“Todos tenemos la preocupación de que va a aumentar el consumo de marihuana”  

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Doctor Gabriel Rossi, Psiquiatra Infanto Juvenil Coordinador Área Drogas en Uruguay abordó las causas y consecuencias de la despenalización de la marihuana en su país.

 

Analía Vázquez – Revista@fempatagonia.cl

– ¿Cómo fue la despenalización de la marihuana en Uruguay?

– “Uruguay tiene una tradición muy estatista y liberal. Con el alcohol pasó lo mismo, estaba regulado en la década del 20 y luego se desreguló y eso trajo consigo una serie de problemáticas de consumo en la adolescencia que fue incrementándose, así que es una situación que nos preocupa a todos. Con el caso de la marihuana, el problema es que se penalizaba a personas que tenían un consumo individual y al mini tráfico, así se llenaron las cárceles con gente que tenía ocho plantas en su casa, pero el verdadero narcotraficante seguía en libertad. Por otra parte, Uruguay siempre fue un lugar de paso y empezó a plantarse un narcotráfico autóctono. En base a eso, hubo muchas manifestaciones y protestas pidiendo la despenalización.

“Los políticos comenzaron a analizar políticas claves para la convivencia, en donde incluían la desregularización con unos supuestos, que yo realmente no comparto mucho. Por ejemplo, que la marihuana va a servir de tratamiento para las personas que consumen pasta base, es decir, un reemplazo de una droga por otra. Argumentando que la pasta base genera una mayor adicción y síndrome de abstinencia.

“Además el mercado de la marihuana movilizaba una cantidad importante de dinero, se plantea unos 50 millones de dólares, entonces el gobierno iba a absorber ese negocio para poder distribuirlo”.

– Teniendo en cuenta que hoy ya es una política pública, ¿considera que va a aumentar el consumo?

– “Todos tenemos la preocupación de que sí, efectivamente va a aumentar el consumo. De cualquier manera, en Uruguay desde los años 70, se consume marihuana en la calle. En Argentina, por ejemplo, consumir en la calle era igual a que te podían llevar preso, la situación legal lo impedía en Argentina y no en Uruguay.

“A nosotros nos preocupa realmente desde la salud mental de la infancia y la adolescencia porque son los mismos adolescentes quienes plantean lisa y llanamente que el gobierno legalizó la marihuana, entonces creen que la marihuana es buena. Hay un consumo mayor de estos individuos con una psicopatología particular, por ejemplo, en la que plantean que es buena para el trastorno de ansiedad. O para una situación que tiene que ver con una debilidad en los relacionamientos sociales y que la marihuana juega un rol funcional a esta situación. Es cierto que ese adolescente se percibe mejor pero a la larga esto trae consecuencias que realmente nos preocupan y mucho”.

 

– ¿Hay un programa preventivo o educativo contemplado desde el Estado que acompañe la ley? Aunque suena un poco contradictorio.

– “Para los menores de edad, el plan es vamos a hacer prevención, pero suena muy débil y yo creo que lo es. La respuesta más fuerte que uno escucha es: “No pueden consumir”. Al igual que el alcohol, los adolescentes no pueden consumir y, sin embargo, hay índices muy altos de consumo.

“Muchos padres creen que no es tan peligrosa porque no van a internar a un chico en el hospital por una sobredosis de marihuana, que sí es muy común con otras sustancias. Pero lo que yo explico tanto a padres como a docentes es que el problema es que, por ejemplo, impide estudiar, concentrarse”.

 

– ¿La marihuana genera adicción respecto a otras drogas?

– “Las características de la droga son muy particulares, más allá de las características toxicológicas genera un vínculo de dependencia”.

 

– En el imaginario social, el psiquiatra está siempre para medicar, pero, desde su experiencia profesional, ¿qué elementos preventivos considera que se podrían aplicar en la sociedad para evitar o disminuir el consumo de estupefacientes?

– “Nosotros vivimos en una sociedad muy medicalizada. Lo que hacemos los psiquiatras es diagnosticar y somos psiquiatras de familia. Entonces, a veces, la mejor medicina es plantearle a la mamá que tenga un vínculo distinto con su hijo o decirle a los papás que no duerman con el hijo porque no puede dormir en la noche. Tiene que ver con el medicamento de la vida.

“Por el otro lado, yo creo que la sociedad está muy medicalizada y para todas las situaciones ‘te venden algo’. Por ejemplo: ‘¿Estás deprimido? ¡Cómprate un coche!’.

“La sociedad de consumo tiene que ver con que ‘yo soy en la medida que tengo’ y esto puede ser tanto un celular como un fármaco. Una carrera en donde uno nunca llega a nada y, a veces, el poder disfrutar de situaciones fantásticas de la vida cotidiana, como podría ser cocinar, están como laudadas. Por ejemplo, decir: ‘No, mejor llamo al de la esquina que me trae la pizza y no cocino’.

“Hay muchas situaciones que tienen que ver con lo rápido, fácil, lo hago ahora y, en eso, me parece que hay que tratar de decodificar. Hay que trabajar más en lo cotidiano que no es famoso”.

 

– ¿El problema principal está en la juventud de hoy o en los adultos?

– “El problema es cambiar la cabeza de los adultos y no de los adolescentes y, a partir de ahí, sí poder trabajar con los adolescentes. Muchos señalan a los jóvenes desde la vereda de enfrente, diciendo: ‘¡Qué horror! La juventud está perdida!’. Entonces es necesario tratar de que los adultos crucen la vereda y pararse del lado de los adolescentes.

“En muchas casas, hay más televisores que habitantes. A veces, un chico está en su cuarto mirando la televisión y, además, comiendo. Se pierde el compartir en familia.

“No hay que demonizar la sustancia, ya que, a veces, genera contra prevención, esto de que los jóvenes hagan algo en contra de. Entonces, la clave es generar ambientes cálidos”.

 

– En la región de Magallanes hay más vida al aire libre que en las grandes ciudades, un contacto mayor con la naturaleza y uno podría pensar que en sociedades como ésta no habría tantos problemas de alcohol o consumo de drogas. Sin embargo, sigue siendo una problemática social. ¿Qué piensa usted al respecto?

– “No hay que traer receta de ningún lado, sino que analizar las condiciones de cada lugar, pensar los patrones de por qué los adolescentes consumen, hay que pensar los contextos y ver cómo poder decodificar.

“Yo siempre utilizo la imagen de los buzos. Los buzos siempre van de a dos y tratan como de ubicar cosas en el agua que le parezcan interesantes, y creo que en el relacionamiento padres e hijos tienen que pasar un poco eso. Tratar de bucear juntos y buscar cosas que le gusten a los dos. Eso es una tarea y lleva tiempo, pero eso es lo que te queda en la vida. Hoy por hoy es más fácil prender algo, un aparato y que eso nos una. Ver una película juntos y no comentarla, no hablar de eso. Esas son las cosas que hay que empezar a cambiar desde la familia”.