Lucía Berlín, la perpetua inquietud.

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Por Claudia Espinoza U. www.letrasalavena.cl

Una montaña rusa. La vida es, muchas veces, una montaña rusa. Sólo sabes que debes agarrarte con todas tus fuerzas para no salir eyectada o eyectado. Sin duda algunas personas tienen más herramientas, privilegios o habilidades, que otras.

Lucia Berlín (1936-2004) no tuvo muchas. A los 32 años ya tenía 4 hijos y sus 3 primeros matrimonios habían fracasado. el primero de estos había acontecido a sus 17 años. Además, heredó un sombrío ejemplo de maternidad. “Mi madre prefería las botellas que a sus hijas”. Su padre trabajaba en yacimientos mineros y desde pequeña vivió, junto a sus padres y hermana, en muchos lugares, incluso en Santiago de Chile.

Su madre, constantemente deprimida, alcoholizada y ausente, tampoco fue de mucha ayuda en la formación de Lucía. “Ninguna de las mujeres sabía jugar al bridge como es debido. Pero ese día estaban jugando y en el saloncito hacía calor. Había ridículas decoraciones de Halloween. Festones de crespón naranja y negro, linternas de calabaza. Las mujeres hablaban de cocina y de recetas. «Las dos últimas cosas de las que querría oír hablar en la vida.» Mi madre levantó la vista de las cartas y vio que una linterna había prendido fuego a una cortina. Empezaron a subir las llamas. Ella se limitó a mirar de nuevo sus cartas y dijo: «Cuatro sin triunfo». Finalmente el fuego se descontroló por completo y las mujeres huyeron y se quedaron fuera bajo la lluvia hasta que llegó el camión de bomberos de la mina. «No sabes hasta qué punto de desesperación me aburría.»

Estudió letras en la Universidad de Nuevo México y se dice de ella que convirtió su propia vida en literatura. Se le conocen 77 cuentos, los que fueron publicados por editoriales independientes en 3 volúmenes: Homesick (1991), So Long (1993), y Where I Live Now (1999). Con el primero de estos ganó el American Book Award en 1991.

Sus relatos retratan el amor caótico siempre presente en su vida, su alcoholismo, la derrota, la frustración, la resistencia, el desamparo, la escasez económica, el dolor, la enfermedad, la resaca y una difícil maternidad. Sin embargo, su narrativa jamás cae en la victimización.

“Era un hombre enorme, alto, muy gordo y muy viejo. Incluso desde fuera, mientras recobraba el aliento, noté su olor. Tabaco y lana sucia, sudor rancio de alcohólico. Tenía unos ojos azules de querubín inyectados en sangre, y sonreía con la mirada. Me gustó de entrada”, relata en el cuento B. F. y yo.

De Berlín existen tazones, chapitas, poster y una serie de productos reemplazables disponibles para la venta. Algo no tan común en el mercado de la literatura. Mucho menos en el esquivo segmento de los llamados “escritores de culto”.  Porque tras la publicación de su primer libro, póstumo, Manual para mujeres de la limpieza (Alfaguara, 2015), todo el mundo se preguntaba dónde había estado Lucía.  Al parecer, su trabajo había pasado desapercibido para sus contemporáneos.

Sus relatos abordaban temáticas profundas pero siempre con un toque de humor que se hizo característico en sus textos. “Era un hombre sumamente tímido, con un acusado temblor en las manos que por momentos se manifestaba. Siempre cuando firmaba cheques o hacía frotis vaginales”, en Manual para mujeres de la limpieza.

En el segundo libro que publicó Alfaguara, Una noche en el paraíso (2018), se derrumba la imagen que me había hecho acerca de su habilidad como madre. “Lucia sobrevivió por lo menos a tres maridos y sabe Dios a cuántos amantes… ¡y eso que a los catorce años los médicos le dijeron que nunca podría dar a luz y que no pasaría de los treinta! Trajo cuatro hijos al mundo, de los que soy el mayor y el más problemático, y criarnos le costó horrores. Pero lo hizo. Y bien”.