SAMANTA SCHWEBLIN, ADICCIÓN INCONTROLABLE

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Por Claudia Espinoza U.

 

Conocí a Samanta Schweblin a través de Lucía Berlín. Bueno, en realidad no fue tan así. Aunque sí lo fue.  Me explico.  Caminaba yo por la Avenida San Martín, en El Bolsón, Argentina, cuando doblo a la izquierda por Dorrego y justo allí me pillo con El Clon Libros. Una librería pequeña, alucinante y embriagadora. Irresistible como cualquier librería.

En la vitrina estaba el primer libro de la Berlín que se había publicado en español: Manual para mujeres de la limpieza. Yo ya lo había leído y tenía hambre de más. 

El tipo de la tienda me explica que no tenía nada más de ella y, claro… hasta ese momento no había nada más de la Berlín publicado en español. 

Hablamos tropezadamente sobre otras benditas autoras mientras él vendía libros y yo tomaba apuntes rápidos en mi celular.  

A la primera que le seguí la pista fue a la Schweblin. Nació un año después que yo, pero en Argentina. El primer libro que leí de ella fue Distancia de Rescate. En una de sus páginas decía: “Tarde o temprano algo malo va a suceder”, decía mi madre, “y cuando pase quiero tenerte cerca”.

Cuando lo terminé, cerca de la una de la mañana, un espasmo contuvo mi aliento por unos segundos. Muchos segundos.  Me recordé niña, la niña de las pesadillas, el terror regándose entre mis vísceras húmedas, mientras me retorcía bajo las sábanas.  

Su texto me devoró, me transportó y me dominó. Durante varios días me prometí no volver a leerla nunca más. Pero esto es igual que las dietas, al cabo de unos días regresas al hábito enquistado. Juro que me resistí todo cuanto pude. Pero reincidí y leí “Siete casas Vacías”. Otra vez la náusea, el pavor, “la respiración cavernaria”. Pero sobreviví. Recuperé fuerzas y pronto volví a comprar otro de sus libros. Esta vez leí “Pájaros en la boca y otros cuentos”. 

En una de sus páginas se leía “Fue hasta la jaula, la abrió, sacó de la caja un gorrión muy pequeño, del tamaño de una pelota de golf, lo metió dentro de la jaula y la cerró. Tiró la caja al piso y la hizo a un lado de una patada, junto a otras nueve o diez cajas similares que se iban sumando bajo el escritorio. Entonces Sara se levantó, su cola de caballo brilló a un lado y otro de su nuca, y fue hasta la jaula dando un salto paso de por medio, como hacen las chicas que tienen cinco años menos que ella. De espaldas a nosotros, poniéndose en puntas de pie, abrió la jaula y sacó el pájaro. No pude ver qué hizo. El pájaro chilló y ella forcejeó un momento, quizá porque el pájaro intentó escaparse. Silvia se tapó la boca con la mano”.

Nunca había tenido tan clara conciencia de mi debilidad por el masoquismo. Nuevamente la incomodidad, las contracciones en mi estómago, el asco y la sensación de fatiga, la cabeza fuera de sitio. 

Y otra vez mi juramento vacío de nunca más volver a leer a la Schweblin.

 

Samanta Schweblin es argentina. ​Ha sido traducida a más de veinticinco lenguas y becada por distintas instituciones. Ha sido dos veces finalista del Man Booker Prize y ganado numerosos premios. Ha sido elogiada por el Premio Nobel sudafricano de 2003, J.M Coetzee, y el New York Times. Actualmente, prepara su llegada a Netflix con la película de su libro Distancia de rescate, la que considera algunas algunas escenas en los alrededores de los lagos Villarrica y Llanquihue, en el sur de Chile. Desde 2012 reside en Berlín, donde escribe y dicta talleres literarios.