El Coliseo Romano, una inolvidable postal italiana

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Turistas de todo el mundo aprovechan las instalaciones para tomarse la mejor foto de recuerdo en el Coliseo Romano.

Fotos Nora Valdés González

Roma, la bella Roma. Es la ciudad a la que muchas veces apelaban los profesores de Historia y el imperio que dio paso a su nombre. No se necesitan muchas palabras para identificar a la capital italiana y menos para referirse a sus atractivos y a su valor patrimonial.

Su historia abarca tres milenos y los dominios de su imperio traspasaron el Mediterráneo y Europa. Como capital se convirtió en una gran metrópoli y en el centro de una de las civilizaciones más importantes, influyendo en distintos ámbitos del quehacer por varios siglos.

Roma es un imperdible de cualquier turista que visite la nación de la bota. Y probablemente es el Coliseo Romano su postal más representativa.

Fue construido con el objetivo de convertirse en un anfiteatro en las afueras de la ciudad en el siglo I D.C. y heredó su nombre del Colosseum, en homenaje a una desaparecida estatua – el Coloso de Nerón-. Pero en la actualidad se accede a él con facilidad, pues se ubica en el circuito turístico, caminando o usando modernas vías de desplazamiento como el Metro romano.

Sus muros esperan a los visitantes que llegan impacientes con el objetivo de ingresar al recinto y recorrer sus instalaciones. Idiomas y nacionalidades se confunden en la fila obligatoria para comprar el ticket que permite ingresar al Coliseo y, posteriormente, recorrer el Foro Romano, ubicado en las cercanías.

“Este lugar es historia viva”, le dice un emocionado papá español a una hija que mira el entorno con cierta indiferencia. “Es más pequeño de lo que imaginaba”, señala una turista mexicana. Mientras que otros, la mayoría, aprovechan el momento para tomarse las mejores selfies de su estadía en el lugar.

Surgen conversaciones entretenidas entre los viajeros. Y muchos comentan que la visita no está ajena al morbo si se piensa que la historia cuenta que ahí murieron cientos de personas en pos de espectáculos que entretenían al pueblo romano, como peleas de gladiadores, ferias, caza de animales, ejecuciones y obras de teatro de la mitología clásica.

El Coliseo se usó para esos fines durante unos 500 años hasta que tuvo una especie de declive e incluso hubo quienes extrajeron de sus paredes parte de los materiales para sus propias construcciones domésticas.

Con el tiempo surgieron las voces que se preocuparon de su restauración, lo que permitió mantenerlo hasta nuestros días y conservarlo como un ícono de la Roma Imperial y uno de los ejemplos de la arquitectura romana. Entre sus hitos destaca como una de las Nuevas Siete Maravillas del Mundo Moderno, otorgada en 2007 por el concurso New 7 Wonders. Asimismo, forma parte del reconocimiento entregado por la Unesco en 1980 a Roma como Patrimonio de la Humanidad.

Roma es historia, es fiesta, es gastronomía, poesía y color. Es también moda, caminatas, escaleras y muchas fotos. Pero es también símbolo del Coliseo, una de las visitas que prácticamente la mayoría de los turistas realiza en la capital italiana.

La construcción del Coliseo comenzó en el año 72 D.C. bajo el régimen de Vespasiano y terminó en el año 80 durante el mandato del emperador Tito. Se convirtió en el mayor anfiteatro romano, con unas dimensiones de 188 metros de longitud, 156 metros de ancho y 57 metros de alto.

La Fontana di Trevi es probablemente la más famosa fuente monumental del Barroco en Roma. Día y noche recibe a entusiastas turistas que lanzan monedas para apelar a la bonanza y al cumplimiento de los mejores deseos. Sólo el año 2016 se “hundieron” en la fuente 1,4 millones de euros.