Ser mujer desde el lugar en el que habitamos

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ARBOL-PEINADO-POR-VIENTO

María de los Ángeles Fernández Ramil
En Twitter: @mangeles21

Las chilenas vivimos tiempos entre expectantes y desgarrados. Múltiples exigencias, a las que queremos dar óptimas respuestas en variados frentes, se confrontan con nuestras reales posibilidades.

Nunca habíamos estado mejor antes,  a pesar de que sentimos todavía cansino el paso con el que avanzamos.

El siglo XX ha sido denominado  ™siglo de las mujeres∫ porque, entre otras cosas, logramos nuestro estatuto de ciudadanas y el reconocimiento de la igualdad formal. Hemos roto la barrera del acceso a múltiples ámbitos y actividades. Hoy, las mujeres incursionamos en terrenos insospechados. Tanto es así que, a pesar del Chile conservador, la misma mujer que ya rompió un récord siendo Presidenta una vez, pudiera volver a serlo.

Sin embargo, emergen otros obstáculos tanto más resistentes de combatir y que nos hablan de la distancia que hay que recorrer para llegar a la igualdad efectiva.

Cuando todavía no hemos superado una discriminación, surge otra en el camino, que se superpone y hace doblemente difícil el avance. Lidia Heller, en su libro ™Voces de mujeres.
Actividad laboral y vida cotidiana∫, añade al ™techo de cristal∫, idea que recoge los obstáculos artificiales e invisibles que impiden el acceso de las mujeres a posiciones de mayor nivel, en cualquier tipo de organización, otras expresiones tanto o más gráficas de los impedimentos que enfrentamos: ™sueños divididos∫, en alusión a las tensiones que produce el ansia de compatibilización del mundo laboral y las relaciones afectivas; ™frontera de cristal∫, que se produce cuando hay de por medio traslados al extranjero del lugar de trabajo; ™barreras laterales∫, entendiendo por tales los factores que limitan el potencial femenino y ™pisos pegajosos∫, por las presiones y condicionantes históricos que asaltan a las mujeres, de tipo subjetivo. Entre ellas, está la culpa. Erica Jong dijo alguna vez: ™Muéstrame a una mujer que no sienta culpa y te mostraré a un hombre∫.

Por todas partes, nos llegan mensajes que nos dicen que no podemos querer tanto, que no podemos quererlo todo, que debemos conformarnos.

øQué queremos, con qué soñamos, a qué aspiramos?, øencuentran eco en nosotras las voces que nos hablan del ser mujer desde el centro del país?, øcómo vivimos esa condición desde la región que habitamos, tan lejana de todo pero que bien pudiera ser, parafraseando el título de un libro de Carlos Franz, ™el lugar donde estuvo el paraíso∫?, øcómo asumimos nuestra condición de mujeres magallánicas, en un territorio con el segundo índice de masculinidad más alto de todo Chile?, øcómo percibimos y vivimos, desde el lugar más austral del mundo, la subordinación que se infiere de una sociedad moldeada por la experiencia masculina, pero también nuestras ansias de empoderamiento y reconocimiento a nivel físico, laboral y político? Estas y otras preguntas aspiran a indagar este espacio con ustedes y para ustedes porque, como dice Maitena, las mujeres somos todas muy distintas, pero a todas nos pasan las mismas cosas.