Las mejores poesías que cantan al amor

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Desde los tiempos remotos hasta nuestros días, la poesía tiene en el amor uno de sus motivos recurrentes. ¡Qué mejor que leer algunos trozos escogidos para alimentar el alma en este Día de San Valentín!

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Poema 5

(Pablo Neruda, Premio Nobel de Literatura, 1971)

Para que tú me oigas

mis palabras

se adelgazan a veces

como las huellas de las gaviotas en las playas.

Collar, cascabel ebrio

para tus manos suaves como las uvas.

Y las miro lejanas mis palabras.

Más que mías son tuyas.

 

Poema 12

Para mi corazón basta tu pecho,

para tu libertad bastan mis alas.

Desde mi boca llegará hasta el cielo

lo que estaba dormido sobre tu alma.

Es en ti la ilusión de cada día.

Llegas como el rocío a las corolas.

Socavas el horizonte con tu ausencia.

Eternamente en fuga como la ola.

He dicho que cantabas en el viento

como los pinos y como los mástiles.

Como ellos eres alta y taciturna.

Y entristeces de pronto como un viaje.

Acogedora como un viejo camino.

Te pueblan ecos y voces nostálgicas.

Yo desperté y a veces emigran y huyen

pájaros que dormían en tu alma.

 

A Una Amada Safo de Mitilene

Paréceme a mí que es igual a los dioses el mortal que se sienta frente a ti, y desde tan cerca te oye hablar dulcemente y sonreír de esa manera tan encantadora.

El espectáculo derrite mi corazón dentro del pecho. Apenas te veo así un instante, me quedo sin voz. Se me traba la lengua. Un fuego penetrante fluye en seguida por debajo de mi piel. No ven nada mis ojos y empiezan a zumbarme los oídos. Me cae a raudales el sudor. Tiembla mi cuerpo entero. Me vuelvo más verde que la hierba. Quedo desfallecida y es todo mi aspecto el de una muerta…

 

Cuando Nuestros Ojos Se Encontraron A Través Del Seto

(Rabindranath Tagore, Premio Nobel de Literatura, 1913)

Cuando nuestros ojos se encontraron a través del seto,

pensé que iba a decirle alguna cosa; pero ella se fue.

Y la palabra que yo tenía que decirle se mece día y noche,

como una barca, sobre la ola de cada hora.

Parece que navega en las nubes de otoño, en un ansia sin fin;

que florece en flores de anochecer,

y busca en la puesta del sol su momento perdido.

Chispeaba la palabra, como las luciérnagas, por mi corazón,

buscando su sentido en el crepúsculo de la desesperanza;

la palabra que yo tenía que decirle.

 

Vergüenza

(Gabriela Mistral, Premio Nobel de Literatura, 1945)

Si tú me miras, yo me vuelvo hermosa

como la hierba a que bajó el rocío,

y desconocerán mi faz gloriosa

las altas cañas cuando baje al río.

 

Tengo vergüenza de mi boca triste,

de mi voz rota y mis rodillas rudas;

ahora que me miraste y que viniste,

me encontré pobre y me palpé desnuda.

….

Es noche y baja a la hierba el rocío;

mírame largo y habla con ternura,

¡que ya mañana al descender al río

lo que besaste llevará hermosura!

 

 

Cantar de los Cantares

(libro de la Biblia, atribuido a Salomón)

¡Oh, si él me besara con besos de su boca!

Porque mejores son tus amores que el vino….

 

He aquí que tú eres hermosa, amiga mía.

He aquí eres bella, tus ojos son como palomas.

 

He aquí tú eres hermoso, amado mío, y dulce;

nuestro lecho es de flores…

 

Como el manzano entre los árboles silvestres. Así es mi amado entre los jóvenes;

bajo la sombra del deseado me senté, y su fruto fue dulce a mi paladar.

Me llevó a la casa del banquete, y su bandera sobre mí fue amor.

Sustentadme con pasas, reconfortadme con manzanas; porque estoy enferma de amor.

 

En una Estación del Metro

(Oscar Hahn, Premio Nacional de Literatura, 2012)

Desventurados los que divisamos

a una muchacha en el Metro

y se enamoraron de golpe

y la siguieron enloquecidos

y la perdieron para siempre entre la multitud

 

Porque ellos serán condenados

a vagar sin rumbo por las estaciones

y a llorar con las canciones de amor

que los músicos ambulantes entonan en los túneles

 

Y quizás el amor no es más que eso:

una mujer o un hombre que desciende de un carro

en cualquier estación del Metro

y resplandece unos segundos

y se pierde en la noche sin nombre.