De pronto, ingresa una mujer menuda, pero que, en su andar y en su expresión facial, exuda la fuerza y el impecinamiento que la han guiado desde niña. Su look la representa: una suerte de juego constante entre la rudeza de las labores de campo y su femeneidad. Lleva un jeans y un chaleco de lana de tonos cafés, que tiene alrededor del cuello hermosos motivos blancos. Tejido por ella, nos comenta que tiene como particularidad no sólo el hermoso color y el diseño, sino el espesor de las fibras. 

¿Y quién mejor que ella puede reparar en aquello? Porque en los galpones de esquila de Magallanes, donde el viento corta y la rutina exige precisión, rapidez y resistencia, trabaja Camila Quinteros, puntarenense, acondicionadora de lanas y una de las voces más comprometidas con la dignificación de este oficio en Chile. 

Hoy, su esfuerzo y persistencia fueron reconocidos a nivel nacional, pues Camila acaba de ser distinguida como Mujer Agroinnovadora 2025 en categoría regional por la Fundación para la Innovación Agraria (Fia). El reconocimiento se suma al Premio Revela Mujer, otorgado recientemente por la Corporación Mujeres con Impacto en la categoría Acción que Inspira.

Para ella, cada premio es un impulso, pero también un símbolo. “Represento a todas las personas que trabajamos en los galpones de esquila en Magallanes”, dice y lo declara desde la experiencia, pues Camila ha recorrido el mundo aprendiendo, perfeccionándose y llevando el nombre de la región a escenarios donde la lana y sus oficios son altamente valorados.

De hecho, el mes pasado participó en una competencia en Falkland/Malvinas, donde, en forma sorprendente, doblegaron al campeón mundial en la primera fase. Aunque aquello no fue suficiente para ganar el campeonato, sí los llenó de orgullo y les dio mayor fuerza para seguir avanzando en la esfera de las ligas mayores de la esquila y el acondicionamiento de lana.

Una historia que nace del estudio, el viaje y el amor por el campo

Aunque hoy es conocida por su rol en la esquila y el acondicionamiento de lanas, Camila es también Magíster en Biodiversidad y Taxonomía de las Plantas y Licenciada en Ingeniería Agronómica. Sus años de estudio y trabajo científico la llevaron incluso al Ártico, pero la vida la condujo nuevamente hacia el mundo rural.

“Estuve muchos años dedicándome a la ciencia, y mi pareja trabajaba como esquilador en Escocia. Era difícil sostener una familia así. Entonces me uní a él en la esquila”, cuenta. Allí comenzó todo: en Nueva Zelanda recibió entrenamiento formal de una especialista maorí; luego vinieron Australia y el Reino Unido, donde perfeccionó técnicas, conoció otras razas, aprendió hilado y se involucró profundamente en el rescate de razas nativas y la educación sobre el valor de la lana.

Hoy, junto a su compañero y su hija -quien ya crece bilingüe y entre vellones, jardines y galpones- forman una familia dedicada por completo a un oficio que aman. Su proyecto familiar, Oveja Nómade, es parte de esa misma misión: visibilizar, educar y transmitir respeto por la lana, su origen y su calidad.

Un oficio que se aprende en el mundo y se defiende en casa

En Magallanes, explica Camila, el acondicionamiento de lanas no es una labor tradicional: “Aquí se conocen el vellonero, el escobero y el mesero. El acondicionador reúne las tres funciones y prepara el vellón para que llegue limpio, separado y listo para ser clasificado. Eso se hace de forma sistemática en Nueva Zelanda, Australia o el Reino Unido, pero casi no existe acá”.

Ese vacío es el que ella y su equipo han intentado llenar: capacitar, profesionalizar y abrir caminos para que nuevos jóvenes puedan viajar, certificarse y mejorar su oficio recorriendo el mundo. También han levantado iniciativas como ‘La verdad sobre la lana’, campaña de educación destinada a jardines, escuelas y organizaciones rurales, con el fin de mostrar el valor de este recurso y de la cadena humana que lo trabaja.

Reconocimientos, competencias y desafíos

El 2023, Camila y su equipo participaron en el Mundial de Esquila en Escocia, donde sorprendieron a competidores con décadas de experiencia. Este año, vienen llegando de una importante competencia en las Islas Falkland/Malvinas, donde fueron recibidos incluso por la autoridad local debido al creciente interés internacional por el desarrollo de este oficio en Chile.

Pero no todo es reconocimiento. Camila también habla de barreras invisibles: las duras condiciones para las mujeres en galpones sin infraestructura básica, los prejuicios hacia quienes trabajan en la esquila, y la falta de institucionalidad deportiva que permita a Chile competir con fuerza en el circuito mundial.

Aun así, avanza. “Lo que buscamos es profesionalizar el oficio. Si es valorado en Nueva Zelanda, Australia o el Reino Unido, ¿por qué no aquí?”, dice con convicción.

Mirando hacia adelante

En paralelo a la esquila, Camila sigue explorando caminos ligados al textil: hilado en huso, rescate de razas locales y talleres educativos.

Ahora, con estos nuevos reconocimientos, su trabajo comienza a encontrar una red más amplia de apoyo, mentoría y visibilización a nivel nacional. Pero, para ella, la motivación sigue siendo la misma: la pasión por el campo, la lana y la profunda convicción de que la tradición también es innovación.

“Lo que hacemos no lo hacemos por dinero. Lo hacemos porque amamos este oficio. Somos de Punta Arenas, somos del sur, y queremos aportar algo a la región”, afirma.

Hoy, Camila Quinteros encarna justamente eso: una mujer que inspira, que innova desde el oficio, y que demuestra que la lana -como la vida en el campo- puede tejerse con ciencia, técnica, resiliencia y corazón.

Publicaciones Similares

Deja una respuesta