La ruta del té en New York parte II: Alice’s Tea Cup  

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“-Podrías decirme, por favor, que camino debo tomar para salir de aquí? Exclamó Alicia.

-Esto depende en gran parte del sitio al que quieras llegar, replicó el Gato.

-No me importa mucho el sitio.

-Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes, contestó.”

(Alicia en el País de las Maravillas)

 

 Claudia Pérez A. – Sommelier de Té – REVISTA@FEMPATAGONIA.CL

Adentrarse en el mundo del Té puede resultar bastante parecido, pues a ratos uno se siente atrapado entre aromas, sabores, inmensidad de tipos de hebras de té, que hace que pudiéramos llegar a abrumarnos ante tanta intensidad y trabajo para casi la totalidad de nuestros sentidos.

Un día de nieve en New York puede transformarse en un viaje a lo desconocido, cuando nos vemos inmersos en el ajetreo del día, el parloteo dentro de un vagón del metro, el viento que silba cuando vamos caminando y viendo como en cada esquina se asoma el vapor desde los alcantarillados, formando una nube gris. Las conversaciones se agolpan, pero de a poco van dando paso al silencio al caer de la tarde con el paso presuroso de todos por volver a casa, o simplemente se dirigen a algún lugar.

Por ello resulta impresionante que llegando a Alice´s Tea Cup – Chapter I, la vista nos engañe por un momento viendo solamente el acceso a una escalera que nos invita a bajar para entrar por una pequeña puerta que deja sonar una especie de campanilla al abrirse como una forma de anunciar nuestra visita y que da paso a lo que podríamos llamar un almacén antiguo, con vidrieras que dejan expuestos scons de distintos sabores y de gran tamaño. A un lado de la pared asoman libros, insumos y coladores bien acomodados en repisas de madera. Al extremo opuesto, toda una pared con contenedores de té, que al abrir para invitar a la compra despiertan los sentidos al ser abanicados con la tapa para que cual baúl mágico, el té emane hacia el exterior llenando todo el espacio.

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Luego nos vamos adentrando en esta casa sin ventanas al exterior, una especie de sala de espera nos recibe con sillas de distintos modelos, todas antiguas, donde se nos pide aguardar unos momentos hasta ser atendidos. En medio de una pared una caja de madera contiene los menús que comenzamos a hojear para comenzar a imaginar con que terminaremos degustando. Nadie nos informa que esos “momentos” se transformarán en casi una hora de espera, porque generalmente las personas hacen sus reservas para llegar tranquilos, directamente a la mesa y evitar así los 45 minutos de espera obligada, si no lo hacemos. Una mujer muy parecida a Alicia, corre de un lado a otro atendiendo y disponiendo el orden de los “invitados” a la hora del Té.

Mientras aguardamos nuestro turno observamos con atención lo que nos rodea, partiendo por el único baño, compartido entre todos los asistentes sin importar el género, pero que una vez dentro nos hace parte de esta historia escrita por Lewis Carrol en 1871, recreando escenas de la misma y haciéndonos sentir un poco Alicia: El Gato de Chesire que nos mira desde el espejo, el sombrerero con su mirada inquisitiva invitando a la hora del Té en la que quedó atrapado, los hermanos Tweedledum y Tweedledee que sonríen traviesos seguramente esperando guiarnos hasta donde duerme el Rey Rojo y así, todas las paredes llenas de escenas y personajes, donde no escapan ni siquiera los empleados que allí trabajan, que son advertidos por la Reina de Corazones que de no lavarse bien las manos, serán decapitados! Acatamos la orden de Su Majestad, también, por las dudas.

Espera bulliciosa, gente que va y que viene, algunos ya son recibidos por su nombre y mantienen amena charla con quienes les atienden, que son en su mayoría hombres; otros, curiosos como nosotros, nos dejamos seducir por esas sonrisas alegres y nos disponemos a dejarnos sorprender.

Una vez en la mesa, es posible observar que en un espacio pequeño pueden coexistir cómodamente 8 mesas, algunas para dos o cuatro personas y otras que invitan a grupos porque levantando la madera que oficia de mesa-base salen otras tablas de madera que permiten ampliarlas más y más, pareciendo a ratos una mesa interminable. Algunas mesas son recicladas de antiguas máquinas de coser, donde el pedestal que normalmente da vida a esas mesas se mantiene, invitando mientras tomamos el té, a seguir jugando.

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Cada taza es única, ninguna hace juego con nada, se mezclan estilos y culturas dentro de la vajilla occidental, vislumbro Limoges, Bavaria, Rococó, Crow Ducal Inglés, varios de J&G Meaking, entre otras, nada muy oriental, por cierto, casi todo es principalmente inglés, como el servicio de mesa.

Obviamente sucumbimos a una hora del té para dos, pidiendo una tetera adicional para mi hija por lo que nos zambullimos en una carta bien presentada, que separa los Tés por sus clasificaciones básicas, pero haciendo una descripción exhaustiva de cada uno, incluyendo origen y características, donde destaca un Darjeeling Castleton Estate en el caso de los Negros y un Gyokuro, Té Verde algo difícil de encontrar en una carta de Tés por lo valioso de su calidad, que obviamente se refleja en precio (el más alto de la carta). Volvemos a respetar los deseos de mi hija, que vuelve a decidirse por un Hot Chocolate pidiendo perdón con los ojos, pero saboreando los dos tazones con ansias, nada que hacer.

El servicio de té lo completa un atril de tres platos, donde podemos reconocer suaves y delicados scons de zahanoria, chocolate y vainilla para seguir con pequeños sándwich de jamón y queso,   terminando con galletas que parecen recién horneadas que se desarman apenas las llevamos a la boca.

La gente sigue hablando y concentrada en lo suyo, aunque estemos casi pegados mesa a mesa. Una mujer embarazada que conversa ya sobre el nombre del nuevo integrante y cuyo marido mira con atención prodigándole atenciones. Un matrimonio mayor que ha sido seguramente invitado por sus hijas que se notan conocedoras del local y que eligen por ellos. Un trío de amigos multiculturales afroamericanos, orientales y latinos que frente a un té parecen ser del mismo lugar y abrazar los mismos sentidos. Una mujer joven, libro en mano, con un menú individual que consta de Té-Torta y Scons con mermelada que, absorta de lo que ocurre, lee mientras sus manos recorren las hojas de un libro gastado. Al lado nuestro una pareja que llega en silencio, pero que seguramente el paso de los años ha llevado a manejar sus códigos, pues apenas se acercan a la mesa, él rápidamente retira la silla para que ella se siente, previamente habiéndola ayudado a sacarse el abrigo. Nosotros en el medio de todo, vista panorámica, nos reconocerán como turistas? Caímos rendidos ante sabores y aromas. Tres teteras nos acompañan con Black Fruits que es preparado en base a Té Negro en mezcla con Blackberries y Blueberries; un Darjeeling Castleton Estate que nos promete paisajes y sabores del Himalaya en la Taza y un Gyokuro que resulta irresistible por lo inaccesible que resulta encontrarlo habitualmente. Delicadas preparaciones ambas con temperaturas de preparación perfectas, pero odio reconocer que costó tomar las decisiones por lo que un New Vithanakanda en base a Té Negro de Sri Lanka quedará pendiente hasta nuestro próximo viaje.

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La carta contiene más de 100 preparaciones, entre Tés Negros, Verdes, Blancos, Azul (Oolong) e infusiones y Tisanas que incluyen Rooibos (el Té que no es Té, de origen Sudafricano) y finalmente Mate, en tres tipos de preparación. Es una presentación ambiciosa, pero con ello desafía a todo tipo de paladares. Se agradece el Glosario al final de la carta, para que aquellos que no son conocedores de algunas siglas de calidad en los nombres de alguno de ellos, puedan aprender a la hora de su selección. Finalmente el maridaje o acompañamiento es simplemente espectacular tanto en diseño de presentación, como en sabor y calidad.

Al fondo, el único espacio más grande, con puertas abatibles daba espacio a una mesa grande, para recibir perfectamente sentados a más de 12 comensales. Una especie de “privado” donde ese día se celebraba un cumpleaños, ruido, música, canto, velas encendidas y deseos por cumplir. Todo en torno a un Té.

No puedo abstraerme de las sensaciones proyectadas, del aroma de Tés, Infusiones, especias y la madera de cada rincón que aporta lo suyo a este viaje a las sensaciones. Cierro los ojos y puedo recordar cada minuto de las casi tres horas que estuvimos allí, claro que advertidos que el servicio de mesa dura sólo 90 minutos, luego de ello se debe abandonar la misma, para que lleguen nuevos rostros con nuevas historias.

Salimos al frío de la noche nevada, contraste del calor experimentado se siente potente, la vista nos regala una ciudad blanca y silente. Todos caminamos un rato absortos en nuestros pensamientos, donde seguramente también caemos en cuenta que estamos de paso, aunque por un momento nos hayamos sentido parte de esta maravillosa ciudad que no duerme.

Definitivamente nuestra Ruta del Té se ha completado en New York, pero ansiamos volver para experimentar otras sensaciones, encontrar otro camino y dejarnos sorprender.