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La inglesa lady Brassey tuvo la oportunidad de retratar la región de Magallanes, a mediados del siglo XIX, en su diario de viaje que luego se convertiría en el libro titulado “A Voyage in the Sunbeam” (Longmans, Green and Co., London, 1880).

Hija de la nobleza inglesa Anna Allnut contrajo matrimonio a los 21 años con lord Brassey, un ingeniero, hijo de un rico terrateniente y constructor de ferrocarriles. La empresa familiar y la profesión de su marido le permitieron alcanzar una gran fortuna que no escatimaron en disfrutar de los placeres de la vida al mejor estilo de la época. Así, mandaron a construir en astilleros de Liverpool un majestuoso barco a motor y a vela llamado Sunbeam, con el propósito de realizar un viaje alrededor del mundo que concretaron el 1 de julio de 1876.

El primer destino del viaje soñado fue Sudamérica, con paradas en Río de Janeiro, Montevideo y Buenos Aires, cruzando el estrecho de Magallanes y navegando por los canales patagónicos australes para arribar a Valparaíso. Desde allí el Sunbeam cruzó el Pacífico hasta las islas de la Sociedad, dirigiéndose después al archipiélago de Hawai y de ahí al Japón, luego a Hong Kong, Singapur y Ceilán, cruzando los mares Arábigo y Rojo para ingresar al Mediterráneo por Suez, saliendo al Atlántico y retornando a la patria al cabo de un año.

En su paso por la región de Magallanes, a la que arribaron el 8 de octubre de 1876, conocieron al médico irlandés Dr. Thomas Fenton, quien estaba a cargo de la salud de los habitantes y les brindó información acerca de las poblaciones autóctonas de la región que tanta curiosidad despertaban en los viajeros. Por su parte, el Gobernador Diego Dublé Almeida les facilitó gentilmente caballos y guías acompañantes, para hacer una excursión por los alrededores y hacia el interior del valle del río de las Minas.

Encantados con los paisajes continuaron viaje en la embarcación por la ruta de los canales de la Patagonia. Queda testimoniado en el libro de lady Brassey que la experiencia fue apasionante, tanto por las sensaciones que recibió al contemplar el cambiante esplendor escénico y vital a lo largo del recorrido, como por los encuentros con indígenas canoeros, en medio de condiciones de tiempo favorable.

En su diario de viaje Anna hacía dibujos además de describir cada escena, una de ellas es la apreciación de la actividad volcánica ocurrida mientras la nave se hallaba en la latitud de Puerto Edén, que quedaría para la historia como el primer registro de la actividad de un centro volcánico ubicado en la cadena de los Andes Patagónicos cuyo misterio se resolvería casi un siglo después.

La capacidad literaria de la escritora para narrar sus experiencias se puede apreciar en varios de los relatos del libro “A Voyage in the Sunbeam” (Longmans, Green and Co., London, 1880) que rescató Mateo Martinic en “Mujeres Magallánicas” (Ed. de la Universidad de Magallanes 2003). En uno de los párrafos expresa lady Brassey:

“Nunca en mi vida he observado algo tan maravilloso como la vista que tuve cuando subí a cubierta, un cuarto para las cinco. La luna estaba brillando, grande y dorada, alto en los cielos; los rayos rosados de la aurora estaban justamente coloreando la nieve virginal en los más altos picos con un color inicialmente tenue pero progresivamente más intenso; mientras todo alrededor, el follaje, rocas y témpanos, estaba inmerso en profunda sombra.

A medida que subía el sol, los picos rosados de las montañas cambiaban a dorado y amarillo y al fin a blanco deslumbrante, en tanto que la luz invadía los valles, iluminando los lugares oscuros y poniendo en escena verdes oliva, grises y púrpuras, en los más maravillosos contrastes y combinaciones de color”.