Mirral Velásquez: “Mi familia lo aceptó sin problemas y desde entonces ella es la regalona de todos”

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Mirra Velásquez Ojeda tuvo a su hija, Adriana Godoi Velásquez, a los 32 años. Hoy Mirra recuerda que fue una amiga, una matrona de turno en el hospital, la que se encargó de decirle que la pequeña tenía Síndrome de Down.

Por aquellos años la tecnología médica no era tan avanzada ni estaba al alcance de todos, por ende, los problemas de salud que pudieran tener los niños al nacer se conocían en el alumbramiento.

 

“Yo fui quien le comunicó a mi hijo mayor que su hermanita era distinta y que por ese motivo él debía protegerla siempre. Tampoco fue problema para él, al contrario, esto lo hizo madurar mucho, aunque era un niño de 5 años”.

 

 

“Ella se encargó de decírmelo de manera muy suave (mi amiga tenía un hermano con Síndrome de Down), por lo tanto, no lo tomé tan mal”, señala con naturalidad Mirra, que actualmente tiene 74 años.

Decírselo a la familia era el segundo paso, “Mi familia, mamá, papá, hermanos, también la aceptaron sin problemas, transformándose en la regalona de todos ellos. Yo fui quien le comunicó a mi hijo mayor que su hermanita era distinta y que por ese motivo él debía protegerla siempre. Tampoco fue problema para él, al contrario, esto lo hizo madurar mucho, aunque era un niño de 5 años”.

Adriana Godoi creció en un entorno lleno de amor, comprensión y contención. Según cuenta su madre, se desarrolló y de desenvolvió como todo niño o niña de su edad. 

“A los 4 años, mi hija fue a la Escuela Paul Harris pero ya antes de eso estaba inserta en su entorno porque todos nosotros la tratamos como a cualquier niña haciendo valer sus derechos e inculcándole deberes. Podría decir que durante toda su época escolar, hasta los casi 30 años, desarrolló todas sus capacidades en plenitud: leer, escribir, realizar las cuatro operaciones básicas de las matemáticas, practicar deportes, desarrollar sus habilidades artísticas y sociales”, explica orgullosa.

Hoy Adriana está a meses de cumplir 44 años y vive con su mamá. Las dos son muy unidas y, previo a la actual crisis sanitaria, Mirra y Adriana tenían una vida social muy activa.

Están unidas por la danza, ambas participaron hasta que se puedo en los carnavales de invierno. “Desde que se inició la pandemia, hemos tenido que adecuar nuestras actividades diarias a lo que es permitido y también perfeccionar nuestros conocimientos tecnológicos para poder seguir participando”.

Juntas llevan una vida de lo más activa posible, hacen gimnasia con el taller a través de WhatsApp dos veces a la semana, bailan los temas que les envía la profesora de danzas recreativas del taller del Adulto Mayor de la Municipalidad, salen a caminar a lo menos dos veces a la semana.

“También jugamos juegos de salón, armamos rompecabezas y ella ensaya las coreografías que envía el profesor de danza educativa de la Casa Azul del Arte”.

La vida de esta madre, su hija Adriana y sus dos hijos, quienes hoy viven con sus propias familias, ha estado llena de experiencias gratificantes y nada ha impedido que Mirra dedique tiempo a su propio desarrollo. “Por mi parte, también participo en talleres: guitarra, emociones en pandemia y el año pasado, también on line, en  taller de literatura, coro, danza folclórica y cueca”.

Pero sin duda la pasión que madre e hija comparten es bailar. “Nos encanta la danza porque nos permite expresarnos y liberarnos. Nunca faltamos a ningún Carnaval de Invierno.”

Son parte de Amadown desde que se constituyó como una agrupación y, si bien la pandemia ha cambiado la vida de todos y todas, costumbres, rutinas y la forma de relacionarse con los demás, ni a Mirra ni a Adriana les ha impedido seguir creciendo y aprendiendo juntas.