El arte de lo Cotidiano

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Por María M.

 

Abandona ello,

la tierra fangosa, los gritos ocultos,

la muchedumbre, el sudor y el pudor.

Abandona también las noches tristes,

el árbol encantado y esa cajita vieja.

No te lleves los recuerdos,

salvo aquellos que te salvan.

Y aférrate,

aférrate a la noche limpia y estrellada

a las palabras

al abrazo

a los versos

a los sueños juntos

y al universo encantado.

 

 

 

 

¿Y si somos dos para siempre?

  Más allá de este mundo

allá donde la imaginación ya no alcanza.

¿Y si nos mudamos en alma?

Cuando nuestros cuerpos nos dejen

y seamos solo y más que aire.

  ¿Y si somos eternidad?

En páramos de estrellas y nuevos mundos

donde sigamos siendo dos en uno.

¿Y si volvemos juntos ahí donde comenzamos?

  ¿Y si somos destino?

¿Y si de esto se trataba todo?

De un día fundir nuestras miradas

como se funden los ríos con el mar

para ser uno en piel

para amar con este amor loco

  y apasionado y encendido y eterno y necio

porque tú y yo nos conocíamos

desde el inicio de todos los tiempos.

Entre crudas realidades y raspones,

  caídas, dolores y carencias,

rabias, heridas y ausencias

elijo agradecer a las eternas profundidades,

a los remolinos,

a aquella oscuridad inquebrantable.

Porque ahí, justo ahí,

en la zozobra,

en el punto más negro de mi galaxia

mientras el sueño era tan profundo

y los fantasmas más gélidos me rodeaban

Tú, Vida, boca a boca me besaste.