Bebés en brazos

6 Comments

Cuando un bebé nace, necesita madurar, crecer y desarrollarse en el mejor lugar después del vientre materno: el pecho de su madre, sus brazos, donde puede sentir su piel, su calor, su olor, sus latidos, todo aquello que le es familiar, que conoce y que ayuda a hacer ese “traspaso” del medio intrauterino hacia el mundo externo. Durante millones de años, los bebés recién nacidos hemos mantenido un estrechísimo contacto corporal con nuestras madres y, aunque en los nuevos siglos los bebés estamos siendo privados de esta invalorable vivencia, cada bebé que nace espera encontrarse en ese mismo lugar: en brazos de su madre. Si no encontramos refugio y confort en el cuerpo materno, la situación nos resultará dramática y la hostilidad en el medio ambiente será muy difícil de confrontar.

La separación mamá-bebe es en sí misma muy estresante para los bebés. Cuando el bebé es distanciado de su hábitat (la madre), genera una oleada de hormonas del estrés, las cuales activan los mecanismos de supervivencia, los que al ser activados desactivan los mecanismos de crecimiento y desarrollo.

Los bebés nacen con una necesidad urgente e intensa de completa dependencia. El contacto físico provee seguridad, estimulación y movimiento. Los padres que brindan este tipo de acercamiento promueven el desarrollo de fuertes lazos afectivos con sus hijos. Incluso los niños más grandes necesitan estar conectados a través del cuerpo con sus padres, y así fortalecer más aún el vínculo.

El bebé debería estar en brazos de su madre o de algún sustituto la mayor parte del tiempo, “sostenido”, tocado, incluso “apretado”, tal como estaba en el útero de su madre. Un bebé en contacto piel a piel tiene la protección física de la madre, protección inmune que le brinda la leche materna y la protección frente al estrés, lo cual lo hará tener, de hecho, una mejor inmunidad durante el resto de la vida.

woman-holding-newborn

El contacto corporal estimula la producción hormonal que participa en el crecimiento, enriquece el desarrollo intelectual y motor, y ayuda a regular la temperatura corporal de los bebés, la frecuencia cardíaca, y los patrones de sueño y vigilia. Los bebés que reciben contacto corporal, ganan peso más rápidamente, se alimentan mejor, lloran menos, son más calmos, y presentan un desarrollo motor e intelectual más rico.

Pero todo esto que suena tan simple, no resulta ser tan fácil para las madres hoy. Entramos fácilmente en la lucha interna entre la necesidad primaria y espontánea de responder a lo que dicta el corazón, pero por otro lado no podemos dejar de oír lo que nos dice la sociedad, la familia. Lo que se espera de las madres de hoy, lo que es tildado de normal o saludable. Abundan los cochecitos, y rara vez vemos a una madre con su bebé colgado al cuerpo.

Escuchamos constantemente frases como: “Se va a malcriar si lo llevas tanto en brazos”; “Se acostumbrará y luego no podrás despegarlo de ti”. Las madres somos fácilmente acusadas de “sobreprotectoras” cuando tenemos el coraje de mantener a nuestros bebés sobre el cuerpo. Somos una sociedad violenta con nuestros niños. Insistimos en desatender los reclamos naturales de los bebés que dependen exclusivamente de los cuidados de los adultos.

Para criar bebés atendiendo sus necesidades básicas, es indispensable reconocer la naturaleza del bebé humano. Para esto, necesitamos observarlos, olerlos, fundirnos en ellos, y viviremos como propias las sensaciones más primitivas de nuestro bebé.

Los niños, contentos en brazos, nos demostrarán que les estamos dando lo que necesitan: seguridad, apego, alimento y calor. Se sienten seguros si seguimos su instinto y el nuestro. Los bebés desean estar en brazos porque es lo que necesitan.