Artesanía en junco, la última voz de la raza yagán viaja a Washington

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Julia González Calderón, una de las pocas herederas de los canoeros que navegaron en los revueltos canales subantárticos, expone en el Museo Nacional de los Indios Americanos la tradición de hacer canastos, cestas y arpones a la usanza de sus ancestros.

 

Recién después de tres meses suspiró y sus profundos ojos negros quedaron clavados en la obra. Había terminado su primera cesta y sus manos de nueve años le quedaron adormecidas tanto hacer y deshacer puntos con lienzos de junco en busca de la perfección: “Yo estaba orgullosa, lo había hecho sin ayuda y mi madre –Úrsula Calderón– me felicitó, después lo llevó a Puerto Williams, vendió el canasto que era bien grande, y trajo cositas para comer”, recuerda Julia González Calderón.

Nació en Isla Mascard, ubicada al sur del archipiélago Tierra del Fuego, territorio desmembrado por glaciares y salpicado por el viento. Un lugar donde la creación se instaló a ensayar las formas más desoladas y rigurosas de la belleza.

Nació en Isla Mascard, ubicada al sur del archipiélago Tierra del Fuego, territorio desmembrado por glaciares y salpicado por el viento. Un lugar donde la creación se instaló a ensayar las formas más desoladas y rigurosas de la belleza. En el parto fue asistida por una tía lejana de su madre, la abuela “Rosa Yagán” y al poco tiempo, de bebé, ya navegaba por los tormentosos mares australes, vida que le duró hasta los veinte años.

Hoy día, Julia González tiene 58 años, vive en Puerto Williams y lucha por rescatar su cultura, instruyendo a las nuevas generaciones lo que aprendió de sus antepasados: “Mi abuela le enseñó a mi mamá y mi mamá a mí, así ha sido siempre y no hay que perder nuestra cultura, tenemos que seguir”, sentencia.

En ese esfuerzo hace clases de artesanía con fibra de junco a científicos extranjeros que llegan cada año hasta Cabo de Hornos en busca del conocimiento, también a sus nietos, y sobrinos.

El año 2010 Julia González recibió el sello de Excelencia de Artesanía otorgado por la UNESCO y el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes y hace dos días partió rumbo al Museo Nacional de los Indios Americanos, ubicado en la ciudad de Washington, a exponer la artesanía en base a lienzos de juncos, la última expresión de la vida yagán, porque la lengua del pueblo canoero ya casi se extingue.

Ha estado en varias ciudades de Chile, pero la única vez que salió del país llegó hasta Ushuaia, al otro lado del Canal Beagle, distante apenas 100 kilómetros. “Es la primera vez que nuestra raza llega tan lejos”, ríe Julia González Calderón y los ojos le brillan, mientras sorbe un mate y teje el pasado con sus historias.

No disimula su entusiasmo y se siente orgullosa de su raza, aunque reconoce que no ha sido fácil. “Mi papi no quería que yo hablara yagán porque la gente se podía reír de mí o hacerme burla. Pero me acuerdo que cuando andábamos navegando siempre hablaban con mi mami, cuando tomaban mate. Yo los escuchaba a ellos, pero cuando sentían que me levantaba terminaban la conversación y empezaban a hablar en español, así que como yo sabía que paraban entonces me quedaba calladita escuchando cómo hablaban, a mí me gustaba mucho el sonido y las palabras”, recuerda. El padre de Julia, José González murió el año 1987 y el año 2003 fallece su madre, Úrsula Calderón, quien hasta los 79 años trabajó en el rescate de la lengua y las tradiciones.

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El rescate del junco

En Puerto Williams, ubicada a 32 horas de navegación al sur de Punta Arenas, viven los descendientes yaganes, que suman poco más de cuarenta personas, la mayoría de ellas tiene sus casas en Villa Ukika y la comunidad liderada por Julia González realiza diversas actividades orientadas a la recuperación de los elementos de su cultura ancestral.

Los artesanos actualmente confeccionan pequeñas canoas de tres piezas de corteza de coigüe y desarrollan la cestería en base a junco, una planta que crece en ambientes húmedos, así como en los fondos de los barrancos o por lugares por donde discurre el agua de forma regular. Aunque posee tallos muy flexibles, para tejer se hace necesario preparar la fibra.

“El junco lo voy a buscar para que me dure el mes. No voy mucho porque igual se seca y hay que trabajarlo rápido, a veces las manos quedan adoloridas tanto tejer. Hoy día está muy escaso, pienso que por el tema del sol que los ha quemado y los caballos y vacas se los han comido”, explica.

En la actualidad Julia González recibe apoyo de INDAP para la compra de algunos utensilios necesarios para desarrollar la artesanía, pero su sueño es construir un taller en Bahía Mejillones, ubicada a 30 kilómetros al oriente de Villa Ukika.

“En ese espacio quiero enseñar y mostrar a los visitantes nuestra cultura”, adelanta Julia que todavía hace sus canastos con la emoción que tuvo a los nueve años cuando logró por primera vez vencer la resistencia del junco. Hoy, está convencida que hay que innovar y proyectar el futuro de la cultura, donde las nuevas generaciones empiezan a escribir su propia historia en la artesanía yagán.

 

Viaja apoyada por ProChile

Para la Directora Regional de ProChile, Lorena Araya, la elección de Julia González refleja una deuda pendiente con las culturas ancestrales. “Se la ha escogido e invitado a Washington porque es una representante fiel de la artesanía yagán. Ella se ganó un espacio con su trabajo y perseverancia en el rescate de sus tradiciones, y se hace necesario que el mundo la conozca y que por otro lado como Estado visibilicemos las potencialidades de nuestra región desde una perspectiva que integre cultura y comercio”, explica.

En el viaje a Washington participaron editoriales locales y artesanos de la zona.

ProChile es la institución encargada de promover la exportación de bienes y servicios chilenos y de contribuir a la atracción de inversión extranjera y de turistas.