Macarena y Bárbara Álvarez Roehrs: “Nuestra pasión es el campo”

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Aquí en el campo es donde quiero estar siempre”, señala con orgullo Macarena, pese a que uno podría pensar lo contrario debido a su belleza y formas delicadas. Agrega que desde niñas se acostumbraron a montar y a salir a recorrer estos hermosos parajes.

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Casi angelicales resultan estas jóvenes que, al verlas galopar cruzando la laguna Figueroa, en la comuna de Torres del Payne, uno podría imaginarse que son modelos actuando para la publicidad de una marca internacional. ¡Y cualquier marca ya quisiera contratarlas!

Pero, son magallánicas, son nuestras. Se trata de Macarena (27 años) y Bárbara (26 años) que tienen en común el ser hermanas entrañables y compartir una pasión desbordante por la vida en el campo.

Macarena y Bárbara Álvarez Roehrs, verdaderas amazonas de las estancias magallánicas, son hijas de Mauricio Álvarez Kusanovic y de Hella Roehrs.

Antropóloga e ingeniera agrícola, respectivamente, lo que más valoran es la experiencia “única” que han tenido de crecer y vivir en el campo. “Nos sentimos afortunadas. Es algo que muy pocas personas pueden disfrutar”, destaca Bárbara.

Es tanto su apego al aire libre, los caballos y las labores campestres que cuenta cuánto sufrieron cuando, luego de los primeros estudios en la escuela rural de Cerro Castillo, debieron trasladarse a Punta Arenas al Liceo María Auxiliadora para seguir en los cursos superiores y terminar la enseñanza media.

“Fue un cambio muy brusco. Yo me enfermaba de pura pena, porque extrañaba la vida acá. Me llevaban al doctor y él mismo les dijo a mis padres que tenía la enfermedad de Heidi”, recuerda Macarena.

Sentirse aplastadas, no poder recorrer los campos ni sentir los aromas, no poder montar a caballo ni cantar libremente eran las frustraciones que constriñeron sus vidas en la ciudad.

“Aquí siempre me sentí libre”, añade Macarena.

Bárbara agrega que en esta afición por la vida de estancieras nunca fueron forzadas por sus padres. “Es nuestra propia opción y es porque realmente nos gusta”, remarca.

La vida universitaria no fue menos nostálgica e impactante para ellas. Bárbara señala que cuando podía ir al campo de un amigo en Valdivia se acercaba a los caballos. “Cuando podía tocar uno me ponía a llorar”, refiere con sinceridad.

Por haber crecido en medio de las labores campestres, no le temen al trabajo duro ni esquivan las labores propias de criar ganado en una estancia.

“Siempre hemos trabajado a la par con los hombres”, señala con orgullo Macarena, pese a que uno podría pensar lo contrario debido a su belleza y formas delicadas.

De hecho, al momento de la entrevista estaban preparando una marca de ovejas para el fin de semana y dispuestas a levantarse a las cuatro de la mañana para iniciar y comandar estas labores.

Bárbara también destaca cómo el trabajo se organiza en familia y cómo han tenido en sus padres grandes ejemplos de esfuerzo y tenacidad y cómo en los propios trabajadores han tenido a sus amigos. Aquí surge el recuerdo de Titín, “un gran compañero” –remarca Macarena–, el encargado de la estancia El Puma con quien aprendieron a recorrer todos los rincones y vericuetos en la comuna de Torres del Payne. “Es un amigo de nosotras”, subraya.

Contratar las comparsas, aprender a marcar a los animales, organizar los tiempos de esquila y los arreos de ganado son sólo parte de la rutina que año a año enfrentan estas dos muchachas.

 

¿Y el amor?

El encontrar pareja para estas mujeres es un tanto difícil porque tienen que ser hombres que entiendan el oficio y que respeten los tiempos y la lejanía que impone el manejar las estancias familiares.

“Es difícil encontrar alguien con afinidad. Tiene que ser alguien a quien indudablemente le guste estar en el campo, un compañero y ahora lo encontré. Pero, como él mismo está trabajando en el campo, nos vemos cada dos semanas, una tarde”, señala Macarena.

Bárbara añade que espera poder unirse a alguien que, al igual que lo hiciera su padre con su madre, sea un verdadero compañero y que haya mucho respeto en la relación.

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Sus padres

A estas jóvenes se les dulcifica más el rostro cuando se les pide hablar de sus padres. “Siempre están ahí y muy unidos”, subraya Bárbara.

“Nos dieron tanta estabilidad al mantener un hogar en que todos se tratan con respeto y unión. Nunca una pelea fuerte, salvo los desencuentros que son normales, y eso da mucha seguridad y confianza de que es posible formar una familia y mantenerse unidos”, remarca Macarena.

Pero, tienen sus propias cuentas que cobrar. Admiten que se sintieron celosas cuando su madre, Hella Roehrs, asumió el desafío de sacar adelante el Hotel Posada Tres Pasos. Entonces, veían cómo preparaba kuchenes, tortas y, al sentir los agradables aromas, pensaban que eran delicias culinarias para ellas.

“Creíamos que íbamos a tener onces maravillosas, pero traía los pasteles al hotel y nos poníamos celosas. Le reclamábamos: ‘¿Por qué estás todo el día allá?’. Bueno, entonces éramos mucho más chicas y estábamos mal acostumbradas”, relata Bárbara.

Ahora, ya no son los celos, sino el amor a la estancia donde está el hotel el que las lleva a pasar casi todo el verano en el sector de Cerro Castillo. “Me encanta, lo encuentro mágico, aunque me gustaría dedicarme a los trabajos de la estancia antes que a los de turismo”, indica Macarena.

Bárbara agradece a sus padres el que les hayan dado la oportunidad de crecer y conocer la vida campestre, tanto como la familia que tiene.

De su madre, Macarena destaca su bondad y su gran voluntad de ayudar a todos. “Con la gente que trabaja tiene un corazón muy grande”, acota.

Macarena resalta que su padre es inteligente y que es humilde.

Bárbara remarca la bondad de su madre, su perseverancia, su constancia y su energía. “La voluntad que tiene para hacer las cosas. No para. Realmente me impresiona”, confiere.

De su padre, la tranquilidad, la capacidad de no perder la calma es algo que la maravilla.

A su vez, cada hermana expresa admiración por la otra. Las dos admiten que se aman entrañablemente y que se sienten compañeras del alma.

Bárbara destaca que Macarena es alegre. “Se pasa riendo todo el día”, señala. “Ella es mi compañera. Vamos para todos lados con mi hermana. A veces, tenemos las peleas normales”, dice riéndose.

Amables y dulces, estas dos mujeres nacieron predestinadas a vivir entre ganado, caballos, perros y lazos. Macarena y Bárbara representan a la nueva generación que tiene en sus manos el futuro de las estancias magallánicas.

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