Educación desde una mirada adultocéntrica

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Karina Villarroel, directora de Educación Parvularia Universidad Andrés Bello

Durante estos meses de confinamiento, los adultos hemos debatido en torno a la educación, pasando por el cuestionamiento a las colegiaturas, a las formas y tiempos de conexión e incluso interpelando el trabajo y formación de los educadores. Pareciese que, a fuerza, insistimos en llevar la escuela tradicional al hogar. Horarios, clases expositivas, ppt, guías y tareas.

Una vez más, un problema que afecta a niños y niñas, protagonistas de su aprendizaje, queda en manos de los adultos. Y, como siempre, lo resolvemos como tal. Autoridades, docentes, especialistas nos reunimos en distintos espacios a debatir y proponer, pero sabemos realmente qué sienten los niños y las niñas al estar alejados de las instituciones educativas, ¿estamos escuchando lo que realmente demandan?

Olvidamos que ellos son portadores y coconstructores de una cultura que les es propia, que les permite interpretar y transformar la cultura adulta. Esto se evidencia en sus ideas, hipótesis, multiplicidad de lenguajes, intereses, teorías, ritos, rutinas, costumbres, entre otras manifestaciones, que delinean su forma de ver y habitar el mundo.

Frente a la cultura de niños y niñas, los adultos estamos llamados a la escucha, con disponibilidad, acogida y respeto. Ellos, como sujetos de derecho, no pueden ser determinados exclusivamente desde teorías, disciplinas e institucionalidades.

En este contexto, estudiantes, egresadas y docentes de la carrera Educación Parvularia de UNAB sede Concepción realizamos un ejercicio de escucha a la cultura de niños y niñas, les preguntamos ¿qué extrañan de la escuela/jardín/colegio/liceo? En dos días 114 niños y niñas, entre 2 años, 7 meses y 15 años, respondieron.

Sin distinción de edad y nivel educativo, manifiestan que extrañan el encuentro, sus amigos, jugar, conversar y los recreos. Desearían estar con sus compañeros, profesores y tías (como llaman, afectuosamente, a sus educadoras de párvulos). Declaran que ansían verse, contar cosas, trabajar en grupo, inventar juegos. Extrañan juguetes, materiales, el patio y zonas de juego.  Algunos manifiestan que extrañan aprender y hacer las tareas allá, ya que sienten que las clases en plataforma, las guías, los textos y materiales que les envían, no sirven.

Precisamente, nada de lo que añoran ha sido resuelto con las clases “a distancia”. Y, probablemente, todo esto lo podemos ofrecer en los hogares, ofreciendo espacios de sostén, encuentro, conversación y juego.

Las respuestas que nos dan, invitan a reflexionar como adultos educadores y familias.