Migraciones: Una oportunidad para crecer a partir de las diferencias

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Las fronteras entre los países y continentes son cada vez más imaginarias. Las barreras existentes tienen escasa relación con las necesidades y aspiraciones humanas. Cada vez es más fácil movilizarnos desde un territorio a otro en busca de mejores expectativas.

 

áNGELA AGUILERA ÁLVAREZ – TRABAJADORA SOCIAL – JEFE DE CARRERA DE TÉCNICO EN TRABAJO SOCIAL Y SERVICIO SOCIAL – IP SANTO TOMáS SEDE PUNTA ARENAS

La globalización ha facilitado el acceso a nuevos lugares y al conocimiento de personas de otras nacionalidades; la posibilidad de proyectarse en escenarios diversos y atractivos ha potenciado la decisión de emigrar. Una de las razones: mejorar las posibilidades laborales y económicas de los grupos familiares, en consideración a que en el lugar de residencia no se accede a ellas.

Chile en las últimas décadas se ha vuelto un país atractivo como destino migratorio, especialmente desde países de la región o vecinos, lo cual puede asociarse a un crecimiento económico y estabilidad política del país. Por ejemplo, en la Región Metropolitana destacan principalmente migrantes de Perú, Bolivia, Ecuador y en los últimos años, también ha crecido la población proveniente de Centroamérica como Haití y Cuba. En el norte, población proveniente de Colombia y Perú. En la Zona Sur Austral, específicamente en Magallanes -región forjada con el apoyo de migrantes de distintos países europeos- destacan ciudadanos de República Dominicana, Colombia y Venezuela. En este escenario, que modifica la geografía humana, resulta relevante avanzar en la discusión, diseño e implementación de políticas públicas que apunten al bienestar de la población migrante, rescatando y valorando las particularidades de cada grupo humano

Es importante mencionar que la población migrante, en un acto de valor y fortaleza, decide, transita y se instala en un lugar, por lo general, desconocido cultural y socialmente. Este nuevo escenario físico y relacional provoca un impacto multidimensional, tanto en las personas que “llegan”, como aquellas que han sido parte desde siempre de un espacio entendido como “nuestro”.

Los estereotipos sociales marcan las distancias entre una persona u otra, por lo tanto, el acercamiento entre los miembros de una comunidad es fundamental e implica un desafío común, en el cual debe participar toda la ciudadanía, aportando en el desarrollo de procesos de aceptación, adaptación e integración individual y colectiva, público y político. La discusión e implementación de estrategias que apunten a generar un nuevo y renovado capital social, cultural y económico facilitarán la co-construcción de un entorno amigable y solidario a mediano y largo plazo, donde nadie “sobre”, y en el que se privilegie un enfoque intercultural centrado en los derechos humanos, por sobre las diferencias raciales, culturales, sociales, económicas o posturas nacionalistas, teniendo siempre como premisa la afirmación que todos los seres humanos somos iguales, por ende sujetos de derechos, donde podamos tener acceso a los mismos beneficios, ya sea en Chile o en cualquier otro lugar del mundo; una definición básica que por lo mismo se pierde, pero que sin embargo, resulta ser un imperativo ético y humano de tener presente tanto en el accionar del Estado como en el de la ciudadanía, facilitando la generación de respuestas oportunas y eficientes acordes a las necesidades de aquellos que buscan un nuevo lugar de residencia, hogar y generación de afectos.

De esta manera y a partir de las diferencias se puede construir un imaginario colectivo que involucre y valore la participación de todos y todas, que potencie la integración e interculturalidad, y considere los aportes sustantivos de todos quienes comparten un mismo espacio colectivo y quizás un mismo sueño.