La Cultura de la Violación

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A propósito de la agresión sexual de que fue objeto una técnico en Enfermería al interior de una residencia sanitaria, la Coordinadora Feminista de Punta Arenas analiza este execrable caso y plantea que este hecho no es aislado, sino que responde a una cultura instalada consciente e inconscientemente en nuestra sociedad y que, además, cuenta con una estructura legal y normativa que la ampara.

 

En medio de cifras pandémicas, una parte de la comunidad magallánica fue remecida por la noticia de la violación de la cual fue objeto una técnico en Enfermería la madrugada del domingo 30 de agosto al interior de una residencia sanitaria.

Decimos que “una parte” de la comunidad magallánica se consternó, porque, lamentablemente, un número importante habrá justificado consciente o inconscientemente lo sucedido, apelando a la falta de seguridad, al hecho de que los imputados eran extranjeros y, a lo mejor, por trabajar en un barco tenían acumulado su deseo sexual…

No con poco horror hemos debido soportar que, días después, comenzara a circular por redes sociales una fotografía que permitía a muchos atribuir a la conducta de la víctima la culpa de lo sucedido, algo así como “ella estaba ahí y se lo buscó”.

¡No más violaciones! Ese es el título de esta edición de Fem Patagonia y con él queremos asumir una postura no sólo frente a este hecho puntual, sino respecto de la cultura que ampara ésta y otras agresiones y atropellos que seguimos viviendo las mujeres.

Desde un inicio, la Coordinadora Feminista de Punta Arenas planteó, al respecto, que estamos frente a la “cultura de la violación”, entendida ésta como un conjunto de normas y reglas que se imponen a las mujeres en situaciones de desigualdad de poder respecto de los hombres.

¿Problema con sólo dos responsables?

“Nuestra respuesta comunicacional el pasado domingo, a raíz de los repudiables hechos de agresión sexual en una residencia sanitaria, abrió un arduo debate en nuestras redes sociales centrando la responsabilidad -tal como lo habíamos previsto-, solamente en los autores del hecho, su nacionalidad, y acusándonos de echarle nuevamente “toda la culpa a los hombres y al Patriarcado”, y politizar un problema que solo tenía dos responsables: en este caso, los actuales formalizados.

“Pero vamos a insistir -y de paso educar-, en el porqué este hecho no es aislado y por qué debe analizarse junto a los cientos de casos de violencia hacia nosotras que tenemos que lamentar a diario, como evidencia de un problema estructural: una cultura machista, misógina y patriarcal que se reproduce por acción u omisión”, argumenta la agrupación.

“Hace cuatro meses que venimos pidiendo protección. Incluso tuvo que llegar una enfermera para hacer una hoja de incidentes de lo que pasaba en las residencias sanitarias”, acusó Claudia Mellado, quien el domingo concurrió hasta las afueras del Hotel Chalet Chapital, donde ocurrió la violación.

“Me gustas cuando callas…”

La coordinadora explica que, en términos sencillos, la cultura es un conjunto de normas y reglas tangibles e intangibles que son transmitidas de generación en generación y que, por lo tanto, están normalizadas dentro de nuestras prácticas cotidianas.

“En lo que se refiere a la historia de la sexualidad –acota la Coordinadora-, las mujeres han tomado un espacio marginal, donde el consentimiento es una discusión relativamente contemporánea. Y es que la cultura de la violación ha formado parte del proyecto fundacional de Occidente, por ejemplo: en las mitologías griegas de violación, incesto y violencia extrema; en la formación del derecho romano, y cómo el pater de familia es finalmente el que tiene el poder por sobre todas las personas de su clan, incluyendo a las mujeres; en la obligatoriedad del sexo que sigue estando sumamente presente en las relaciones de pareja y que es mucho más tenaz en las mujeres que viven bajo un contrato de matrimonio -que básicamente es un contrato sexual- (Ya lo decía en 1920 Margarte Sanger: “La mujer estaba y está condenada a un sistema en el que por cada violación ilegal se producen un millón de violaciones ‘legales’”).

La entidad hace ver que la cultura de la violación es un conjunto de normas y reglas que se imponen en general a las mujeres en situaciones desiguales de poder con respecto -generalmente- a hombres y que hablan de eso: de ideas normalizadas sobre el sexo y el porqué las mujeres siempre tienen que estar disponibles para el hombre, y que se refuerzan con estereotipos como “estaba bajo los efectos de alcohol”; “se había insinuado”; “eres feminista, eres liberada, entonces ten sexo conmigo y con todo el mundo”; o cuando sales de cita y sientes la obligación no tácita o incluso como medida de autodefensa de entregarte cuando te ves en peligro. Y por supuesto, la imposibilidad de retractarnos: “ella estaba ahí y ella se lo buscó”.

 

“La violación constituye además un proceso consciente de intimidación por el que los hombres mantienen a todas las mujeres en un estado de miedo. Porque efectivamente “No todos los hombres violan” pero sí, la mayoría -si es que no todas- las mujeres debemos tomar permanentemente medidas para que no nos abusen”.

 

La ubicuidad de la cultura de la violación

La Coordinadora Feminista enfatiza que la cultura de la violación está presente en todas partes, con denuncias en el cine (Woody Allen, Roman Polanski, Bernardo Bertolucci su Último Tango en París y tantos otros), en la industria de la pornografía, en el trabajo sexual, en la música, en la literatura (Cómo olvidar a Pablo Neruda y el “Me gustas cuando callas…” y su relato explícito de una violación en sus memorias “Confieso que he vivido”).

“La violación constituye además un proceso consciente de intimidación por el que los hombres mantienen a todas las mujeres en un estado de miedo. Porque efectivamente “No todos los hombres violan”, pero sí la mayoría -si es que no todas- de las mujeres debemos tomar permanentemente medidas para que no nos abusen”, sostiene la agrupación.

 

“Con un sencillo análisis de los hechos con perspectiva de género -que además fueron denunciados por las compañeras de Fentess hace semanas respecto a las medidas de seguridad-, las autoridades a cargo de cuidar a quienes nos cuidan habrían entendido y evitado esta intolerable agresión”.

 

 

“Tenemos miedo, sobre todo ahora. Se me desgarra el alma y estamos muy mal”, expresó la técnico de nivel superior en Enfermería (Tens), Paula Dunker, quien advirtió sobre la delicada situación en que trabajan.

La entidad plantea que este análisis respecto de la violencia patriarcal no es nuevo, haciendo ver que el Estado y el Gobierno de turno ha sido cómplice por no pronunciarse ni accionar en contra de estas violencias, abandonando su deber como garante de derechos -como buen Estado subsidiario relegando estas obligaciones a privados- y no comprometiéndose no solo a sancionar, sino también a prevenir la violencia de género y promover la equidad en forma transversal a través de todas sus instituciones.

Regresando al caso puntual que generó esta nota, la Coordinadora Feminista afirma que, con un sencillo análisis de los hechos con perspectiva de género -que además fueron denunciados por las compañeras de Fentess hace semanas respecto a las medidas de seguridad-, las autoridades a cargo de cuidar a quienes nos cuidan habrían entendido y evitado esta intolerable agresión.