La primera línea de salud en Magallanes

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Catalina Rosales

Las mujeres son reconocidas por su empatía y valentía, en muchos casos las líderes de sus hogares y quienes primero socorren a alguien cuando necesita su ayuda. Catalina Rosales, no es la excepción, a sus 33 años, ya lleva más de 10 años trabajando en el Hospital Clínico de Magallanes, llegó a hacer su práctica profesional en el hospital viejo y de ahí nunca se fue.

Catalina, como enfermera supervisora del 4º piso del hospital, ha estado cara a cara con el Coronavirus, ya que es en su piso es donde se otorga la atención a los pacientes contagiados en este momento.

Para ti, ¿cuál es la peor cara del Covid-19?

“Es bien complejo desde el punto de vista emocional más que nada, y eso afecta la recuperación del paciente. Porque al ingresar al hospital, pierden contacto físico con su familia y en la etapa de recuperación la persona necesita el apoyo familiar y acompañamiento”.

Dentro de su alcance, el personal médico hace todo lo posible para que las personas se recuperen, pero estar sin un ser querido, ha sido el gran problema que deben enfrentar en la mayoría de los casos. Las personas necesitan de su entorno para poder fortalecerse anímicamente y sobrellevar la enfermedad. Por eso, ellos en la medida de sus posibilidades, tratan de que los pacientes puedan tener video llamadas con sus familiares y así disminuir la sensación de soledad y ayudarlos a tomar fuerzas, para que sigan dando la pelea en esta batalla, donde no siempre son vencedores.

¿En qué ha cambiado tu vida desde marzo con el Covid-19?

“En lo personal he tenido muchas restricciones familiares y tuve que dejar muchas cosas de lado para continuar trabajando y en lo laboral, ha habido un cambio importante en la dinámica de trabajo. Estuve de vacaciones en febrero y cuando llegué, comencé a trabajar preparándonos para la pandemia in situ, preparando nuestros servicios para recibir pacientes, además de preparar al personal; trabajar en capacitaciones de forma intensa, teniendo ese miedo de cómo iba a ser esto.

Al principio esto tenía una fecha de término y ahora siento que esto se está prolongando, acostumbrándonos a esto y asumiendo una nueva forma de trabajo y de vida, pero siempre con la esperanza de que esto mejore”.

¿Cómo has llevado las relaciones familiares?

“Yo vivo sola, pero somos muy cercanos con mi familia a pesar de que vivamos en casas separadas. Por esto me ha afectado mucho el hecho de no poder compartir con ellos. Ha tenido un costo, porque trabajamos y nos encerramos”.

Catalina, comenta que actualmente, vive con una compañera de trabajo, que recibió en su casa, ya que su colega tiene familia, la cual teme contagiar, por lo que está fuera de su hogar en este momento, para poder trabajar y continuar salvando vidas, sin tener que ser un peligro para sus seres queridos.

¿Cuál ha sido tu peor momento con la pandemia?

“En lo laboral hubo dos momentos. El primero fue cuando partimos con esto, en el turno de noche del 30 de marzo, cuando llegaron los primeros pacientes Covid-19, me dio mucho miedo de que el personal se enfermara y me daba miedo que el susto en ellos, los llevara a cometer algún error, pero ellas me tranquilizaron porque hicieron las cosas bien y de forma correcta.

El segundo momento fue cuando los funcionarios comenzaron a enfermarse, sufrí mucho por eso. Eso fue en abril, con trabajadoras jóvenes de 23 años aproximadamente. Eso me afectó mucho. Después de vivir el proceso con ellas, hubo un grupo importante de funcionarios que también se enfermaron y fue complejo en lo laboral”.

Mucha gente cree que la cuarentena ya no sirve. Tú que convives con el Covid-19 día a día ¿qué piensas?

“No está pronta a irse la pandemia y con respecto a la cuarentena uno puede ver mucho tránsito de personas y ahí uno se cuestiona de que tan efectivo es. La gente debe ocupar bien los permisos, entendiendo que necesitan hacer trámites o movilizarse, pero vemos que no baja la movilidad ciudadana”.

¿Qué le dirías a los magallánicos?

“Nosotros estamos aquí, vemos que esto es real, vemos como la gente sufre durante el proceso de enfermedad, sufre esta soledad, eso es por parte del paciente, pero nosotros también estamos alejados de nuestras familias, para poder venir y mantener nuestro compromiso con la comunidad, de aportar desde el lugar que nos tocó en este momento, que es desde el ámbito de la salud, damos nuestro mejor esfuerzo todos los días, pero hay un momento donde igual nos cansamos y ahí nos damos cuenta que esto sería mucho más fácil, si la comunidad estuviera en la misma frecuencia que nosotros, de cuidarse ellos y cuidarnos a nosotros también, porque en realidad si no existe esta conciencia social regional, no solo de la ciudad, sino que de la región, vamos a continuar de esta manera y en realidad no sabemos hasta cuando las fuerzas van a continuar”.

 

Este es un proyecto financiado por el 6% del FNDR del Gobierno Regional de Magallanes y de la Antártica Chilena.

Ejecutado por: FIDE XII