Sylvana Ulloa Arteaga: El toque femenino arriba de un camión

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Imposible que pase desapercibida,  esta joven oriunda de Porvenir, no deja de llamar la atención y sacar aplausos, cambios de luces y piropos al manejar su camión Mercedes Benz 1617, un tolva de 8 toneladas que, con grandes letras moradas en la parte superior de su parabrisas, señala su nombre. Ella es quien irradia feminidad con su casco, zapatos y chaleco reflectante, todos de color fucsia, para un rubro marcadamente masculino como es el de la construcción.

 

Con orgullo, Sylvana Ulloa Arteaga (30) se define como “camionera”, labor que declara desarrollar feliz desde hace tres años cuando tomó la iniciativa de ser ella la conductora del camión de su empresa familiar,  que, por diversas razones, estaba sin chofer. “Estuve 7 años trabajando en un colegio como técnico en educación especial, que es mi profesión. Pero después de tener a mi hijo decidí no volver a mi trabajo. Mi marido comenzó como chofer y luego se compró el camión que conduce y después otro más. Cuando ya decidí no volver a la escuela, él no encontraba a alguien que manejara la segunda máquina, así que decidí hacer el curso y empezar a conducirlo yo”, contó.

Sylvana es también hija de camionero, así que su padre y su marido la apoyaron en esta idea y ayudaron a estudiar un libro de unas 400 páginas, que le permitió aprobar  los conocimientos teóricos y prácticos para obtener la licencia A4.  Confiesa que de mecánica no sabe mucho, pero puede sacar las pannes básicas y ante cualquier dificultad, su marido va en su auxilio. Y aunque en un inicio fue difícil, cuando se sintió muy segura de lo que estaba haciendo y se dio cuenta que conducir estos vehículos grandes es lo que le gusta, decidió marcar su territorio pintando su hasta entonces blanco camión con bordes lilas y letras destacadas en ese mismo color. “Ha sido una experiencia genial”, resaltó con un brillo en los ojos.

“Siempre quise pintarlo rosado, pero no me aguantaron el salto porque a veces lo maneja mi marido y el lila es por mientras. De hecho, en alguna ocasión lo manejó otro chofer y se reían de él.  Ahora estoy pensando en incorporarle otras gráficas para que se vea más femenino, pero… ya lo pintaré rosado”, dijo con risa pícara.

 

“Siempre quise pintarlo rosado, pero no me aguantaron el salto porque a veces lo maneja mi marido y el lila es por mientras. De hecho, en alguna ocasión lo manejó otro chofer y se reían de él.  Ahora estoy pensando en incorporarle otras gráficas para que se vea más femenino, pero… ya lo pintaré rosado”, dijo con risa pícara.

 

 

-¿Te costó aprender a conducir un camión?

“No es difícil de manejar. Al principio no fue fácil porque el camión tiene “trompa”, así que miraba para todos lados para que no vaya a chocar o atropellar a alguien; pasar entre medio de los vehículos era terrorífico, pero  ahora paso así” (señala con las manos un movimiento veloz y certero). “En mis inicios manejaba sólo en las rectas -agregó- y no ingresaba a la ciudad, hasta que decidí meterme a manejar en una obra. Desde entonces no he tenido problemas y, gracias a Dios, me han aceptado súper bien”.

-¿Qué te dicen los otros camioneros?

“Al principio los colegas camioneros me miraban y estaban todos pendientes por si cometía algún error. Hay colegas machistas al 100% que me preguntan qué estoy haciendo acá. El otro día uno me preguntó por qué estaba llegando tan temprano a la obra y otro le contestó que a esa hora no dan novelas. Lo tiran como talla, pero creo que igual a más de alguno le molesto, porque yo ando despacio y cuido mi camión porque es mío. Hay muchos que son sólo choferes (es decir, no son dueños del camión) y no los cuidan y creen que yo, por andar lento y ser precavida, voy “haciendo tierra”. Pero la mayoría ha logrado aceptarme”.

-¿Has perdido tu lado femenino desde que trabajas como camionera?

“Noooo, para nada. Antes muerta que sencilla: si pudiera subirme con tacos lo hago. Arriba del camión siempre llevo mi cartera, estoy maquillada con el pelo planchado y si tengo un tiempo me pinto las uñas. Soy súper femenina, nunca voy a perder eso. Uso zapatos de seguridad por obligación, pero mis zapatos de seguridad son rosados. Los mandé a pedir a México porque en Chile sólo hay con cordones rosados, pero no completos de ese color”.

Unidos en todo

Los servicios de Sylvana y su esposo Henry Díaz son contratados por una de las empresas inmobiliarias que desarrollan proyectos habitacionales en Punta Arenas. Su labor consiste en transportar áridos dentro de la misma obra, tales como arena, integrado, seleccionado, bolones, etc. El camión de su esposo es más grande, un tolva marca Pegaso,  por lo que hace los traslados de materiales desde las canteras al lugar de las faenas.

“Desde que empezamos a trabajar en el mismo rubro ha sido espectacular. De partida, nos vemos siempre. Para algunos no será muy bueno estar todo el día con el marido, pero yo lo encuentro entretenido, me gusta, porque te levantas en las mañanas y sabemos que vamos al mismo lado. A veces trabajamos en obras distintas, pero de  vez en cuando vamos los dos a la cantera y ahí nos juntamos y es ¡oh!, ¡qué bakan! Luego llegamos a la casa y si tenemos que salir a comprar algo lo hacemos con el camión, porque es trabajo y nuestro medio de transporte también”.

Destacó que los dos partieron muy jóvenes y desde cero en este trabajo, y siempre están unidos para todo, “como ahora que él quedó en panne y tuve que remolcarlo, ¡primera vez que remolco un camión!”, ríe. “Además, nadie me falta el respeto, porque todos saben que trabajo con mi marido. Cualquier cosa lo llamo a él”.

Mujer empoderada

-¿Cómo compatibilizas este trabajo con la vida familiar?

“Mi hijo es el más feliz con mi profesión porque ve el camión de la mamá y el camión del papá y al abuelo que también tiene camión. Como todo niño sueña con subirse a uno y jugamos a que lo maneja. En las mañanas lo cuida mi cuñada o mi mamá y en tardes cursa el pre kínder en el jardín infantil”.

-Si tuvieras una hija, ¿te gustaría que sea camionera?

“Si le gusta el rubro, por supuesto que me gustaría que sea camionera. Mi idea es inculcarle a mi hijo o a mi hija que no hay algo que sea de hombres o que sea de mujer, o sea, si mi hijo quiere cocinar, quiere ser peluquero, va ser lo que él quiera y no por eso va ser afeminado. Es como si pensara que por ser camionera va a ser una macho, ¡no po´h, no es así! Quiero inculcarles que sean lo que quieran ser, independiente de su género”.

-¿Cómo te proyectas en este trabajo?

“De rubro ya no voy a cambiar, soy camionera o nada. Es una cosa que te levantas como todo el mundo, pero me siento en el camión y soy otra persona. El hecho de ser mujer, de que todos te quedan mirando, hombres y mujeres, jóvenes y viejos  te saludan, te hacen luces, te aplauden, te sacan fotos… es que me siento lo máximo, ¡una diva en un camión!”

-Si estuviera en tus manos, ¿contratarías a una mujer para que maneje un camión?

“Si le gusta y vemos que se atreve, sería ideal. Yo me alegro cuando veo a una mujer manejar una máquina pesada. De hecho, conozco a una mujer que maneja una retro excavadora y a otra que conduce un mini cargador y cuando nos vemos nos saludamos efusivamente, sin conocernos”.

-¿Qué piensas del movimiento feminista?

“Me gusta que las mujeres sean empoderadas, yo me siento una empoderada más, pero de repente como que se pasan”, expresó sin entrar en detalles.

Así como Sylvana, en Santiago y en el norte con la minería, son varias las féminas que se han abierto un espacio como choferes de camiones o microbuses, lo cual aún no deja de llamar la atención. La particularidad de esta magallánica radica en que no busca mimetizarse con sus colegas, por el contrario, se quiere destacar por ser una mujer a cargo de una máquina. Sin embargo, Sylvana centra la competencia con sus pares no en su apariencia, ni en su lucha por ser igual a ellos,  sino que en su afán y perseverancia de hacer un buen y eficiente trabajo.