¡Por fin! se acordaron del padre

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Los hombres saben que frente al nacimiento de un hijo, son una especie de complemento utilitario cuyo único rol es apoyar, contener, cuidar y financiar. Sin embargo, muchos resienten ese segundo plano en su fuero interno.
Mi marido lo expresó el día que nació nuestra hija y todos llegaban con regalos para ella y para mí. Una hábil pareja de amigos le regaló senda barra de chocolate como manifestación de su aprecio y reconocimiento a la participación que tuvo en todo el proceso. ¡Por fin! gritó ante el gesto cariñoso de su compadre y reconoció que nadie se había preocupado de él y que con suerte, lo consideraban en las felicitaciones propias del momento. Entre risas y espanto confesó que se había sentido como interlocutor telefónico de todos quienes llamaban preguntando por mí y la guagua, sin ni siquiera preguntarle cómo estaba él.
Es cierto, toda la espera es de a tres. La mujer que engendra, el que nace y el que soporta, definido en google como “Cosa que recibe el peso de otra e impide que ésta se tambalee o caiga”. Sin entrar en el análisis poco favorable de “cosa” o “peso”, el tercero es fundamental en la espera, ya que encarna una serie de elementos emocionales fundamentales. Es “necesario” en todas aquellas mañas y vaivenes emocionales del embarazo. Es “vital” en el momento de trasladarse y llegar al hospital. Y es “indispensable” en la fuerza y contención del momento del parto. Para mí fue el guía perfecto de aquellos interminables minutos entre pujadas y contracciones, y su rostro tranquilizador y entusiasta la mejor imagen de recuerdo.

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