Hotel Simple Patagonia, la belleza de la simplicidad

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La arquitectura vernácula de este hotel boutique está diseñada para confundirse con los paisajes patagónicos y para que el visitante centre su mirada en el exterior y su impresionante  naturaleza.

Elia Simeone R. / revista@fempatagonia.cl

En sus días largos, la Patagonia ofrece hermosas postales de amaneceres y puestas de sol de dramáticos arreboles y él está allí, en una privilegiada ubicación, que permite al visitante alzar la vista y embeber toda esa belleza y deleitarse con los cerros azulinos de cumbres nevadas que enmarcan al seno Última Esperanza.

En las jornadas de noches eternas, otorga la experiencia contemplativa propia de un cielo estrellado o de las luces de la ciudad que titilan a lo lejos rompiendo la negrura del cielo patagónico.

Es el Hotel Simple Patagonia, que, haciendo honor a su nombre, reconforta al pasajero con la sencillez y amplitud de sus espacios, y una arquitectura vernácula que busca que estas hermosas dependencias pasen inadvertidas en el paisaje patagónico, a la usanza de las estancias que fueron levantadas por los pioneros en el siglo pasado.

“La idea del hotel fue hacer que no interrumpa el paisaje y que fuera como las construcciones de las estancias antiguas, usando madera de lenga para los galpones y sin hacer intervenciones en el entorno, a fin de que pareciera un campo más. Dejamos la madera sin tratamiento para que, con el paso del tiempo, se oxide y cobre la apariencia característica de los viejos galpones.

“Basados en su nombre, Simple, quisimos que tuviera mucha altura, espacios y vistas súper amplias, para que el visitante no se sienta encerrado. La decoración es minimalista, para que la atención no se centre en el interior, sino que la mirada se alce al paisaje que queda expuesto. La Patagonia es amplitud y, por eso, quien se hospeda en Simple Patagonia tiene que sentir lo que vino a buscar: simplicidad, amplitud y naturaleza”, explicó el ingeniero civil industrial Álvaro Gallardo, quien junto a su esposa, la dentista Sandra Gysling, son nuestros amables anfitriones.

Este matrimonio, junto con el constructor Jaime Gysling y su pareja, la arquitecto de la Pontificia Universidad Católica, María Jesús Arellano, son los cuatro felices propietarios de este nuevo hotel boutique que abrió sus puertas en diciembre del año pasado.

Reciclaje: postes de luz y piquetes

Álvaro, santiaguino, y Sandra, magallánica, se conocieron en Santiago y se casaron allá. Cuando llegaron sus hijos, tomaron la primera decisión drástica de sus vidas: dejarlo todo y afincarse en esta región para buscar una mejor vida familiar.

Con sus hijos grandes y a punto de egresar, nuevamente les entró el bichito de reinventarse y, asociándose con el hermano de Sandra, comenzó a gestarse la idea de ingresar al negocio del turismo.

“En 2014, compramos el terreno. Este sitio nos buscó a nosotros. Supimos que estaba en venta y, cuando llamamos para preguntar, el dueño nos dijo: ‘Lo acabo de vender hace una hora’. Pasó un mes y, luego, el propietario nos contactó a través de otras personas que nos dijeron: ‘Los andan buscando y quieren saber si aún están interesados en comprar el terreno’. De inmediato dijimos: ‘¡Sí!’”, relata Sandra.

 

4,5  kilómetros de Puerto Natales, por la ruta 9 a Puerto Bories, se levanta esta discreta, pero no menos esplendorosa edificación

 

Así comenzó a tomar vida este proyecto luego de dos años. En su construcción, se rescató mucha madera y pilares viejos de postes del alumbrado público que fueron dados de baja en Puerto Natales. También se usaron piquetes y una puerta de demolición, un cajón botado, ¡en fin!

De hecho –acota Sandra–, las puertas de los dormitorios son hechas de madera reciclada.

Sólo once habitaciones

Simple Patagonia cuenta con sólo once habitaciones, porque la idea es que el hotel sea un recinto tranquilo, sin aglomeración de personas.

“Esto nos permite dedicarnos personalmente a nuestros huéspedes para que ellos conozcan la hospitalidad magallánica”, remarca Sandra Gysling.

La ropa de cama es de algodón de 300 hilos y las toallas están confeccionadas con fibras de cobre, los que las hace antibacterianas y permite su uso sustentable.

Las pantallas de las lámparas están confeccionadas con juncos de Puerto Edén y los pies de cama son de lana de oveja. Además en algunos rincones se observan los típicos canastos kawésqar.

Los ‘amenities’ son de una línea francesa y los baños son espaciosos, diseñados para que cualquier persona, incluso las que presentan algún grado de discapacidad o movilidad reducida, puedan moverse confortablemente. Incluso, hay un gran detalle: las duchas son altas, para que cualquier turista de sobre dos metros pueda recibir el agua sobre su cabeza y no tener que entrar encogido.

“La ducha está puesta súper alta y uno de nuestros primeros pasajeros nos comentó agradado: ‘Desde que llegué a Patagonia, es la primera vez que me ducho con el agua en la cabeza’”, hizo ver Álvaro.

 

Cocina de autor, pero patagónica

Otro detalle es el desayuno buffet, en el que destacan productos de los huertos locales, como huevos de campo, berries de la Patagonia y mermeladas de ruibarbo, frutillas, frambuesas, grosellas y zarzaparrillas.

El buffet para desayunar no se retira a las 10,30 horas como en todos los hoteles, sino que se deja a disposición del huésped, pues no se sirve almuerzo y alguien que se levante tarde o salga a turistear cerca del mediodía puede disfrutar de este servicio a modo de un brunch.

“La filosofía del hotel es que nosotros somos responsables del tiempo del pasajero, que es lo más preciado, y nuestra responsabilidad es que su estadía con nosotros sea muy agradable, sin apuros ni complicaciones y que todo sea simple”, indica Álvaro.

 

11 habitaciones tiene el hotel, siete de ellas estándar de 28 metros cuadrados y cuatro ‘superiores’, de unos 40 metros cuadrados.

 

La cocina del restaurante atiende por las noches y allí se destaca el talento culinario de Sandra y de su hijo Esteban Gallardo, chef del Culinary de Viña del Mar. Nuevamente brillan los productos locales como la centolla, el cordero y las verduras y berries reginales.

“Todos los menús son en base a productos locales y una cocina de autor, pero patagónica”, remarca Sandra.

Este artículo no podría concluir sin sugerir a los próximos huéspedes de Simple Patagonia que cuando se alojen en este apacible hotel de Puerto Natales se deleiten con el mejor chupe de centolla que se puede degustar en la Patagonia.