SOLEDAD

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Cecilia Saa

 

El sol de la mañana entraba levemente por la cortina entreabierta casi de manera
sepulcral. Ese día desperté un poco mareada, con una pesada sensación de querer
desaparecer. Me senté al borde de la cama a observar el césped mojado por el rocío
matutino y quise mimetizarme dentro de cada elemento. Ser un poco hoja, un poco
madera, siempre estáticos y brillantes pero presentes. Con la mirada fija me perdí
en los recuerdos y culpas que no paraban de azotarme, como una proyectora
enloquecida vomitando imágenes sin secuencia ni razón. La sensación de soledad
se hacía pesada y aplastaba mi cuerpo entregado al desgano. No me pude levantar
en semanas sumida en la desesperanza; sin embargo, era una lucha que debía
enfrentar para reconocerme abatida. El sentimiento de vacío nunca me abandonó
del todo, solo acallé su voz para fluir sin pausas y enfrentarme a la complejidad de
mi mundo interior.