¿Cómo funciona el deseo?

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“Hombres con un bajo deseo sexual buscan a menudo suplir sus carencias por los medios más insospechados. A algunos les excita más el vuelo sin motor que el acto sexual”, sostiene Uwe Hartmann.

 

La diversidad del deseo sexual humano se debe en gran medida a que, a diferencia de los demás mamíferos, el medio ambiente y los factores culturales y psicológicos son definitivos en su apetito sexual.

La antropóloga Helen Fisher asegura: “En los pueblos primitivos, los factores perturbadores están más limitados, por eso en las comunidades tradicionales los adultos más jóvenes practican el sexo a diario. Sencillamente tienen más tiempo”.

Sin embargo, en ellas existen severos tabúes que regulan la frecuencia sexual durante la menstruación, tras dar a luz, o antes y después de ciertas fiestas. Por ejemplo, en la tribu india Chenchu, las prácticas sexuales sólo están permitidas durante el día ya que su tradición asegura que un niño engendrado de noche nacerá ciego.

Otro factor relevante en la frecuencia sexual es la disponibilidad del compañero, que decide con qué frecuencia podrá satisfacerse el deseo. De hecho, según el estudio realizado por Durex, las parejas que viven juntas son las más activas –con 131 actos sexuales al año–, mientras que los casados sólo practican el sexo 85 veces al año y los solteros –con 64 actos anuales– son los menos activos sexualmente.

También la buena forma corporal influye en el exceso o falta de libido. De hecho, personas que han sufrido un infarto de miocardio o enfermos de cáncer que han estado sometidos a terapia presentan pérdida de libido y problemas de impotencia. La escasez de glóbulos rojos como consecuencia de la enfermedad puede actuar como destructor del deseo, que es restablecido cuando el paciente mejora.

Por último, la presión psicológica fruto, por ejemplo de una experiencia traumática o una relación sexual problemática, está en el primer plano de la falta de deseo.

131 actos sexuales practican al año las parejas que viven juntas, siendo las más activas sexualmente.

LA ruta del deseo

Neurólogos y endocrinólogo de todo el mundo están realizando investigaciones sobre cuáles son los fundamentos anatómicos y biológicos de la libido humana. Para el neurobiólogo Donald Pfaff, de la Rockefeller University de Nueva York, el deseo sexual es una reacción conservadora anclada en los genes y en el cerebro.

La cooperación entre información genética, hormonas y células nerviosas origina tanto el deseo como la reacción necesaria  para poder satisfacerlo. En el cerebro, neurotransmisores y hormonas sexuales como estrógenos, testosterona y sus derivados se unen a los receptores neuronales y desencadenan una cascada de efectos libidinosos. Así, se activan genes que producen otras hormonas como la oxitocina –la hormona del orgasmo– o la péptido encefalina, cuyo efecto llevará a hombre y mujer a una unión sexual sin remisión.

En su obra ‘Mecanismos neurobiológicos y moleculares de la motivación sexual’,  Pfaff prueba que el deseo sexual del ser humano comparte estructuras cerebrales y procesos hormonales con el resto de los mamíferos: “Desde un pequeño ratón hasta Madonna, la base del deseo sexual reside en un grupo de hormonas y la red neuronal”.

Pero, a pesar de las similitudes encontradas con los mamíferos, dentro de los seres humanos existen comportamientos diferenciadores. Según Uwe Hartmann, catedrático de Psicología de la Escuela Superior de Medicina de Hannover y terapeuta sexual, “hay razones para suponer que la sexualidad es un pequeño motor interno que funciona de forma diferente según las personas. Hombres con un bajo deseo sexual buscan a menudo suplir sus carencias por los medios más insospechados. A algunos les excita más el vuelo sin motor que el acto sexual”. De hecho, uno de los objetivos de los sexólogos actuales es descubrir por qué unos se conforman con un orgasmo al año mientras que otros están ávidos de sexo.