María Victoria Carrasco «Para mí el sonido de los motores es como una música»

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Es una de las pocas mujeres chilenas dedicada al deporte automovilístico, llegó desde Santiago convocada por el piloto Pedro Aguilar, para ser su navegante en la clásica Carrera internacional Gran Premio de la Hermandad que se desarrolla en la Isla de Tierra del Fuego.

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Por Analía Vázquez – revista@fempatagonia.cl – Fotos: Luis Calello

Feliz de haber participado en el Gran Premio de la Hermandad, campeonato que considera de suma importancia por el alto número de competidores y por su vínculo con el país vecino, Victoria Carrasco conversó con Revista Fem para contar desde su rol de mujer cómo ha sido el camino para dedicarse a este intrépido deporte mayormente dominado por hombres.

Todo comenzó hace unos 15 años, cuando su hermano que ya hacía tiempo corría en el Rally Mobil, tuvo un problema con su copiloto y Victoria se ofreció a ocupar su lugar. “Siempre me gustó el mundo tuerca así es que decidí ver un poco la hoja de ruta, y le dije que creía que yo podía hacer un buen trabajo. Hicimos una prueba y mi hermano quedó feliz”, cuenta esta mujer de 44 años, Ingeniera Agrónoma y madre de dos hijos de 23 y 17 años. A partir de este deporte descubrió una nueva faceta de sí misma que le causa una satisfacción incomparable, sobre todo al llegar a la meta en una carrera que dura varios días.

“Corrimos muchos años juntos, nos costó lograr que funcionara todo, por problemas mecánicos. En 2003 el Grupo Coseche nos tomó como auspiciador principal, con mecánicos ad hoc. Hasta ese momento teníamos un amigo que nos ayudaba, todo era muy a pulmón, pero con ese apoyo pudimos comenzar a terminar las carreras, y tener el auto preparado a punto”, explica Victoria y agrega que al principio debió superar los terribles mareos que le causaban la velocidad, las curvas y las contra curvas, así como los terrenos sinuosos. La dupla obtuvo el primer puesto en el Súper Prime y terceros en la nacional.

Como en cualquier deporte, el apoyo de la familia es clave para poder dar continuidad a un desafío. Cuando los hijos eran pequeños la mamá siempre la ayudó a cuidarlos, aunque Victoria nunca se desligó de los detalles mínimos de los chicos con reiterados llamados telefónicos (cuando le ha tocado viajar para competir) para estar al tanto o recordar las actividades cotidianas, o los horarios de los medicamentos si alguno se enfermaba justo en ese momento. “Mi marido también es tuerca, le gusta este ambiente, y sobre todo me ha apoyado a mí, sabe cuánto me gusta”, advierte.

 

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Riesgo, velocidad y trabajo en equipo

Respecto al riesgo que implica subir a un auto de competición que se mueve a mucha velocidad, así como el hecho de atravesar terrenos peligrosos, no es ninguna traba para esta navegante. “La seguridad que tienen los vehículos en la actualidad es fantástica, el auto puede quedar un desastre y uno intacto. Hay que andar muy bien agarrado. El riesgo no es tema para mí”, enfatiza.

Eso sí, el auto tiene que estar en óptimas condiciones, con cada detalle mínimo perfectamente revisado y chequeado. Para eso es fundamental el trabajo en equipo. “En cualquier carrera hay tres entes, el equipo mecánico, el piloto y el navegante. Uno puede ser el mejor piloto, pero si los mecánicos no llegan, o el navegante lee mal la hoja de ruta el proyecto fracasa”, comenta mientras se acomoda al lado del vehículo que tiene inscrito su nombre y el de Pedro Aguilar, con el que recorrió los kilómetros que unen a Porvenir con Río Gallegos y viceversa en la Gran Carrera de la Hermandad 2015.

Anécdotas como Piloto en Patagonia Atacama

Cualquiera podría pensar que el puesto soñado en un equipo automovilístico es el de piloto, sin embargo, Victoria disfruta ser navegante porque se lo toma como un trabajo que debe realizar correctamente y va de la mano con su personalidad más estructurada, según ella misma lo define.

De cualquier manera tuvo la oportunidad de ser piloto en el Patagonia Atacama competencia que disfrutó mucho y la obligó a sortear distintos obstáculos como manejar a grandes velocidades en las dunas así como estar más de dos horas de noche perdida en una zona desconocida, con un muro de piedras en medio de la cordillera cuyo camino para poder seguir no estaba perfectamente identificado en la hoja de ruta. Una dupla de españoles la ayudó a ella y a su compañera, una brasileña que hablaba un dificultoso español, y con quien se convirtieron en la primera dupla femenina en participar de este evento que quedó en el recuerdo, con un final feliz ya que pudieron salir adelante y culminar la carrera con excelentes logros.