Desde su taller en Chicago, la artista visual Daniela Kovacic explora con sensibilidad y honestidad la representación del cuerpo y la otredad, en un trabajo que entrelaza técnica, introspección y crítica social. Su más reciente exposición, centrada en la discapacidad, no sólo interpela prejuicios arraigados, sino que abre un espacio de diálogo y reconocimiento a través de la pintura figurativa. “No me considero una activista, pero mi obra sí puede generar reflexión”, afirma Kovacic, quien defiende el arte como un gesto profundamente humano y político.
– ¿Cómo nació tu interés por la pintura al óleo y qué te atrajo particularmente de esta técnica?
– “Estuve expuesta a la pintura al óleo desde que tengo recuerdo. Mi padre pintaba en casa y mi abuela materna también pintaba al óleo. Me atrajo, y me atrae aún, el poder de absorción o el magnetismo que me causa la representación básica de figuras reconocibles y la materialidad de la pintura al óleo”.

– ¿Quién o quiénes son tus referentes en esta técnica?
– “La influencia de ciertas obras o artistas en mi camino ha sido extensa y no se limita a referentes exclusivos a la pintura. He admirado a distintos artistas en diferentes etapas de mi vida. Lo que más me ha quedado grabado en la retina son obras de los prerrafaelistas, los que disfruté a una temprana edad, en especial por la narrativa de éstos. De ese grupo, admiraba mucho las pinturas de John Everett Millais. De ahí, me impactó una obra gigantesca de Gottfried Helnwein que colgó en una iglesia, el videoarte de Bill Viola y la brutalidad del realismo de Lucian Freud. Más tarde, me fasciné con los grabados con influencia japonesa de Mary Cassatt y cómo estos permearon su pintura, y la fuerza de los aguafuerte de Kathe Kollwitz”.
– ¿Todas tus creaciones abrazan el realismo como estilo? ¿Por qué?
-“Mi pintura ha pasado por ciertas transformaciones desde un realismo más expresionista hacia una pintura de observación más analítica. Pero sigue dentro de la misma categoría. “En un principio, me incomodaba que me encasillaran dentro del realismo. Pero una vez que lo entendí de un modo más amplio, pensé que era el término adecuado. Mi desconfianza con algunos tipos de realismos yace en la idea de un arte (puro, limpio, cristalino, superficial) donde la mano y el error del artista deben ser eliminados en pos de la técnica. Cuando el valor y objetivo único de la obra está centrado en la perfección, entonces no posee ningún vínculo con la realidad.

“El modo en que un artista se expresa, en este caso, el modo en que un pintor ejecuta su trabajo, responde a un impulso primitivo. Al menos eso siento. No creo que uno elija una técnica específica ya que uno tiene un temperamento, como tiene un modo de comunicarse o de reír o caminar. Es lo mismo con la pintura. Claro está que sí hay factores externos que influyen en decisiones que, a veces, no son completamente conscientes. Es muy probable que mi padre, quien también es cercano al arte figurativo, haya sido un factor importante. Pero yendo hacia la razón más simple: me gusta pintar mi experiencia y encuentro en la figuración un lenguaje directo y profundo”.
– ¿Qué sientes cuando tomas un pincel y te enfrentas al momento creativo y de plasmar en un lienzo tu idea o concepto de trabajo?
– “Emoción. Algo que disfruto muchísimo es el comienzo, cuando nada está dicho y todas las posibilidades están abiertas, ya que nunca sabes con exactitud para donde te va a llevar la obra”.

LA VIDA EN CHICAGO
En el 2010, Daniela estaba exhibiendo bastante en Santiago, pero quiso ir a estudiar afuera del país con unos pintores específicos que tenía en mente. Gracias a Fulbright y a Becas Chile, pudo realizar ese sueño y cursó sus estudios de posgrado en Nueva York. Luego, volvió a Chile cumpliendo los requisitos de estos programas. “Al cabo de tres o cuatro años en Punta Arenas decidimos, con mi marido norteamericano, volver a Estados Unidos”, recuerda.
– ¿Qué significó para ti montar una exposición en Chicago y cómo surgió la oportunidad de compartir un espacio creativo con otros artistas?
– “Este cuerpo de obra, originalmente, iba a ser expuesto en una galería de Nueva York en el 2024. Desafortunadamente, esta galería cerró el mismo año en que tendría la exhibición. Esto produjo un momento de estancamiento en este proyecto, pero mirando hacia atrás creo que fue un tiempo extra necesario para madurar mis ideas y concepciones. Al exhibir “Seeing and being seen” en Chicago, sentí alivio, ya que después de la cancelación del evento en Nueva York me sentía en deuda con todas las familias que me abrieron sus puertas y confiaron en mí. Además, la mayoría de las familias con las que trabajé eran de acá, por lo que pudieron asistir a la inauguración.
“Mi taller está en Rogers Park en Chicago, en un galpón donde trabajan alrededor de 50 artistas. Cada medio año hacemos un evento que se llama “Taller abierto”, donde abrimos nuestros lugares personales de trabajo al público. La dueña de la galería, donde serán expuestas mis obras, asistió a este evento y me ofreció una exhibición individual.
“Encontré este taller de pura suerte y fue maravilloso. Anteriormente, tuve talleres en otros lugares, pero Rogers Park es un barrio más diverso y, aunque mi taller no es compartido, tengo la oportunidad de relacionarme con artistas de Irán, Sudán, Norteamericanos, Latinos, etc.”.
LOS MIEDOS Y EL NECESARIO DESAPRENDIZAJE
– ¿Por qué escogiste para esta exposición como temática la discapacidad?¿Qué aprendizajes personales y artísticos te dejó trabajar en un entorno tan diverso e inclusivo?
– “Mi cuestionamiento no tiene que ver con la discapacidad en sí, si no con mis concepciones y las concepciones de nuestra sociedad en cuanto a ésta. Me acerqué a esta comunidad porque concienticé mis propias falencias. Me di cuenta de mis miedos y mi ignorancia.
“En una de las pinturas de esta serie, retraté a una niña de 17 años. Formamos una linda relación, con ella y su familia. Esta niña sólo puede mover una mano y respira por un tubo conectado a su tráquea. Nuestro modo de comunicación es el siguiente: ella deletrea las palabras con lenguaje de señas y su mamá o papá traducen. Bueno, le pregunté si había algo que le gustaría decirle a la gente que vaya a la exposición y yo pintaría el mensaje en lenguaje de señas. Ella eligió cuatro palabras, dos que representaban cómo ella se veía a sí misma y otras dos que representaban cómo ella creía que otras personas la veían. Ambas respuestas me chocaron. Primero me dice: “amada” y “feliz”; y luego, “inhumana” y “mascota”. Me impactó su percepción de sí misma -amada no, yo sé que es amada- como también la brutalidad de las palabras elegidas para describir cómo ella cree que la sociedad la ve. ¿Por qué me impactó que dijera feliz? ¿Por qué creí que ella no podía ser feliz? Este simple intercambio me demostró todo lo que tengo que desaprender y lo que me falta por aprender”.
Representar a personas con discapacidad en su obra fue percibido casi como un acto revolucionario, lo que revela la falta de visibilidad de esta comunidad. Daniela Kovacic cree que el arte puede generar cambios de percepción y aspira a que estas personas no solo se sientan representadas, sino también tengan acceso real a espacios creativos.
Sobre inclusión y diversidad en su proceso creativo, señala que su conciencia sobre la inclusión surgió en Estados Unidos, donde ser forastera en un país de forasteros la conectó con la experiencia compartida de la “otredad”, una idea que nutre profundamente su elección de temas y personajes.
MIRAR, RECONOCER, RESPETAR Y CONECTARSE
– ¿Cuáles fueron las reacciones del público en Chicago ante la exposición y cómo fue el diálogo que se generó a partir de ella?
– “Fue increíble, no esperaba respuestas tan positivas, incluso sanadoras para algunas familias. Yo estaba nerviosa ya que este cuerpo de obra abarcaba a tantas personalidades, pero refleja mi interpretación de ellas. Lo más bello fue cómo un sector de la comunidad con discapacidades realmente se sintió presente y representado”.
– ¿Crees que el mundo del arte aún reproduce barreras hacia las personas con discapacidad? ¿Qué se necesita cambiar en ese espacio?
– “Claro que sí, y no sólo en arte, sino en todos los ámbitos de nuestra sociedad. Hay muchos aspectos físicos que se pueden cambiar de un lugar, el acceso, el ruido, etc. Pero lo que tiene que cambiar primero es nuestra percepción de la comunidad con discapacidades. Nosotros, las personas con cuerpos y mentes “tipicos”, tenemos que cambiar. Nosotros tenemos que aprender a mirar, a reconocer, a respetar y a conectarnos».
– ¿Qué te inspira actualmente y cómo proyectas tu trabajo futuro en relación con el arte y el activismo?
– “Mi arte surge siempre desde cuestionamientos sobre la condición humana. Y yo creo que todo lo que hacemos son actos políticos, reconocidos o no, pero siempre estamos tomando decisiones: cómo vivir, qué comprar, qué no comprar, cómo nos relacionamos, etc. y mi arte funciona igual, no desde un punto militante, sino que genera comentarios sociales. Pero nunca me he considerado una activista, aunque admiro a algunos de ellos. Desde mi pintura, sí puedo hablar y reflexionar y ojalá produzca un eco en algunas mentes”.
– Finalmente, ¿qué mensaje quisieras dejar a otros jóvenes artistas que buscan vincular su trabajo con causas sociales o derechos humanos?
-“Trabajar siempre desde la honestidad y desde lo que se siente congruente con uno mismo”.