, existe, desde el 21 de marzo de 1972, la Escuela Diferencial “Nicolás Mladinic Dobronic”, que está ubicada en calle Bernardo O’Higgins 338. Allí estudia una treintena de personas con capacidades diferentes, obra de la cual Consuelo se siente orgullosa.

Cuenta que en una de sus visitas vio a una niña hincada que, con la cabeza gacha, movía en forma repetitiva las manos sobre el piso. “La nenita estaba en el suelo, hincadita y con las dos manitos hacía así (realiza el movimiento con sus manos), mirando al suelo. Yo le dije: ‘Te quiero dar un beso’, pero no me contestó ni miró. Entonces, me hinqué frente a ella y empecé a hacer lo mismo. Ella levantó la cabeza y, entonces, le propuse: ‘Teresita, ¿vamos donde las tías?’. Se levantó y me dio la mano”, relata.

Luego, comenta que le consultó a las profesoras qué edad tenía la niña y cuál no sería su sorpresa cuando le dijeron que 24 años. “Me provocó una tremenda impresión”.

Es, por ello, que destaca la labor que realiza la directora y todo el cuerpo docente y auxiliares, entendiendo que allí hay vocación y un esfuerzo cotidiano que es altamente loable.

“Por eso, cuando voy a Natales, me pego una vueltita para ver cómo están”, acota.

¡Helados a 70 kilómetros!

Pero, la vida de Consuelo y su vínculo con Puerto Natales comenzó antes, cuando -como ya se había referido- la familia iba los fines de semana a Monte Alto.

“Nosotros, como matrimonio, llevábamos una vida muy tranquila e íbamos casi todos los fines de semana al campo, en Monte Alto, con los chicos y eso lo mantenemos hasta ahora. Lo mismo para todas la vacaciones de verano y de invierno”, señala.

Refiere: “Cuando mis niños eran chicos, no había refrigerador, no había luz. Entonces, el premio era ir a Natales a comer helados. ¡Viajábamos 70 kilómetros a Natales para comer helados! ¿Te imaginas?”.

Nicolás, “el mejor hombre del mundo”

Consuelo nació en Punta Arenas y está próxima a cumplir 84 años. “ Y con orgullo porque es importante llegar a esta edad. Estoy muy agradecida de Dios de llegar a esta edad y de tener una familia hermosa, de la cual estoy muy, muy orgullosa”, comenta.

Sobre su descendencia, reitera que sus hijos son reconocidos y que son trabajadores como el padre.

– ¿Era muy trabajador don Nicolás?

– “Sí, trabajador y visionario”.

– ¿Qué cualidades rescata de él?

– “Es poco decir que fue el mejor hombre del mundo”.

– Pero, ¿tanto así?

– “Sí, así de grande. Después de Dios, estaba él. El, para mí, ha sido lo más grande que podría tener. Me regaloneó mucho. Fue un muy buen padre y un muy buen hijo. Entonces, de un hombre así, ¿qué puedes contar tú? En realidad, era una maravilla. Buen amigo, buen compañero, trataba muy bien a la gente, de una forma que a mí me gustaba mucho. La gente lo quería mucho y hasta el día de hoy encuentro gente que lo recuerda con cariño, los trabajadores que teníamos me hablan maravillas de él y cosas que él hacía por afuera, que yo no sabía que estaba haciendo”.

Aunque hoy pertenece a una familia acomodada, Consuelo recuerda que los inicios fueron complicados.

“A mi marido le costó mucho. Todo lo que hizo, no creas que fue fácil. El padre lo ayudó muchísimo y lo quiso en forma muy especial y todo lo que mi marido decía lo encontraba muy bueno. Muchas veces no había plata para hacer tantas cosas. Había que hacer canales, conseguir maquinarias. Después quería hacer el aserradero mecanizado más austral del mundo y lo logró. Siempre fue muy visionario”, reseña.

Sus relatos nos llevan a entender por qué, al mirar alrededor, Consuelo sostiene:

“En esta casa está el recuerdo de mi marido. El vive acá”,. Señala demostrando que la viudez es algo que le ha costado sobrellevar, después de haber pasado toda su vida ligada a un hombre que no duda calificar de “maravilloso”. “Es una cosa increíble, pero es así”, plantea.

Ya, al finalizar la entrevista, le preguntamos a esta mujer amable qué era lo que más le había dado satisfacción en la vida. Era una pregunta fácil de responder, pero Consuelo calla y, de pronto, pareció haber caído en un pozo de profundos dolores, bajando la vista como si su vida se hubiera desplegado por delante de sus ojos.

Tras un momento de silencio, levanta el rostro y confiesa:

“La vida tiene tantas alegrías, pero también tiene muchas penas”.

– ¿Cómo ha sobrellevado las penas?

– “Con fe, porque sin fe,  uno no logra sobrepasar esas penas”.