“LEY DE CUOTAS Y PARTICIPACIÓN POLÍTICA DE LAS MUJERES”

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A la hora producir cambios en el ejercicio del poder y si de género se trata, la historia ha indicado que, el freno cultural es de tal fuerza que, solo la ley o la norma, pueden garantizar la corrección histórica, que responda a la deuda con las mujeres.

 

por Yenifer Elass Alegría

La masculinización de la política ha sido un resabio cultural histórico del que Chile, no está exento. La alegría de la Democracia no ha sido igualitaria en derechos y oportunidades  a la hora de hablar de la participación en los espacios de poder y cómo no, si aun cuando hace más de 60 años las mujeres tienen derecho a elegir, su derecho a ser elegidas aún no se encuentra totalmente asegurado, y si bien, desde el retorno a la democracia el porcentaje de mujeres ha ido aumentando, 20 años después, las mujeres no alcanzan el 20% de parlamentarios, ubicando a Chile como uno de los países con menor representación femenina en la región.
Estructuras patriarcales, asignación de roles sustentada en el género, que han renegado a las mujeres al ámbito de la vida privada-doméstica fundamentalmente, son parte de los duros enclaves que han frenado la incorporación de las mujeres en la política y que han sustentado, paradójicamente, los argumentos discursivos de resistencia  de género; el escaso capital político que poseen; redes de contacto, formación política y de liderazgo e inexperiencia en el ejercicio del poder constituyen las frases “cliché” y de soporte al rechazo sistemático a acciones afirmativas de género. Aspectos, que por cierto, no son, sino, una consecuencia más del sistema patriarcal y cultural que nos inspira y que conserva una estructura discriminatoria, reservando el poder decisional en el género históricamente dominante.
La llegada al poder de La primera Mujer Presidenta de Chile, Michelle Bachelet Jeria, trajo consigo un suspiro de esperanza, para la igualdad práctica de género en el ejercicio del poder, y tímidamente, en su primer mandato, concurrimos, la sociedad, a la feminización de puestos ministeriales y políticos, donde la tendencia ha sido ubicarlas en los asuntos sociales, de medio ambiente, cultura o relacionados con jóvenes y las propias mujeres. Se admitió y valoró la entrada de las mujeres en la política, pero no es suficiente, la igualdad de participación política no puede quedar atrapada en las paredes, de tal o cual Ministerio. Han pasado décadas en intentos frustrados por alcanzar mayor participación femenina en las esferas de decisión y su plena inclusión en el sistema político, donde cada intento ha sido resistido, no es factible, y así queda claro, a través de la mera intención de voluntad, pues si bien en Chile las mujeres representan más de la mitad de la población – 51, 37 % – su presencia en el Congreso alcanza apenas un 15, 83 y 15,79 % en la Cámara de Diputados y el Senado respectivamente y ello es efecto directo y, cabe mayor responsabilidad, en los Partidos Políticos, que liderados, históricamente por hombres, en sus estructuras, no priorizan la nominación de mujeres, perpetuando el sesgo cultural que ha dejado a mujeres, mayoritariamente, fuera de la educación superior, del perfeccionamiento y también de la conducción política
Año 2015 y una vez más, la presencia de Michelle Bachelet Jeria, en el máximo escaño de poder, ha dado un golpe por la igualdad de género, promulgando una de las más esperadas reformas políticas de la democracia chilena, poniendo fin al sistema electoral heredado de la dictadura de Pinochet e introduciendo, en un acto de audacia, conjuntamente con el término del sistema binominal, el mecanismo de cuotas de género, nace así,  la llamada Ley de Cuotas, que establece una regla de 60/40. Es decir, que dentro de las listas de candidaturas que van a presentar las colectividades políticas, ni los hombres ni las mujeres pueden tener más del 60% de las candidaturas pero tampoco menos del 40%, sancionando a los Partidos Políticos que no lo cumplan y otorgando financiamiento adicional para las candidatas mujeres electas, destinado a la formación política de las mujeres, haciendo eco, con ello, a las demandas históricas de las mujeres y equiparando la cancha, con el fin de abolir las causas prácticas utilizadas para impedir el avance del género femenino en la política.
A la hora de producir cambios en el ejercicio del poder, y si de género se trata, la historia ha indicado que, el freno cultural es de tal fuerza que sólo la ley o la norma, pueden garantizar la corrección histórica, que responda a la deuda con las mujeres.  Hoy, en un pequeño ejemplo y sin que la Ley de Cuotas entre en Vigencia, en las próximas Elecciones Municipales, en Punta Arenas, los Partidos Políticos y Pactos sólo han nominado a un 30% de mujeres, existiendo Pactos que, inclusive, han nominado a sólo 1 mujer: en una larga lista engrosada por el género masculino. Es de esperar que la Ley de Cuotas, que constituye un acelerador temporal, nos sitúe en los casos de países que han registrado un aumento claro en la representación de mujeres en cargos de elección, aplicando cuotas obligatorias en sus legislaciones internas. Es el caso de 14 naciones de América Latina, siendo Costa Rica (33,3%), Argentina (36,6%), México (37,4%) y Ecuador (41,6%) casos emblemáticos, o, ¿por qué no? avanzar, como el vecino país, Bolivia, que ha asegurado a la mujeres paridad efectiva de género, tanto en la nominación. como en la elección.