“MONTICHEF” SABOR Y SAZÓN: El arte de la cocina casera que hipnotiza los paladares magallánicos en la puerta del hogar

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Roxana Montiel Elgueta, 45 años, comenzó con una maleta repartiendo en oficinas públicas y domicilios hasta treinta almuerzos saludables. Hoy tiene a trece personas contratadas, diez repartidores de delivery y una receta que sigue al pie de la letra: “Cocinar con el corazón para llegar a la excelencia”. Se trata de una filosofía que nunca termina y que exige esfuerzo, compromiso e innovación permanente. FEM conoció los traspiés, perseverancia y otros ingredientes –puestos a prueba en pandemia – que hacen de Montichef el mejor servicio de comida casera de Punta Arenas. Esta es su historia.

 

Disfrutar el intenso aroma de un plato de lentejas con el dorado quebradizo de un chorizo flotando. Impresionarse con una milanesa de ave, dejarse llevar por un pavo en crema blanca o asistir al naufragio de una pata de pollo en una cazuela adobada en finas hierbas son algunos de los panoramas que hoy hipnotizan y deleitan el paladar de los comensales más exigentes.

Y son más de doce mil personas que disfrutan al mes de estos almuerzos caseros que elabora Montichef.  Se trata de verdaderos tesoros culinarios disponibles de lunes a domingo, entregados en la puerta de la casa o retirados en el local.  La historia oficial comenzó el 15 de diciembre de 2017, pero hay que desandar el tiempo para conocer los orígenes del éxito.

-Sabe, no puede vender acá, está prohibido –la frase golpeó fuerte el entusiasmo de Roxana Montiel Elgueta. Se recuerda a sí misma en la calle, con la maleta llena de almuerzos saludables. La suma de los platos resumía el total de la inversión.

Fueron días fatales a inicios del año 2010. Ganas de llorar, salir corriendo. Horas en las que pensó más de alguna vez dejar todo, pero la perseverancia y la frase que acuñó entonces y mantiene hasta hoy: “Cocinar con el corazón para llegar a la excelencia” le dieron fortaleza.

“Sabía que no lo podía dejar, porque dependía de esto… Tenía una necesidad económica, y las ganas de aportar en el hogar, sentirme realizada.  ¿Qué hago? Bueno, voy a entrar por otra puerta no más –se preguntaba y respondía-. Y luego, al día siguiente, venía la duda de nuevo: ¿Voy o no voy?”, recuerda de los tiempos en que vendía en oficinas y centros públicos.

Así estuvo cerca de siete años, eludiendo guardias, jefes de salas, en el riesgo permanente de perderlo todo.  Y la frase volvía a ser la oración que la volvía a levantar: “Cocinar con el corazón para llegar a la excelencia”.

“Me las ingeniaba para llevar el almuerzo a mis clientes que dependían de mis colaciones saludables.  Partíamos a las 6 de la mañana y terminábamos a las dos de la mañana, me ayudaba mi hijo y mi esposo cuando salía del trabajo. Había que pelar papas, preparar los platos, esmerarse en la presentación y vender, con un trato personalizado hacia los clientes”, va relatando Roxana, colocando énfasis en los principales hitos de la historia.

Roxana heredó el arte de la cocina de su madre: “Nadie prepara mejores panes que ella”, dice. Y se hizo chef autodidacta, en un aprendizaje que no termina nunca.  Todo lo que aprende lo prueba. Hace verdaderos “focus group” con la familia.  Así cada plato que se incorpora al menú de Montichef no es al azar. Primero, hay un proceso riguroso de selección de ingredientes, luego una prueba en que participan amigos y familiares: si gusta, saca aplausos, está aprobado. De lo contario, hay que volver a intentar una nueva receta.    

Nace Montichef

Al pasar los años aumentaron los clientes.  Las recomendaciones siempre salían de las propias personas que compraban.  Fue una publicidad de boca a boca. En este camino siempre la apoyó su hijo, Giovanni Moraga, y su esposo, Luis Moraga, quien después de su horario de trabajo asumía las tareas que le encomendaran.

“Hablé con mi familia y decidimos destinar un espacio de la casa para instalar el local. Partió todo con una pequeña salita, nos encalillamos, pero había que dar un salto”, dice orgullosa.  Entonces dejaron de ser anónimos y después de varios intentos, y borradores, su hijo propuso el nombre: “Montichef, sabor y sazón”.

Y llegó el esperado 15 de diciembre de 2017. Abrieron contra viento y marea. Fue un día emocionalmente nublado. Todo salió mal. Llovió, se cortó la luz. “Había harta presión, una gran locura todo, pero logramos salir adelante”, señala.

El espacio volvió a hacerse chico y la casa remodelada pasó a ser Montichef.  Hoy, cuenta con 220 metros cuadrados, con oficinas, salas de producción, cocinas, máquinas, hornos y utensilios de última generación.

“Nos volvimos a endeudar y contratamos mujeres, dueñas de casa para que trabajen con nosotros. Funcionó todo muy bien hasta que llegó la pandemia y ahí tuvimos que tomar decisiones sobre la marcha. Los más adultos ya no podían salir de casa. Estuvimos varios meses pagando sueldos, sin saber qué iba a pasar, si íbamos a poder seguir trabajando”, explica.

Afinando el delivery

Durante la pandemia Montichef estaba en plena remodelación, con deudas infinitas. Afortunadamente, venían trabajando desde el año 2017 con el sistema de delivery. Había una experiencia. “Ahí fue visionario mi hijo.Ya teníamos la costumbre de la entrega a domicilio, igual tuvimos que perfeccionar aún más el proceso, porque aumentaron los pedidos y teníamos que mantener los estándares altos: entregar a tiempo, calidad y cantidad, y con platos calientes. Ese es un sello que no podíamos perder”, asegura Montiel.

Contrataron jóvenes, la mayoría inmigrantes. “Uno viene de abajo y no tiene que olvidar sus raíces. Quienes trabajan con nosotros son parte de nuestra familia, nos preocupamos de apoyarlos y de seguir creciendo. Tenemos capacitaciones permanentes, charlas de prevención de riesgos una vez a la semana y un estricto protocolo”, cuenta Montiel, hoy más dedicada a los procesos de innovación y control de calidad de la empresa.

En el futuro esperamos tener una sucursal en otra ciudad de la región, con el mismo estilo que los ha guiado hasta ahora: “Cocinar con el corazón para llegar a la excelencia”. Se trata de una filosofía que nunca termina y que exige esfuerzo, compromiso e innovación permanente.

 

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