Mujeres Mapuche-Huilliches haciendo patria en Magallanes

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Fresia Guichapani y Graciela Díaz son dos mujeres Mapuche-Huilliches, la primera de sangre y la segunda por elección. Si bien ambas nacieron en la Isla de Chiloé, sus historias de vida se cruzaron en Punta Arenas hace unos tres años, cuando el Centro de Salud Familiar Juan Damianovic les abrió las puertas para trabajar con hierbas medicinales. Es así que dentro del Programa Especial de Salud y Pueblos Indígenas, una vez que las personas tienen su diagnóstico médico ellas ofrecen hierbas naturales para complementar el tratamiento.

 

Del otro lado del teléfono se escucha el cantar de un gallo bien temprano en la mañana. Mientras tanto Fresia cuenta orgullosa que gracias a Ngunechen (Dios en Mapudungun) ella y su familia lograron tener un trozo de tierra para cultivar y criar animales de granja. “Yo tengo la suerte de vivir en el campo y llevar mis costumbres, trabajar con la madre tierra. Tenemos animalitos y siembra de productos para consumo familiar”. Con esos insumos preparan exquisitas comidas como el curanto o tortillas de rescoldo, entre otros platos.

Pero la vida de Fresia no ha sido siempre dulce, más bien los sabores agraces la acompañaron desde muy pequeña, antes de formar su propia familia junto a su marido José Aguilar y sus hijos José y Gonzalo. A sus pocos años de vida en Chiloé aprendió a convivir con el dolor de sentir el abandono en carne propia, cuando su madre la dejó y se fue a otros rumbos. Ella se quedó junto a su abuela y una tía que la criaron. “En marzo de este año falleció mi tía, y me cuesta hasta el día de hoy aceptar que ya no la tengo, quisiera volverla a ver”, dice Fresia.

Sin embargo los valores que le inculcaron su abuela y su tía, así como las tradiciones de su pueblo, las pudo capitalizar para construir una vida feliz. Por eso cuando tenía 18 años llegó a Punta Arenas y comenzó a trabajar en casa de familia haciendo el aseo y cuidando a una beba de tan sólo dos meses y medio. Allí trabajó durante 9 años y se encariñó mucho, tanto que considera a aquella pequeña niña hoy ya mujer como su hija del corazón. “María Soledad me dio una nietita, y es mi alegría, yo estoy siempre que me necesitan”, comenta.

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Por su parte Graciela Díaz, oriunda de Chiloé y casada con Luis Caipillán de origen Mapuche Huilliche, decidió adoptar la identidad indígena para apoyar a toda su descendencia. “A mi nieta la han discriminado mucho en el colegio, y mis hijos también han sufrido de pequeños, por eso yo quise ser parte de la etnia que heredaron mis hijos y mis nietos, para rescatar las tradiciones y los valores”, comenta Graciela.

Al igual que Fresia se vino desde muy joven a Punta Arenas, para construir su familia y hacer patria en estas tierras. Gracias a las distintas agrupaciones indígenas (ellas pertenecen a Futacollan), pudieron tener un espacio para compartir, aprender y traer a la vida cotidiana las tradiciones, los valores y las costumbres Mapuches, así como reivindicar su cultura, generando espacios en el ámbito de la salud, en la educación y también en la universidad.

Hoy en día Fresia y Graciela ocupan un espacio en el Cesfam Juan Damianovic, en donde intercambian conocimientos con los médicos que realizan medicina tradicional.

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“Tengo mi pequeño invernadero donde cultivo plantas medicinales, usamos por ejemplo la Melissa para el insomnio, para el stress. El Cesfam Damianovic nos abrió las puertas, para ofrecer nuestras hierbas medicinales. Los pacientes llegan y me van a consultar, luego de que tienen el diagnóstico del médico. Porque las hierbas medicinales también tienen su contraindicación. Por dar un ejemplo, el cedrón no lo puede tomar una persona que es hipertensa”, concluye Fresia.

 

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