Diana, la matriarca del clan Abu-Gosch

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De carácter fuerte, esta mujer de rostro expresivo nos abrió las puertas de su vida. ¿El éxito de sus emprendimientos? Su intenso trabajo, su rigurosidad y su convencimiento de  que “la gente se merece lo mejor”.

Diana 005La duda es una palabra que no va con ella. De decisiones rápidas, es una mujer a la cual le gusta crear, generar emprendimientos, hacer cosas que trasciendan. Esto, con el convencimiento de que “la gente se merece lo mejor”.

Así comienza a develarse ante nuestros ojos esta mujer, cuya fortaleza es ella misma y su disciplinado concepto del trabajo. “Extrema, acelerada”, son dos conceptos que usa para autodefinirse.

De pensar y hablar rápido, siente que cada uno debe ser responsable de sus decisiones y preocuparse de su entorno.

Aunque algunos podrían considerarla mandona, ella prefiere decir que es clara en sus ideas y en sus órdenes, pero que, a la vez, es súper humana.

“No soporto a la gente floja. Eso sí que me genera problemas”, reconoce.

Detrás de estas definiciones tan rotundas como ella, se despliega ante nuestros ojos simplemente… Diana, la matriarca del clan Abu-Gosch.

 

Orgullosa de sus padres

Diana Abu-Gosch nació en Santiago, en una familia numerosa, de ocho hermanos (siete mujeres y un hombre).

“La historia de mis padres es muy linda”, es lo primero que surge de sus labios cuando uno le pregunta sobre su vida.

Sus padres Wadia y Haysem Abu-Gosch se conocieron y casaron en Belén, Palestina, cuando su madre tenía sólo 16 años. El primer hijo falleció a 40 días de haber nacido.

Dada la situación económica de la época, un joven Haysem Abu-Gosch emigró a América, en 1941, y se estableció en Santiago. “Vino en busca de mejores horizontes. No con poco sacrificio familiar, pues dejó a mi madre en Belén con tres hijas, pero con la promesa que se reencontraría con ellas apenas tuviera la posibilidad de hacerlo”, recuerda.

Diana 004Cinco años debieron pasar para que Haysem pudiera cumplir con lo prometido.

“Mi madre era hija única. Al principio no quería casarse porque era consentida. Pero, los cinco años que estuvo sola con sus hijas se la pasó llorando”, acota.

 

“Mi madre se vino sin conocer el idioma, sin saber nada del país al cual venía a radicarse y llegó a una casita modesta, muy modesta, en que mi padre tenía lo básico para poder recibir a su familia… Fruto de ese reencuentro nací yo”, destaca Diana con mucho orgullo y satisfacción. Luego de ella, llegarían otros cuatro hijos.

¿Por qué la llamaron Diana?, le preguntamos, pero no lo tiene claro. Cree que sus padres veían muchas películas de la época y que de ahí se inspiraron para escoger los nombres, pues otras de sus hermanas se llaman Linda, Leyla y Nadia.

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Llegada a Punta Arenas

Diana conoció a Ramón Jacob en Santiago,  el que por esos años trabajaba para su padre, quien  le tenía mucha confianza y estima.

Diana y Ramón organizaron una fábrica de confección de ropa para bebé en la capital llamada “Súper Nene”. Les iba bien, pero su padre insistió en que se trasladaran a Punta Arenas a hacerse cargo de otra industria pues aquí existían franquicias tributarias importantes.

“Mi padre tenía muy buenas migas con mi marido”, comenta Diana.

 

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Corría ya 1975

“Mi papá insistió hasta que nos convenció y en dos meses tuve que desarmar mi casa y trasladarme a Punta Arenas con un hijo de sólo 45 días (Scandar) y Susy que tenía dos años”, destaca con orgullo.

Así, Ramón Jacob al llegar a Punta Arenas se hace cargo de la empresa apoyado por Diana. La textil se ubicaba en calle 21 de Mayo. Allí se vendían telas para ropa de trabajo.

Y, aunque venían sólo por un par de años, luego llegarían La Rebaja y La Rioja. Más tarde, se instalarían en Zona Franca y, como Abu-Gosch, en el centro.

El éxito de sus tiendas fue vender a bajos precios y mover la mercadería rápido, lo cual era desaconsejado en esos tiempos.

Más tarde, los Abu-Gosch incursionaron en el retail y nacerían sus supermercados y el hipermercado que lleva hasta hoy el nombre familiar.

 

Diana, la emprendedora

Mientras los negocios de la familia crecían, Diana inició sus propios emprendimientos.

“Decidí instalar mi tienda, porque aquí en Punta Arenas no había un lugar, un espacio donde las mujeres pudieran ir y vestirse un poco mejor, en forma más entretenida. Otorgar un espacio más acogedor y un lugar donde ir a elegir ropa más acorde a lo que había en Santiago”, recuerda.

Así nació Scandal, en ese entonces ubicada en calle José Nogueira, donde estaba El Cañón.

“Era un boliche que tenía piso de tierra. Lo arreglamos, le pusimos vitrina de aluminio, focos, letras. Resultó muy vistoso”, señala Diana.

Pero, la apuesta resultó demasiado revolucionaria para el Punta Arenas de mitad de los ’70, más bien conservador, donde todos se vestían iguales, con los clásicos gamulanes y botas Morlan.

 

Revolución de vitrinas

Contra viento y marea, Diana siguió adelante con su renovación. De hecho, ante una pregunta, admite sin asomo de timidez que se puede decir con toda propiedad que ella cambió el concepto de vitrina en Magallanes.

“A las luces y colores, pusimos maniquíes”, recuerda y agrega que ello le valió el repudio de alguna gente que le decía que era un estilo muy estridente, que no iba a gustar a los magallánicos. “Incluso, en un momento se me ocurrió colocar unos panes gigantes en vitrina y no faltó el que cuestionó ello diciendo que en la calle había gente que pasaba hambre”, comenta.

 

Sus dolores

¿Dolores? Bastantes, sobre todo aquel que hasta el día de hoy trata de sobrellevar: la muerte de su padre Aysem.

“La muerte de mi padre en Santiago, viviendo yo en Punta Arenas, de un paro cardiaco es lo más doloroso que me ha tocado vivir. Resentí la lejanía. Era 1984 y sólo logré embarcarme a las 15 horas y llegar a mi casa en Santiago cuando mi padre ya estaba en una urna y mi casa estaba llena de gente. Fue súper fuerte. Tenía una relación intensa con mi padre y lo extraño mucho”, declara.

Y, bajo el influjo del complejo de Electra, le sobran las palabras para hablar de ese “hombre maravilloso” que fue Aysem. “Tuvo una vida intensa, en la época de pos guerra. Hablaba cuatro idiomas y chapurreaba como tres. Sabía cómo dirigirse a las personas, desde un rey a un empleado, sin distingos y con absoluta propiedad. Nos hablaba de todo y nos enseñó valores”, se explaya.

Hace 15 años, Diana sufrió un dolor similar al fallecer una sobrina muy querida atropellada en Santiago. “Otra vez la lejanía, llegar cuando todos estaban, al último. La distancia se siente más en estos casos. En Punta Arenas, sólo tengo a mis hijos y nietos. Al resto de mi familia la tengo toda lejos y la extraño aún a pesar de que han pasado 38 años”.

 

Diana 006Su filosofía de vida

“Hay gente que me dice: ‘Usted sí que ha tenido suerte’. ¡No es suerte! Creo que lo piensan porque no saben todo el esfuerzo que hay detrás de lo que he hecho. Soy muy rigurosa, escucho a la gente”, señala.

En sus negocios -prosigue-, su mayor fortaleza es la atención, el servicio.

“He luchado toda mi vida”, remarca esta mujer que declara que cree en Dios y que su familia es su mayor orgullo. De paso, no puede dejar de comentar que tiene ya ocho nietos de sus hijos Susy, Scandar y Karim.

“He pasado momentos súper duros, pero no ando quejándome. También he aprendido a vivir con lo que hay, a darme al lugar en que he llegado a vivir y hoy amo a Magallanes. Me siento súper bendecida por la vida. Soy súper fuerte y he sido feliz con todo y nada”, concluye en una suerte de declaración de principios que le ilumina su expresivo rostro.