Mujeres con Esperanza: La decisión de ayudar a quienes lo necesitan

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Por Andrea Monreal/ periodista

Históricamente se han asociado en muy diversas culturas, y a lo largo del tiempo, el acto de cuidar con el género femenino. Podemos partir de la simple observación que las profesiones del tipo de enfermería, psicología, trabajo social, educación parvularia, y muchas otras, han sido propias de las mujeres. Ya sea respecto a la situación de los niños, niñas, adolescentes, al cuidado de la tercera edad, las personas en situación de calle, la reinserción social, rehabilitación en general y una amplia lista de causas sensibles, cabe preguntarse en una primera instancia ¿por qué en su mayoría son las mujeres quienes ocupan estos espacios? Pero más aún; ¿Tienen la empatía, la solidaridad o la protección un carácter netamente femenino? ¿Es por ello que tienden a ser temas más postergados en la lista de las prioridades de nuestra sociedad?

Fundación Esperanza es una institución sin fines de lucro, con 12 programas de protección para niñas, niños y adolescentes; y también para personas en situación de calle. Con centros en Punta Arenas, Puerto Natales y Porvenir, atendiendo a más de 600 casos al año; esta organización tiene un detalle que salta a la vista: en ella, de los doce programas, once son dirigidos por mujeres.

Hoy queremos reconocer en algunas de sus directoras, el trabajo de muchas otras mujeres que lideran programas sociales. Aprovechamos la instancia para reflexionar respecto a cuánto se ha naturalizado el rol de las mujeres como cuidadoras, y cómo le dan sentido a su presencia mayoritaria en los espacios vinculados al área psicosocial y a la vocación de servicio.

Les invitamos a conocer a cuatro mujeres de este grupo diverso de trabajadoras por una sociedad más justa. Todas son directoras de diversos programas de Fundación Esperanza, con quienes nos sentamos a reflexionar sobre lo femenino, la vulnerabilidad y las transformaciones sociales para una sociedad más humana.

¿Se puede concluir diciendo que la influencia del género en los espacios sociales de protección ha provocado una falta de reconocimiento de los mismos? Poco a poco esta visión está cambiando. La equidad de género y la ocupación de espacios de liderazgo y trasformación son un hecho, lo cual va deconstruyendo el estereotipo de género de nuestra sociedad.

Si podemos reconocer que el rol de una mujer en espacios de cuidado va más allá de una extensión natural de su femineidad protectora, podremos ver también que es posible ocupar estos espacios desde una connotación de liderazgo y fuerza.

Estas mujeres, más que esperanza, plantean la reflexión política y comprometida de que trabajar por una sociedad mejor empieza desde el mismo hecho de romper los prejuicios, incluso en los propios roles asignados al cuidado, los cuales son responsabilidad y capacidad de todos y todas, como parte de la misma sociedad, desde lo humano, no desde el género.

 

 

PERSONAS EN SITUACIÓN DE CALLE

Evelyn Gómez: “Uno no está pensando en la indefensión de los seres humanos, uno está pensando en la potencialidad de los seres humanos.”

 

Evelyn Gómez, psicóloga de profesión, es la coordinadora del Programa Calle, equipo que trabaja para incorporar a personas en situación de Calle al mundo laboral, diagnosticar complejidades en salud y gestionar tratamientos, entre otros apoyos. Su orientación profesional siempre estuvo vinculada al trabajo en contextos vulnerables; desde su primer interés por los adolescentes con riesgo de suicidio y posteriormente con mujeres víctimas de violencia intrafamiliar. Desde ahí, en un inevitable cruce con temáticas de drogas, alcohol y violencia, paulatinamente llegó al trabajo con personas en situación de calle.

• En Chile, como promedio, el tiempo que pasa una persona en situación de calle son más de 5 años. ¿Cómo se explica que una persona pase tanto tiempo sin poder salir de una situación así en una sociedad como la nuestra?

“Hay varias cosas que se suman, una de las variables más importantes es la historia personal, que deja una huella que no se borra jamás. Ellos vienen de familias donde ha habido maltrato, violaciones, delincuencia, consumo de alcohol, dinámicas que son súper adversas para crecer y sentirse acogido, sentirse esperanzado, o sentir que uno es dueño de su vida. Eso es lo primero y lo más fuerte. Además te encuentras con personas que de tanto dolor, han desarrollado patologías psiquiátricas, porque el dolor ha sido largo, sistemático, y no han sabido pedir ayuda porque están en grupos que ya son vulnerados, antes de estar en la calle.

La situación de calle no es una cosa cualquiera. No es que la gente se quiera lanzar a la calle a vivir una vida fácil porque estar en la calle es fácil. Eso para nada. Te encuentras con mujeres y hombres que les ha pasado de todo. Han tomado malas decisiones, han sido víctimas del sistema, a veces son adictos, otras veces simplemente nadie los atendió cuando tenía que ser, otros que simplemente terminaron en cárcel, salieron de la cárcel y a la calle”.

• ¿Cuál es la esperanza en este escenario?

“Yo creo que uno cuando está trabajando como profesional en esta área tan difícil lo que uno tiene que repetirse en todos los segundos es que uno no está sobre esas personas. Uno está en igualdad de condiciones. Cualquiera puede caer en la calle, por cualquier decisión mal tomada. O sea, nadie está libre de una situación como esa, y menos en una sociedad tan individualista como ésta. Eso lo primero.

Y lo segundo que es súper importante, es que todas las personas nos merecemos una oportunidad. Yo creo que alcanzar la felicidad, aunque sea en unos minutos, sentir que alguien te cree, alguien confía, alguien te mira a los ojos de manera genuina, con un respeto verdadero, independiente de que estés hediondo, tomado, etc. Quien siente esa conexión humana tiene la posibilidad de formarse una vida nueva, a pesar de la historia terrible que pudo haber tenido.

Eso es lo que me lleva todos los días a enojarme, es lo que a mí me indigna; uno no choca con las caídas y las recaídas  de los usuarios, porque eso sucede, sino con quienes dejan de verlos como seres humanos. Estos “viejos borrachos” como les dicen algunas personas, también comprenden el lenguaje. Comprenden perfectamente bien quien los acepta y quien los denigra. Y cada cerrada de puerta es una posibilidad menos de estar vivo. Estar en la calle es querer suicidarse a pausa. Eso es lo más terrible de todo, porque la calle se come a las personas muy rápidamente”.

• ¿Y crees que esa reflexión más empática viene de un aspecto más femenino?

“Entonces se ha reclamado mucho respecto a que sea parte de la naturaleza el asumir la responsabilidad de cuidar a los niños, cuidar a los ancianos, cuidar a la naturaleza, etc. Por una parte está el discurso machista, donde las mujeres estamos hechas para cuidar y postergarnos toda la vida. Pero por otro lado creo que es un buen pie para que nosotras como fuerza pongamos en claro que también tiene que haber una nueva construcción del lenguaje. Es decir, no significa que nosotras estemos en programas como éste, para personas en situación de calle, para cuidar viejitos, para que no se mueran. No. Hay una postura revolucionaria detrás de eso. Uno no está pensando en la indefensión de los seres humanos, uno está pensando en la potencialidad de los seres humanos. Uno no está pensando en sostenerlos así con lástima, sino diciendo dale, levántate y hazlo.

En lo que se pueda hay que estar siempre intentándolo. Por lo menos, lo que me cabe de responsabilidad, es intentarlo. Uno siempre está ahí, si te gusta, o si piensas que la sociedad puede ser un poco mejor, aunque sea un sueño idealista, ese es mi deber; ‘luchar por las causas perdidas’, como diría mi abuela”.

 

 

MALTRATO Y ABUSO SEXUAL INFANTIL

 

Patricia Soto: “Si no existiera la esperanza ninguno de los profesionales participaría de estos programas”

 

 

Patricia Soto, es la directora del Centro Ainen, para niñas, niños y adolescentes que han sido víctimas de maltrato y abuso sexual. Como psicóloga en Fundación Esperanza le tocó asumir intervenciones, tanto en el diagnóstico como el tratamiento, y realizar pericias forenses, en relación a niños, y niñas que habían sufrido abuso sexual, en el ex programa Viganó, el cual hoy en día funciona como Centro Ainen. Este año cumple 12 años de servicio en esta temática, y desde ahí una cifra inimaginable de niños, niñas y jóvenes han resignificado su vida. Con un cupo de 80 niños y niñas, y una atención rotativa anual, la cifra es elevada, y por lo mismo es agridulce; revela la ambivalencia entre cuánto se puede ayudar, pero también cuánto daño sigue viviendo año a año la niñez. ¿Podría uno soñar que no existieran centros como éste?, se pregunta ella misma.

• ¿Qué te motiva a continuar en un escenario que pareciera tan desolador, tan vinculado al sufrimiento humano?

“En general a mí me ha gustado más trabajar con la población más vulnerable, porque siento que ahí hay mucho por hacer, que uno puede desplegar todos sus recursos. Incluso la motivación por ingresar a la carrera de psicología fue el poder trabajar con una población más vulnerable.

Y, desde ahí, creo que si no existiera la esperanza ninguno de los profesionales participaría de estos programas. Si bien es cierto se espera que haya tolerancia a la frustración en temáticas de alta complejidad como ésta – un poco asumiendo la desesperanza – igual es esperanzador cuando se modifican ciertas pautas o dinámicas de las familias que permiten predecir un bienestar para los niños y las niñas. Cuando uno ve la carita desde cómo llega a como se va, agradecidos de un trabajo bien hecho, esas cosas generan esperanza y motivan día a día para seguir en esto, que no es menor. Se entiende que es un desgaste importante a nivel emocional, para todos”.

• Y en el caso particular del abuso sexual y maltrato hacia la niñez, ¿cómo se  explica que esto ocurra? ¿Por qué un adulto abusa de un niño?

Hay múltiples factores gatillantes, que muchas veces tiene que ver con patrones transgeneracioales en relación a la utilización de la violencia, como métodos por ejemplo de corregir conductas. Hay una idea de que la historia se repite, y eso es así. Pero principalmente la escasa visibilización del otro como un sujeto de derechos. No es menor que los niños hasta hace muy poco no tenían mucha voz en relación a las decisiones a nivel familiar o cualquier otra. Socialmente estamos viviendo un contexto más complejo, donde influyen distintas variables en relación a la vida y la cotidianeidad de las personas. Creo que la individualidad ha generado mayor merma en términos del respeto hacia los otros. Así como la baja empatía, y que estamos más preocupados, o más autocentrados, eso nos preocupa más que ver la importancia de proteger, de querer, de contener a otro. 

La verdad es que vivimos en una perspectiva adultocéntrica, porque eso permite que se ejerza el poder sobre ellos, pero de alguna forma esta disparidad en las relaciones son potenciales gatilladores de violencia o de maltrato”.

• En términos de género, ¿Existe una diferencia en el daño o el proceso de reparación respecto a los casos de niñas y los caso de niños?

“En una situación de abuso, en términos de la huella o el nivel de daño que podemos evaluar, no es algo que uno pudiese determinar de acuerdo al género, sino más bien caso a caso. Sí evidentemente hay edades donde los niños son más vulnerables, y sí la mayor cantidad de casos son efectivamente de niñas que han sido abusadas. Las explicaciones respecto de eso son distintas, pero principalmente todavía está esa concepción de que si las mujeres son abusadas sexualmente es porque lo han provocado, que es algo súper lamentable, y también está la percepción muy común de que si ocurre una situación similar con un niño, el daño es mayor. Eso es una percepción errada. La percepción acertada es que la mayoría de los agresores, las personas que ejercen el abuso, son hombres. Ahí hay una explicación mucho más macro, que tiene que ver con esta desigualdad social, esta percepción que se tiene frente a ser hombre y ser mujer”.

 

 

PREVENCIÓN FOCALIZADA

 

Carmen Sekulovic: “Nunca se va a generar ese cambio hasta que no se tome en cuenta la opinión de los niños”

 

Magallánica, nacida en Panamá, hija de dirigentes políticos exiliados, Carmen Sekulovic es la directora del Centro Tomás Apóstol, Programa de Prevención Focalizada (PPF) en Porvenir; el Centro de Protección para niñas, niños y adolescentes más austral de Chile. Ella cuenta que siempre estuvo ligada a Tierra del Fuego por su familia, ahora lleva 8 años trabajando en ella, y nos cuenta cómo se vive la protección de la niñez desde la isla y cómo se ve el panorama a futuro.

• Frente al imaginario de que en Porvenir hay un ambiente de tranquilidad y que las niñas y niños pueden crecer de forma más resguardada ¿cómo describirías la situación de la niñez ahí hoy?

“Cuando yo les digo que nosotros atendemos a 80 familias, que es la plaza que tenemos cada mes, las personas se sorprenden. Y como esos cupos van rotando, en realidad la cifra es mayor, y va aumentando también. No son casos de baja complejidad como se piensa, también hay casos de mayor complejidad, y suceden aunque no parezca. Como en todos lados, las problemáticas han ido en aumento.

Como Programa de Prevención focalizada (PPF) nosotros debiéramos atender casos de mediana complejidad no constitutiva de delito. La mayoría de los casos que nosotros atendemos vienen derivados de tribunal, para fortalecer habilidades parentales, que es lo que el tribunal determina. Pero al momento de tomar contacto con las familias uno se da cuenta que tienen otro tipo de problemáticas cuando uno hace un diagnóstico en profundidad. Por lo general hay mucha presencia de violencia intrafamiliar en la comuna, y todo hecho de violencia intrafamiliar, sea la magnitud que sea, es constitutivo de delito. Nos ha tocado recibir hartos casos de estos, como también negligencias, temas de bullying, harto consumo de drogas en la adolescencia”.

• ¿Cómo explicas que los casos de vulneración y violencia se hayan ido complejizando?

“Es un tema de sociedad, la sociedad se ha ido complejizando, las familias han ido evolucionando, cambiando, y eso ha generado impacto en todo. Los papás de antes no son los papás de ahora, los abuelos de antes no son los de ahora. Hay una visión de crianza y de parentalidad que es diferente. Las familias validan otras cosas, priorizan otras cosas y eso afecta en qué pasa con los niños. Por ejemplo las familias de ahora priorizan trabajar más horas, porque necesitan dinero, y así es toda una cadena. La vida está más cara, entonces tienen que trabajar más, las empresas no pagan tanto, entonces tienen que trabajar más horas, los niños quedan solos, no tiene mayor supervisión, los padres llegan y tienen poco tiempo de calidad para sus hijos. Yo veo que en las familias ahora, al menos en las que llegan a los programas de vulneración, los hijos pasan a ser una molestia, independiente de que haya amor, pero lo traspasan de otras formas”.

• Y, ¿por qué crees tú que el tema de la niñez no es un tema prioritario en las políticas públicas?

“Nunca se va a generar ese cambio hasta que no se tome en cuenta la opinión de los niños. No hay participación de los niños en ningún estamento del Estado. El discurso está centrado en los adultos. Cuando nos dejemos de centrar en los adultos, recién ahí vamos a poder empezar el camino para poder respetar, creer o valorar a la niñez.

Cuando tu conversas con un niño, te das cuenta que ellos quieren participar, que ellos tienen opinión. ¿Por qué llegar a que estos niños sean, por ejemplo, dirigentes de los movimientos estudiantiles, y ahí empiecen a marchar y luchar, cuando esos niños vienen ya desde muy pequeños queriendo decir su opinión? Pero los adultos no escuchamos, y eso pasa también desde las personas que están en los puestos de gobierno, en todo el aparataje político, que no les damos el espacio suficiente a los niños, más allá de lo simbólico, y tampoco los sabemos liderar cuando se les da.

• ¿Cuál es nuestra mejor herramienta como sociedad para proteger a los niños y niñas?

“La comunicación, la confianza y el amor. La base de todo lo positivo que podamos movilizar es a través del amor, del afecto. La comunicación es muy importante y la confianza, para poder entregarle a los niños esa seguridad y mantener esa protección, ese espacio donde los niños puedan sentir que sus padres o adultos a cargo, tengan la confianza de hablar, decir, preguntar ante cualquier cosa. Ahora vemos que no podemos confiar en todas las personas, que pasan cosas inimaginables en cualquier ámbito de la sociedad, y los niños se han visto altamente dañados. Eso se podría subsanar de alguna manera si los niños tuvieran la confianza y comunicación estable con sus referentes adultos, que le entreguen esa protección y amor que necesitan todos los niños.   

 

 

EL CUIDADO DESDE LO HUMANO

 

Evelyn Miranda: “no tiene que ver con un rol de género, tiene que ver con una capacidad empática; de poder sentir al otro con derechos igual que tú.”

 

Evelyn Miranda, psicóloga, es la directora del Programa de Intervención Breve – PIB Fundación Esperanza. Su vocación de servicio surge desde una familia donde todas las actividades tenían que ver con el servicio frente al otro, en todo ámbito; juntas vecinales, agrupaciones políticas, ONG, y en lo cotidiano, por lo que desde temprana edad el tema de la solidaridad toma forma de convicción y compromiso diario.

• ¿Cuál es tu motivación?

“La psicología siempre está asociada al tema del diagnóstico, pero la verdad es que tiene también que ver con la comprensión del comportamiento humano. Yo creo que ese es un motor para mí, el cómo poder influenciar positivamente un grupo para ser constructores de realidades más que sujetos de diagnóstico.

Nosotros estamos trabajando en ámbito que podría verse desde afuera como simple; preventivo, casos de mediana complejidad, el tema de vulneración de derechos o de riesgos, pero, sin embargo, no es tan simple porque nuestro sujeto de intervención es un sujeto desgastado por el sistema, por lo tanto es un sujeto resistente, cíclico, defensivo, maltratado y sus mecanismos defensivos son agresivos también.

Si nosotros lo abordamos desde la lógica del diagnóstico lo único que vamos a obtener es más resistencia. Por lo tanto nosotros estamos obligados a comprender a este ser humano que ya fue etiquetado, marcado como negligente, maltratador, inhábil como padre, etc, y entenderlo desde una lógica comprensiva. Lógica que también para nosotros es la forma de abordaje con los niños. Nosotros recibimos niños muy marcados por un sistema educacional que muchas veces no cumple las lógicas comprensivas, donde son etiquetados desde muy pequeñitos como malos elementos, niños con dificultad de aprendizaje, o niños con disfunciones conductuales, etc. Y ellos también vienen con esa lógica de probarnos mucho a nosotros o manipular hasta qué punto pueden confiar.

• ¿Cómo explicas tú que estos espacios de cuidado y protección, especialmente hacia la niñez, estén ocupados por mujeres? ¿Por qué está tan enraizada esta visión biológica de que la mujer debe ser cuidadora?

“Ancestralmente la definición de mujer está completamente anclada a un tema de servicio, de dar bienestar, de dar sensación de satisfacción de las necesidades a otro. Es esta imagen de la mujer servil, que en base a esa lógica debe ser más sumisa, debe ser más complaciente, debe tener un protagonismo menos activo que el del hombre. Esta carga ancestral tiene que ver con que las mujeres procreamos, y viene una asociación directa a que la naturaleza de nosotras nos condiciona. Independiente de todos los avances y de toda la información que podamos tener actualmente, la verdad es que muchos de nuestros usuarios incluso te dicen “yo preferiría que fuese psicóloga”, precisamente porque existe esta asociación de la femineidad a la maternidad.

Es un tema complejo, porque hay que lidiar con nuestros propios prejuicios, respecto a la masculinidad en el caso de las mujeres, porque hemos tenido muy buenos agentes de cuidado y de protección varones; y esto no tiene que ver con un rol asignado, tiene que ver con una capacidad empática, de poder sentir al otro con derechos igual que tú.

Los papás que hemos tenido a cargo de niños han sido evaluados muy positivamente, pero increíblemente también son víctimas de violencia institucional, víctimas de violencia de sus propias parejas, porque tenemos una tendencia a la inhabilitación en el rol del hombre; hay mucho más cuestionamiento respecto de su capacidad de protección, de su capacidad de visibilizar necesidades en otro. Ahí hay un desafío gigante. Nosotras hemos trabajado con muchas mujeres víctimas de violencia, con niños testigos de violencia, que también han marcado un desarrollo distinto; ellos mismos han favorecido a construir una visión nueva de masculinidad también, de no querer asociarse a un hombre agresivo, por ejemplo. En el caso de los papás que han tenido situaciones de violencia y han terminado haciendo cargo de sus hijos, ha ocurrido lo mismo, es como ellos también logran identificarse con este varón más sensible y defienden también esta nueva masculinidad”.