Profesores y salud mental por clases online

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Ximena Rojas, psicóloga y doctora en Ciencias de la Educación, U. San Sebastián.

Ha sido infinita la información que da cuenta de lo difícil que ha sido el confinamiento y sus consecuencias para las personas. Se ha sufrido desde mermas económicas y sociales hasta afectivas, como no ver a los seres queridos o sentirse agobiado, lo que ha impactado negativamente la salud mental de las personas.

A ello se suma que son muchos los duelos que hemos tenido que enfrentar por las pérdidas de todo tipo; perder la forma en que se trabajaba, perder la cotidianeidad con los otros o perder el trabajo. En esto, aquellos que han mantenido una disposición positiva a todos los ajustes y a la adaptación, son los que mejor han resistido todas las consecuencias del confinamiento y el teletrabajo, por nombrar algunos aspectos.

Las profesiones como la de profesor de aula, al estar orientada al servicio de otros, es compleja. El profesor de aula, dentro de todo lo que hace en su quehacer docente, se hace cargo de muchas acciones donde la emocionalidad está involucrada, por ejemplo, conocer a sus estudiantes, hacer seguimiento de sus estados emocionales, manejar conflictos o manejar incidentes críticos dentro de la sala de clases, entre otros. La construcción del vínculo pedagógico profesor-alumno es una tarea tremendamente afectiva y por lo mismo, demanda mucha atención y desgaste al profesor.

Han sido varios los testimonios de profesores al borde del burnout (estar quemado) por la cantidad de trabajo demandado y ante el intento de mantener todo como antes. Esto ha sido la mayor trampa para la salud en general: pretender mantener las cosas como eran hasta la primera quincena de marzo.

Los expertos ya han planteado la necesidad de nuclearizar el currículum, lo que implica no priorizar por su cobertura y aumentar los apoyos emocionales a los estudiantes.

¿Pero quién cuida de la salud mental de los docentes? Se requiere de un cambio en las creencias y representaciones respecto de cómo trabajar y del sentido de la enseñanza en la educación formal, hacia dónde debería apuntar y cuál es el rol de cada uno de los actores educativos.

Las instituciones escolares deberían consolidar tres ejes para mantener saludables a sus profesores, al menos respecto del trabajo. Lo primero es fortalecer la confianza en el profesionalismo y capacidad de sus docentes, esto es, aumentar las expectativas de parte de las autoridades de los establecimientos educacionales sobre las competencias del equipo de trabajo. La confianza dentro de las instituciones es básica para generar un clima propicio para el arduo trabajo que enfrenta el profesor a diario.

Lo segundo es impulsar la buena comunicación; que los académicos y los equipos puedan expresar asertivamente lo que les pasa y cómo se sienten. Y, por último, fortalecer la comunidad académica de profesores como fuente de contención, escucha y respaldo, todo en la lógica de generar menos presión y más apoyo a los equipos.