Elena Rada, una mujer que cambió el mundo

0 Comments
Elia Simeone / revista@fempatagonia.cl  / Fotos: Nora Valdés

Magallánica recibió distinción “Mujer Impacta 2018”

“Cuando des limosna, no hagas tocar trompeta delante de tí, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para ser alabados por los hombres… Más tú, cuando des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha para que tu limosna sea en secreto y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público” (Mateo 6.2-4).

Este consejo dado por Jesús en el denominado sermón del monte ha sido el que ha seguido y ha distinguido a esta mujer de 90 años, que se ha transformado –sin quererlo- en un ícono de la solidaridad en Magallanes.

Es Elena Rada Donath, quien con orgullo y siempre volviendo a sus raíces, no deja de acordarse que heredó de su padre esta vocación de vida: servir a los más desposeídos.

“Mi padre nos llevaba a mis hermanos y a mí, cuando éramos chicos, al río de las Minas porque allí, en esos tiempos, vivían las personas más pobres de la ciudad. Llevábamos comida, alguna ropa y materiales para que pudieran mejorar sus casitas, porque tenían, entonces, techos de cartón. El no nos decía nada porque creo que quería que aprendiéramos que hay personas que sufren y es el deber de quienes tienen más y han sido privilegiados por la vida ir en ayuda de los más necesitados”, sentenció.

Continuadora de la gran obra que es el Hogar Cavirata, que ideó y fundó su padre, Ramón Rada Senosiain, Elena  recibió a Fem Patagonia en su hogar con una sonrisa y su amabilidad característica. Es hermosa y mantiene la distinción y la elegancia que la debieron caracterizar desde joven.

Resulta una mujer fascinante, merecedora totalmente de su último reconocimiento: “Mujer Impacta 2018”, que recibió en Santiago de la fundación homónima junto a otras siete mujeres profesionales, estudiantes, dueñas de casas, que a lo largo de todo Chile se han destacado por su acción social y su voluntariado.

“¡No sé de dónde salió esto! No sabía que existía esta organización y, cuando me llamaron para notificarme que había sido reconocida como “Mujer Impacta”, les dije: ‘”Soy yo la impactada con este reconocimiento’”, recordó y rió de buenas ganas.

Pero, agradeció el haber tenido la oportunidad de conocer a las otras mujeres distinguidas. “Sus historias son maravillosas. Hay una que trabaja con mujeres que están en la cárcel; otra con mujeres violentadas; y otra que, como sufrió de bullying cuando iba al colegio, hoy hace charlas y trabajos de prevención para evitar que otras niñas y jóvenes padezcan de este acoso escolar. Otra es una madre con el dolor de haber perdido a su hijo con cáncer y está trabajando para ayudar a familias de escasos recursos que tienen hijos con el mismo diagnóstico. Son, realmente, experiencias conmovedoras”, reconoció.

Ciertamente, aquellos voluntariados, al igual que el que abrazó Elena Rada, las hacen meritorias de ser calificadas como mujeres que comparten el tener “historias que cambian el mundo”, aunque la magallánica piense que aquella frase es demasiado pretenciosa.

“La caridad debe

hacerse sin publicidad”

“Mi papá era muy deportista y amaba la naturaleza. Cuando nos llevaba al campo, siempre terminábamos subiendo cerros y yo heredé eso”, comentó.

Elena Rada señaló que Anita, su madre, fue una gran mujer y que acompañó a su marido en su empeño por ayudar al prójimo. Rememoró que fue importante su concurso para hacer posible la gran obra que comenzó Ramón Rada. “Fue una esposa muy abnegada”, remarcó.

Ella les agradece el haber crecido en una familia muy unida y con una visión tan clara de cuál es el deber de cada persona que vive en comunidad.

El cuidado por los más desposeídos fue siempre una preocupación de su padre y en sus visitas a la gente necesitada que vivía a orillas del río de las Minas y otras acciones sociales comprendió que los más pobres entre los pobres y los más carenciados son los adultos mayores. Fue, por ello, que con mucho esfuerzo y empeño compró un terreno y comenzó poco a poco a construir una casita, luego otra, para poder dar una vida digna a los ancianos.

“Su disposición –que seguimos fielmente- es que Cavirata debe acoger a los adultos mayores que tengan pensiones mínimas y que no puedan costearse una vida digna. A mí me duele ver que hay mujeres que han trabajado toda su vida y que hoy sólo reciben unos 140 mil pesos. ¡Eso no les alcanza ni para los remedios!”, reparó.

Hoy en el Hogar Cavirata hay unas 20 personas beneficiadas, las que son apoyadas gracias al trabajo generoso de Elena, su familia y mucha gente que entrega diversos aportes. “No es fácil mantener una obra como ésta”, indicó y llamó a los magallánicos a acercarse.

Cuando se le consulta qué piensa de la forma en que muchas personas y empresas publicitan las ayudas que entregan, Elena Rada es terminante: “Me parece muy mal. Uno siempre tiene que ayudar con toda discreción, en secreto”.

“Quiero que mis hijos me recuerden con cariño”

Como era costumbre antaño, Elena fue una madre prolífica y tuvo siete hijos: María Inés, Dante, Miguel Angel, Fernando, Carlos, Sergio y María Isabel. “Es que conocí a mi marido Dante a los 15 años y me casé con él a los 20. ¡Imagínate todo lo que vivimos, pues así eran las cosas en ese tiempo! Me tocó un buen marido, que –como era farmacéutico- siempre estuvo pendiente de la salud y el crecimiento de los niños”, comenta agradecida.

Precisamente, cuando uno le consulta cómo quiere ser recordada luego de haber alcanzado gran notoriedad social en Magallanes o cual querría que fuera su epitafio, contesta raudamente con humildad absoluta: “¡No pienso en eso para nada! ¿Cómo lo voy a hacer? Sólo quiero que mi familia, mis hijos me recuerden con cariño”.