“Me enamoré de Magallanes y acá me siento en mi casa”

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– La peruana Cecilia Barrientos Jaén, licenciada en Ciencias de la Comunicación, Magíster en Gestión Estratégica Pública, está hace catorce años en la zona. Actualmente, es la Asesora de Comunicaciones de Inacap.

“Por un proyecto de vida”. Así explica Cecilia Barrientos Jaén las circunstancias en que decidió dejar su tierra peruana e instalarse en Magallanes. “Constituí una familia peruano-magallánica. De eso hace 14 años y, desde entonces, me enamoré de Magallanes, donde me siento tan en casa como en mi país”, sentencia.

“Hasta el día que decidí mudarme a Magallanes, vivía en Lima, tenía un buen trabajo, estaba estudiando un Magíster; tenía a mi familia de origen muy cerca. Tenía todo, pero decidí venir a este mágico lugar, aún sin conocerlo porque era lo que el corazón me dictaba en ese entonces.

“No me arrepiento en absoluto porque, aunque tuve que construir todo desde cero, siempre estuve rodeada de personas que hicieron que todo fuera más grato y sencillo de hacer. Es una oportunidad de reconocer la vida desde otra perspectiva, lo cual considero un privilegio”, relata Cecilia, quien actualmente tiene el cargo de Asesora de Comunicaciones de Inacap.

 

– ¿Cómo te ha tratado la gente de esta ciudad?

– “Una de las cosas que más me emocionó desde un inicio ha sido la forma de ser de la gente de Magallanes. Son de corazón abierto, llenas de ilusiones y de amor por su tierra. Con esas características, no es difícil sentirse en casa. Estoy rodeada de personas que son como mi segunda familia, con quienes comparto muchos intereses como el amor a la naturaleza, a la lectura, a la música, y comprometidas a hacer que los sueños se hagan realidad… En resumen, a darle más importancia a las pequeñas cosas que nos regala la vida día a día.

“Y esto se ha replicado en el ámbito laboral. Estuve trabajando durante muchos años en el sector público y fueron enormes las satisfacciones, al aunar esfuerzos y motivaciones con más personas de otros servicios públicos para lograr incidir en ciertas políticas públicas de juventud. Desde entonces, permanece la amistad y, ahora, aunque la mayoría nos encontramos en ámbitos distintos, seguimos aportando para construir un lugar mejor para vivir.

“Lo mismo me sucede con quienes trabajo actualmente. Estoy agradecida de conocer a un equipo humano comprometido y con quienes las jornadas laborales son entretenidas y satisfactorias y eso nos permite estrechar también lazos de amistad y lograr las metas propuestas”.

 

– ¿Qué te ha parecido la estadía en esta región?

– “Sólo cuando me preguntan cuánto tiempo vivo aquí es que me doy cuenta que ya ¡son 14 años! Y, en todo este tiempo, he tenido muchísimas satisfacciones personales y profesionales. Saber que se pueden hacer cosas y que muchas personas se motivan, que son solidarias y que están dispuestas a concretar sus sueños. ¡Es muy motivante!

“En todo este tiempo, también he podido continuar con mi desarrollo personal y profesional, seguir perfeccionando mis estudios, algo que es vital para mí.

“Y hay algo que nos pasa con Magallanes. He conocido a muchas personas que, habiendo nacido en otras partes de Chile o en el extranjero, luego de haber vivido aquí, sienten que algún día deben regresar. En mi caso, hace mucho comprendí que pertenezco aquí y a mi país. Cada vez que viajo a Perú, los primeros días extraño Magallanes… y viceversa”.

 

– ¿Qué es lo que más te ha gustado de vivir aquí?

– “Por razones laborales y por turismo, he tenido la suerte de conocer casi toda la región. Me queda una deuda pendiente con Puerto Edén y, por supuesto, la Antártica.

“Hay un romanticismo permanente con esta región. Es impagable poder ver el Estrecho de Magallanes todos los días… Mención aparte es el cielo, con esos amaneceres y atardeceres de colores que inspiran hasta al más novato en la fotografía. Caminar unos pasos a la Costanera o salir unos cuantos kilómetros de Punta Arenas y poder contemplar a los delfines australes en el Estrecho o la variedad de aves en el Humedal… Los ñandúes, los flamencos, los cisnes de cuello negro en Natales, con sólo dirigir la vista hacia el mar… Podría estar horas de horas hablando de las maravillas de Magallanes”.

 

– ¿Puedes decirnos algunas similitudes y diferencias entre tu ciudad natal y esta región?

– “Una de las principales diferencias es que a las 12 del día no desaparece la sombra, por la ubicación de la luz del sol. Estaba acostumbrada a guiarme por la luminosidad del día para orientarme respecto al tiempo y al espacio. Desde un principio, las sombras largas me desorientaron y, por supuesto, los largos días del verano, en un principio me costaron horas de sueño, acostumbrada a levantarme con la luz solar.

“Aquí no hay temblores -por lo menos en los años que vivo aquí- y tampoco las tormentas eléctricas, lo cual agradezco, y me acostumbré al viento magallánico, aún le tengo respeto, pero ahora lo disfruto”.