Violencia contra las mujeres. Una pandemia social que se revela paso a paso

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27 femicidios consumados y otros 66 frustrados se registraban en el país al 7 de agosto de este año. Se trata de una verdadera pandemia social, como lo califica la Onu.

 

La reciente aprobación en mayo pasado del proyecto que tipificó como delito el acoso callejero en espacios públicos, es una expresión legislativa más que da cuenta de que las niñas, mujeres y disidencias sexuales históricamente han sido víctimas de diversas formas de violencia. Por la sola condición de género, sin importar la edad, la situación económica y social o la religión que profesen, ellas han sido violentadas en el trabajo, en los lugares de estudio,  en los espacios públicos y al interior de sus propios hogares. Los delitos sexuales, el acoso laboral y sexual, la desigualdad de sueldos, la violencia intrafamiliar y el femicidio, son conceptos que se han ido internalizando poco a poco en la conciencia colectiva de nuestra sociedad, que ha significado un cambio cultural paulatino impulsado por los movimientos feministas y sus valientes detractoras de una visión masculina imperante que dominaba y definía el rol del mal llamado sexo débil, al que se le denomina Patriarcado.

La Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer fue adoptada en Brasil en 1994, formalizando la definición de la violencia contra las mujeres como una violación de sus derechos humanos. Belém do Pará -llamada así por la ciudad donde se suscribió dicha convención de la que Chile forma parte-, establece por primera vez el desarrollo de mecanismos de protección y defensa de los derechos de las mujeres, en la lucha para erradicar la violencia, tanto en el ámbito público como en el privado.

Escala de violencia

El femicidio, es el caso más extremo de la violencia de género. Se trata de un concepto bastante nuevo en la legislación chilena, utilizado desde que fue promulgada la ley en diciembre del 2010, que aumentó las penas sobre este delito. Definido como el asesinato de una mujer realizado por quien es o ha sido su esposo o conviviente, el femicidio en nuestro país se circunscribe sólo a la relación de pareja entre la víctima y el victimario.

Pese a los cambios en nuestros cuerpos legislativos que han endurecido las penas y el despliegue de varias campañas preventivas y la difusión de las herramientas con las que cuenta el Estado para ayudar a las mujeres en riesgo, al 1 de agosto de este año, en Chile se registran 26 casos consumados y otros 66 frustrados de esta enorme pandemia de nuestra sociedad, como lo califica la Organización de las Naciones Unidas -ONU-.

En la Región de Magallanes, los crímenes de Ruth Velásquez Vargas en el 2013 y de Andrea Paola Ugarte Hernández en el 2014, son los últimos femicidios que registran las estadísticas oficiales. Ambas mujeres fueron asesinadas a manos de sus respectivas parejas. A ellas se suman otras 17 congéneres que desde el 2013 a la fecha sobrevivieron a un crimen incurrido por quienes creían las amaban, como consecuencia de la escalada de violencia contra la mujer que se genera mucho tiempo antes y que ocurre cuando el sentimiento del amor es interpretado como un insano derecho del hombre de controlar la libertad y la vida de las mujeres.

“La violencia es una escalada que se genera por la dificultad de la mujer en poner límites. Pero de eso ella no se da cuenta en el momento, sino que hasta después de un largo recorrido cuando ya viene de vuelta de esta experiencia”, explicó la psicóloga Carolina Saldivia Salazar.

“Esta comienza con el control del hombre sobre la relación, generando el alejamiento de ella de sus familias y amigos, dejando de informarles cómo está. Entonces, cuando toman conciencia de que están mal, no saben a quién acudir porque ya está distanciada o enemistada  con sus relaciones. Por eso es importante romper pronto con ese aislamiento y abrir los ojos antes”, destacó.

Por lo general la persona afectada no reconoce que está siendo víctima de violencia, justificando y negando el comportamiento de su pareja. “La violencia sicológica que ejerce el hombre, hace que ella comience a generar una alta dependencia de él, limita sus propias capacidades y disminuye su autoestima a tal nivel que permite la agresión física, sexual, económica”, detalló.

Si cualquier persona observa alguna de estas características en una familiar o amiga, incluso hasta el cambio de semblante de la afectada, Carolina recalcó que ante las sospechas, “es recomendable que los cercanos se mantengan atentos, sin cuestionar tanto. Es fundamental ofrecer el apoyo de manera permanente y dejar la puerta abierta a que si alguna vez la afectada lo necesita, pueda llegar a una casa a la hora que sea. De esta manera, cuando lo requiera, la mujer sabe que puede contar con alguien que la ayudará, sin juzgar. También se puede hacer la denuncia ante la instancias correspondientes, pero ésta siempre debe ser ratificada por la agredida”.

 

Coordinadora de Mujeres de Punta Arenas:

“El sistema no da abasto y no entiende el ciclo

de la violencia”

 

Para erradicar la violencia contra las mujeres, el Servicio Nacional de la Mujer y la Equidad de Género -SernamEG- ha focalizado sus esfuerzos en la prevención con campañas nacionales y en la formación de monitoras y monitores a nivel local.

 

 

En el área de Violencia Contra las Mujeres, se ha dispuesto para las sobrevivientes de violencia Centros de la Mujer, Casas de Acogida, un Centros de Atención Reparatoria para mujeres víctimas de agresiones sexuales, y una Casa de Acogida para Mujeres Vulneradas por la Trata de Personas y Migrantes en Situación de Explotación. También, para los hombres que son agresores y que por orden judicial o demanda espontánea solicitan ayuda están los Centros de Reeducación para Hombres que Ejercen Violencia de Pareja. Además, el servicio cuenta con un Servicio de Atención Telefónica disponible las 24 horas del día para quienes requieran consultar respecto a situaciones de violencia de género en el contexto de pareja o ex pareja para recibir la orientación, información y derivación adecuadas a través del número 1455.

Jennifer Rojas García, coordinadora regional de Seguridad Pública indicó que “sabemos que son múltiples los factores que influyen en que una mujer sufra violencia; muchos relacionados con conductas culturales que se han aceptado socialmente durante mucho tiempo, pero que ya no son tolerables ni moral ni legalmente. Independiente a esto, no debemos perder de vista que el único y principal responsable es la pareja, porque bajo ninguna circunstancia se debe violentar a otro”, recalcó.

“Como Coordinación Regional -añadió- mantenemos siempre nuestro llamado a denunciar la violencia contra la mujer por dos razones básicas: se puede prestar ayuda a la víctima, y nos permite trabajar técnicamente sobre la realidad del delito, sobre su magnitud, con focalización y distribución de recursos y servicios. Al menos desde 2014 los casos han disminuido, sin embargo, sabemos que aún un número importante de mujeres deben estar sufriendo violencia y no han denunciado, por lo que nuestro esfuerzo sigue estando en promover la denuncia, en informar sobre la red de apoyo que existe, para que ojalá todas lo hagan y puedan dejar atrás esa vida de dolor que han tenido que soportar. Sabemos que es difícil, que es un delito intramuros, que las mujeres callan por miedo, muchas veces por una errada estabilidad familiar, por carencias económicas, porque piensan que no son capaces. Pero la sociedad hoy cambia a pasos agigantados y las mujeres vamos recuperando espacios y el respaldo de una sociedad en la que la violencia, el maltrato, el menoscabo no tienen cabida.”

Pese a los esfuerzos del aparato público, los casos dan cuenta que ni con las medidas cautelares que impiden al hombre acercarse a la víctima se han evitado muchos de los feminicidios.

La psicóloga Carolina Saldivia Salazar, es una de las voceras de la Coordinadora Feminista de Punta Arenas, organización que hace una dura crítica al sistema, señaló  que “muchas veces vemos que el Estado le dice a las mujeres ‘denuncien, hagan las cosas así, utilicen los canales’. Sin embargo, la gran mayoría de las mujeres asesinadas han hecho todo lo que el Estado les dice que tiene que hacer. Y ahí es cuando surge la Coordinadora como una red de mujeres dispuestas a hacer acompañamientos feministas, y sobre todo a posicionar estos temas, a hacer conciencia de esta problemática y que todavía falta mucho para dar una respuesta acorde frente a ésta”.

La activista subrayó que “si bien se han dado pasos importantes parar mejorar esta situación, creemos que a los servicios les cuesta comprender el proceso del ciclo de la violencia”.

Explicó que tras un hecho violento, en la pareja se vive un proceso llamado “luna de miel”, en el que hombre se arrepiente de la agresión, pide perdón y promete no volver a repetir un hecho así, respaldando sus dichos con alguna acción muchas veces señalada como una “locura de amor”, realizada para conseguir que la mujer vuelva con él. Pero al cabo de un tiempo la acumulación de conflictos genera otras tensiones y se recae en la violencia.

“Vemos que el sistema judicial patriarcal no está funcionando ni entendiendo la lógica de este problema, sino que está al servicio de la burocracia y no del proceso interno de la mujer, porque entre que la víctima ratifica la denuncia, es citada a audiencia y es llamada a declarar, ya ha pasado el tiempo suficiente en que la pareja vuelve a vivir la luna de miel y ellas terminan retractándose de la acusación. O bien, el ir a entablar la denuncia, termina siendo una provocación para el agresor que incrementa los problemas y ella prefiere retirarla. A eso hay que sumarle que la red de apoyo (las personas cercanas), tampoco entienden este ciclo y al ver que vuelve con el agresor, termina pensando que a ella ‘le gusta que le peguen’”.

Para esta psicóloga, resulta fundamental que el aparato público y la sociedad en general se eduque para entender el fenómeno y dar respuestas acordes.

“Nuestros objetivos como Coordinadora tienen que ver con dar cuenta de los problemas que afectan a las mujeres, niñas y disidencias sexuales, organizar manifestaciones y resaltar las distintas fechas que permiten visibilizar de manera más macro las distintas situaciones que nos afectan. Sin embargo, nos hemos visto en la necesidad de tener un grupo de contención, porque las sobrevivientes de violencia nos piden ayuda y, obviamente, no podemos hacer la vista gorda. Se trata de un grupo de compañeras capacitadas en orientar sobre cuáles son los procedimientos que deben seguir, dónde acudir y qué es lo que se le puede solicitar a SernamEG o a Fiscalía, es decir, se les entrega una orientación para que puedan hacer funcionar estos canales institucionales, además del acompañamiento emocional y la generación de un vínculo más estrecho para seguir acompañándola en el proceso”.

El contacto con  la Coordinadora se puede generar a través de sus cuentas en Facebook e Instagram donde se le ubica como Coordinadora de Mujeres Puq. Así también Puerto Natales cuenta con una agrupación de similares características.