“Soy niño (a) y tengo derecho a opinar”

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– Concebir a los niños y niñas como sujetos de derecho implica replantearnos la mirada que los sitúa, exclusivamente, como sujetos de protección o pasivos receptores de las acciones que los adultos diseñamos e implementamos en su beneficio.

 

¿Cuántas veces hemos hablado por nuestros hijos o hijas, hemos supuesto lo que piensan o decidido sin preguntar sus opiniones? Lo hacemos porque consideramos que “es lo mejor para ellos” o, sencillamente, porque somos los padres y no cuestionamos la situación. Sin embargo, esta mirada “adultista” sobre la infancia se contrapone a la garantía de uno de los derechos de todo niño y niña: la participación.

“En nuestra sociedad, los adultos tienen mayor protagonismo, deciden y piensan por los niños (as), viéndolos como alguien a quien sólo debemos proteger y olvidando que son personas que tienen nuestros mismos derechos, pero con necesidades e intereses diferentes”, plantea la encargada de protección de derechos de Fundación Integra, Marisol Pérez.

Concebir a los niños y niñas como sujetos de derecho implica replantearnos la mirada que los sitúa, exclusivamente, como sujetos de protección o pasivos receptores de las acciones que los adultos diseñamos e implementamos en su beneficio. Desde esta visión, la participación infantil es un proceso de aprendizaje mutuo y se presenta como un proceso social clave en el desarrollo de nuestros hijos e hijas.

Bajo esta perspectiva, la profesional explica dos lineamientos incorporados dentro de la Política de Bienestar y Participación Infantil de Fundación Integra, que son fundamentales considerar para generar acciones orientadas a este cambio de paradigma:

– Autonomía progresiva: Estimular a los niños y niñas para que generen confianza en sí mismos y, en la medida que vayan creciendo, se sientan seguros de opinar, desarrollen una adecuada autoestima, no tengan temor a expresar sus sentimientos y posean un creciente dominio de sus habilidades.

– Inclusión de la voz: Permitir que la opinión y visión de los niños y niñas sean consideradas en aquellos temas relevantes para su desarrollo, conociendo sus intereses y percepciones.

La profesional de Fundación Integra afirma que  los padres pueden potenciar ambas líneas a través de diferentes acciones en el hogar o situaciones cotidianas: brindando un ambiente seguro, preguntándoles qué piensan, dejarlos decidir en algunos ámbitos, dialogando con ellos, abriendo espacios de opinión y estableciendo responsabilidades, en función de la edad de los niños y niñas.

Un buen ejercicio es la construcción de normas de convivencia. Hay normas que los padres van a establecer porque son parte del cuidado, crianza y protección de los niños y niñas, pero hay otras que pueden ser consensuadas, haciéndolos partícipe de aquello. Por ejemplo: “Cada vez que juego debo ordenar mi juguete”.

La asistente social, con vasta experiencia en infancia, hace otra reflexión: “Cuántas veces hemos pensado ‘A mi hijo le encanta el fútbol, así que lo voy a inscribir en un club’ o ‘Mi hija cuando sea grande tendrá tal profesión’ y nos esmeramos porque eso se cumpla, pero ¿realmente quieren eso nuestros hijos/as o son nuestros propios sueños proyectados en ellos?”.

A su juicio, leer las necesidades e intereses de los niños y niñas permite que vayan desarrollando sus potencialidades y seguridad ante la vida. “Los padres debemos otorgarles espacios para dialogar y decidir ante ciertas situaciones. Para ello es fundamental que los adultos seamos capaces de escucharlos y respetemos su opinión, desarrollando niños y niñas autónomos, responsables de sus decisiones, seguros  y felices ante la vida”, expresa.

 

Cambiando la mirada

“Los niños no pueden opinar porque son niños”.

Falso, todas las personas tienen derecho a expresar su opinión, independiente de la edad que tengan.

 

“Las normas en el hogar deben ser establecidas sólo por los padres”.

Falso, existen normas de convivencia que pueden ser construidas en conjunto con los hijos e hijas.

 

“Los padres tenemos derechos, los hijos tienen deberes”.

Falso, todas las personas tienen derechos y deberes que deben ser respetados, sin importar la edad.

 

“Los niños no saben lo que quieren”.

Falso, los niños y niñas son capaces de expresar sus intereses y necesidades, sólo hay que escucharlos.