“Las Vírgenes de la Covadonga” y su fe ciega en el trabajo colectivo

3 Comments

– Cada martes, en el kilómetro 12,5 norte, dan rienda suelta a la imaginación, en una sede que construyeron a fuerza de pelar y rallar papas: “¡Uf, no se imagina cuántos milcaos tuvimos que vender!”, dice llena de orgullo Fabiola Alvarado, una de las socias antiguas, mientras extiende los brazos como si pudiera envolver la pequeña casona, ubicada en el corazón del Loteo Varillas.

Todas tienen hijos y más de cincuenta años, trabajan la tierra y se llaman a sí mismas: “Las Vírgenes de la Covadonga”, nombre por el que se han llenado de piropos y bromas en los 12 años que llevan organizadas, pero al que le agradecen el éxito y los triunfos colectivos que ostentan: Construir su propia sede y viajar a capacitarse en reiteradas ocasiones a través del Programa Gestión y Soporte Organizacional, Progyso de INDAP, entre otros.

-Nos organizamos porque era la única manera de conseguir cosas, no podíamos andar cada una por su lado, eso fue el año 2000 si no me equivoco- explica Aurora Reyes, presidenta de la agrupación.

-No -corrige de inmediato Carmen Ampuero-.  Fue el año 2002, acuérdate que primero fue un comité.

Las dos se miran, asienten… todas conversan al mismo tiempo.  Hoy hay seis mujeres en la sede, pero en total participan doce, al menos las más activas. Al ritmo del té relatan lo difícil que es salir adelante en una cultura donde gobiernan los hombres, mientras las sopaipillas y el milcao transitan sin semáforo de un lado al otro de la mesa.

-Todo lo que usted ve acá lo hicimos nosotras. Cada peso que ganamos lo invertimos en construir la casa, sin ayuda de nadie… puro pelando y rallando papas –explica Minerva Paredes.

-¡Uf, no se imagina cuántos milcaos tuvimos que vender! -exclama Fabiola Alvarado, y suelta una risa contagiosa que estimula los recuerdos-.  Si esta casa es pura papa y no cualquiera, sino que de nuestra tierra –cierra la frase.

La sede es una pequeña casa de un solo ambiente, con bosca y cocina, al fondo de la sala están los tejidos y los últimos trabajos que han realizado.

La historia comenzó el año 2000.  Fueron primero cinco mujeres que crearon un comité y se lanzaron a soñar lo imposible. Dos años después ya tenían nombre: Vírgenes de la Covadonga.  “Todas, de manera individual, le pedíamos favores.  Fue como una forma de homenajearla”, sentencia Aurora.

Por eso, cada cierto tiempo aparecen con velas en el santuario, donado por el empresario Jaime Gutiérrez Varillas, quien trajo la estatua de Asturias.  Un pequeño chorrillo cruza el lugar ornamentado con maquinaria ganadera.  Un espacio que con el tiempo se ha transformado en una visita obligada para los feligreses de la zona.

En doce años han participado en distintas actividades y hoy la mitad de las socias de la agrupación es usuaria de INDAP, lo que les ha permitido viajar y conocer experiencias agrícolas de otras zonas del país y dar vida a sus invernaderos.

-Hemos viajado ya tres veces gracias al Progyso, a capacitarnos, la última fue en San Carlos de Chillán –cuenta Aurora Reyes.  El programa de INDAP está orientado a las organizaciones campesinas que requieren contar con una capacidad organizacional dinámica y moderna, que les permita responder eficientemente a las demandas de sus asociados, que no cuenten con los recursos suficientes para lograr por sí solos este objetivo, ni sustentar los gastos que demandan el funcionamiento de estas organizaciones.

-Y cuando fuimos a la Expo del Mundo Rural nos conocían por las “vírgenes” y todas tenemos hijos, incluso algunas nietos–dice Carmen Ampuero y todas estallan en risas.  Llegó el año 1981 de Chiloé y tres años después ya tenía una pequeña siembra de hortalizas.  “Soy chilota, tengo el gen en la sangre, por eso me gusta la tierra. En el invernadero los cultivos dan frutos, pero afuera cuesta que salgan las papas.  Ahora dependemos de cómo esté el clima, luchamos contra el viento, el frío y la escarcha que quema los productos”, explica.

Todas concuerdan que les ha servido estar organizadas. Han logrado mejorar sus producciones y recibir apoyo de distintas instituciones del Estado a lo largo de su vida.

Minerva Paredes, a los once años llegó a la región.  Un tiempo se dedicó a la agricultura y recibió apoyo de INDAP.  Hoy, no es usuaria y quiere volver a levantar su invernadero.  Está confiada en el éxito de la nueva administración: “Cuando llegamos a vivir a este sector, empezamos con un invernadero. Pero el año pasado se rompió, acá no se puede hacer nada contra el viento”, reclama Paredes.

Para Aurora Reyes ser mujer en esta sociedad es difícil: “Imagínate que el año 1999 quedé viuda y cada vez que necesito hacer algún movimiento con mi tierra tengo que pedir autorización a mis hijas, con ellas no hay problema pero están en Falkland, otra en Puerto Montt. Cuando eres mujer tienes siempre que dar una doble pelea con la burocracia de este país”.

Para “Las Vírgenes de la Covadonga” no es fácil avanzar en un mundo machista, pero están convencidas que la “unión hace la fuerza y la fuerza es siempre mayor si todas son mujeres”.